En los últimos años, la gestión de riesgos en las empresas ha avanzado significativamente. Observo que cada vez más organizaciones están conscientes de la necesidad de anticipar una amplia gama de riesgos, desde ciberataques hasta cambios regulatorios, e incluso empiezan a tomar medidas proactivas frente a los daños que pueden ocasionarles los desastres naturales exacerbados por el cambio climático. Sin embargo, en este contexto de anticipación y prevención, muchas pasan por alto una pregunta crucial: ¿cómo manejarían la pérdida de quien encabeza el negocio debido a una incapacidad prolongada o incluso su muerte?
La continuidad del liderazgo en tiempos de crisis
Este escenario, a menudo relegado a un segundo plano, revela una laguna en la gestión de riesgos que merece especial atención. El problema radica en nuestra innata dificultad para enfrentar y reconocer nuestros propios límites y vulnerabilidades, tendemos a subestimar eventos negativos, incluida nuestra mortalidad, reflejo de un optimismo sesgado acompañado por el sesgo de normalidad, donde asumimos que, porque algo nunca ha pasado, nunca ocurrirá. Esta actitud afecta nuestra capacidad para prepararnos adecuadamente para desastres o pérdidas significativas.
Estos sesgos se extienden a las empresas que, al estar lideradas por humanos, también pueden caer en la trampa de pensar que la estructura actual siempre permanecerá estable, lo que se traduce en una falta de preparación que puede desestabilizar no solo las finanzas y existencia de estas, sino también su legado. Es un tema especialmente relevante para los negocios familiares, que muchas veces dependen de un jerarca, y para las startups, altamente dependientes de sus fundadores, pues son ellos quienes tienen la idea y visión del negocio.
Eventos como un derrame cerebral repentino de un CEO (como en la serie "Succession"), pandemias globales como la del Covid-19, o desastres de gran magnitud, demuestran la necesidad de tener planes de contingencia robustos. Durante la pandemia por Covid-19, por ejemplo, muchas pequeñas y medianas empresas se encontraron de repente sin sus líderes, ya sea por enfermedad o incapacidad para operar en condiciones normales, lo que resultó en cierres o severas disrupciones operativas. Un caso ilustrativo es el de Cantor Fitzgerald, empresa que perdió casi dos tercios de su personal en Nueva York, incluyendo a muchos de sus líderes, durante los ataques del 11 de septiembre.
La capacidad de Cantor Fitzgerald para responder y eventualmente recuperarse subraya la importancia crítica de tener un plan de contingencia bien establecido que pueda activarse no solo ante pérdidas esperadas, sino también en situaciones de crisis absoluta. En todos los casos donde hay sesgos humanos, se pueden tomar acciones para prevenir y corregir los errores derivados de estos. En este caso, las empresas pueden implementar planes de sucesión detallados que aseguren la preparación de posibles sucesores, tanto internos como externos; programas de desarrollo de liderazgo para fortalecer el equipo gerencial interno, asegurando que el conocimiento y las competencias claves se preserven dentro de la organización. Además, se pueden crear fondos de emergencia o contratar un seguro de hombre clave que provea liquidez para cubrir los costos temporales de contratar personal sustituto, capacitar a otros empleados para asumir responsabilidades adicionales, o incluso para facilitar una transición si la decisión es buscar un sucesor externo.
A pesar de la evidente importancia de estas estrategias, muchas organizaciones aún las subestiman. Es vital que las empresas, especialmente las de gestión familiar, vean estos planes y medidas de contingencia no como una mera opción, sino como una inversión imprescindible en la estabilidad y futuro de la empresa. Recordemos que, ante la potencial ausencia de un líder, sufren no solo los accionistas —sean familiares, fondos o el público inversionista—, sino también todos quienes dependen de ellas como fuente de ingreso. Con todo esto en mente, es importante preguntarse: ¿está tu empresa realmente preparada para enfrentar la pérdida de quien encabeza el negocio?
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Nota del editor: Alfredo Careaga es egresado de Actuaría y Dirección Financiera del Instituto Tecnológico Autónomo de México y cuenta un MBA de IESE Business School. Tiene amplia experiencia en el sector asegurador y reaseguro, trabajando en México, Estados Unidos y Reino Unido. Es un apasionado del fútbol americano y la música, y actualmente se desempeña como Director de Nuevos Negocios de THB México. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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