Es decir, es más importante que nunca reconocer el papel de la razón con relación a la intuición para dejar de actuar de forma autodestructiva.
Dicho reconocimiento es ahora un requisito para toda una gama muy amplia de actividades, desde vender, dirigir equipos u optimizar la rentabilidad en un negocio, hasta mejorar nuestras condiciones de vida y proteger la evolución. Se trata de una cuestión poco trivial y altamente determinante para el porvenir a corto y largo plazo.
Lo primero que debemos considerar es aquello que integra lo que conocemos como "intuición" desde un punto de vista biológico. En síntesis, se trata de sistemas fisiológicos (del cuerpo) y psicológicos (de la mente) configurados por nuestros genes que se manifiestan en emociones y sentimientos. Es muy relevante entender que dicha sistematización se ha logrado a través de más de cuatro mil millones de años en el mapa evolutivo.
En otras palabras, la intuición susurra a la mente lo aprendido durante miles de millones de años desde que surgió la vida.
Finalmente, cada uno de nosotros escucha estas señales por medio de experiencias sintientes (sentimientos) que presentan valencia e intensidad; pueden ser positivos o negativos, así como fuertes o débiles.
Por ejemplo, ¿qué te diría tu intuición sobre entrar a un callejón oscuro en una ciudad peligrosa en la noche? Seguramente, el mensaje que recibiríamos, sin la necesidad de utilizar una sola palabra o código racional, sería claro: no lo hagas.
Dicha influencia intuitiva sucede en absolutamente todas las situaciones a las que nos enfrentamos. En algunos casos extremos que protegen o amenazan la vida, la comunicación se vuelve casi una orden. En otras, menos impactantes, se convierte en una sutil sugerencia.
La intuición es el "Plan A" en la biología del comportamiento. Daniel Kahneman (2012), premio Nobel de Economía, llama a este modo cognitivo el "Sistema 1", aquel que utilizamos para decidir rápidamente frente a las circunstancias, las cuales no permiten un margen para la contemplación y análisis la mayoría de las veces.
Por otro lado, la razón es el "Plan B". Se trata del botón de emergencia de la naturaleza, el cual es muy efectivo en situaciones de vida o muerte, pero poco influyente en la rutina del día a día.
Por ejemplo, en el caso de una tortuga al nacer, su intuición de inmediato le dice "ve hacia el mar", pero, ¿este consejo sería adecuado si hubiera un depredador acechando? Ahí es donde entraría la facultad racional si la tortuga bebé la tuviera desarrollada; este "botón de pánico natural" le diría algo así como "mitiga tu impulso de ir al mar temporalmente hasta que se vaya ese peligro".