Cuando dejé de laborar en el sector público, siempre dentro del campo de la comunicación y las relaciones públicas, en 1985 ingresé al sector privado, primero en una empresa transnacional del sector consumo y años después en una compañía nacional del ramo petroquímico. Ello me permitió conocer algo sobre la gestión empresarial.
Competitividad. Los factores humanos y tecnológicos en la estrategia empresarial
La empresa del sector consumo, impulsada por su casa matriz en Estados Unidos había incursionado en el tema de la excelencia luego de la publicación del libro “En Busca de la Excelencia” (1982), considerada una obra fundacional en la gestión de empresas. La otra asumió el modelo de la Calidad Total, concepto estudiado y desarrollado, entre otros, por William Deming, Armand Freigenbaum, y Kaoru Ishikawa.
Para algunos autores la excelencia va más allá de la calidad ya que implica un compromiso inquebrantable con la mejora continua, la innovación y la superación constante de los estándares; para otros, la calidad es la que puede llevar a una empresa a la excelencia al cumplir con los requisitos y estándares existentes para satisfacer las necesidades del cliente. Para unos la calidad promueve una cultura de cumplimiento y mejora, para otros la excelencia es mejor porque promueve una cultura de innovación y mejora continua en todos los niveles de la empresa.
La gestión empresarial, entendida como el conjunto de estrategias, prácticas y herramientas utilizadas para dirigir y controlar una organización, ha evolucionado hasta convertirse en una disciplina compleja y fundamental en el mundo de los negocios. En un inicio, los principios de gestión se centraban en la eficiencia y la maximización de los recursos disponibles, pero con el paso del tiempo, se han desarrollado nuevas teorías y enfoques que han ampliado el panorama como: Gestión por resultados, Gestión Democrática, Gestión Basada en Procesos, Gestión Centralizada, o la Gestión Basada en el Valor.
Independiente del modelo de gestión que se adopte, actualmente este tema se ha vuelto más complejo y dinámico debido a la globalización, la innovación tecnológica y la importancia de la sostenibilidad. No obstante, me parece que en la actualidad hay dos factores que tienen particular relevancia: el humano y el tecnológico.
En mi incursión en el sector privado me llamó la atención el ser reclutado no por la Dirección de Personal, sino por un área identificada como “Recursos Humanos”, que es como se conoce en la administración moderna. El tema es que cuando una empresa reconoce como uno de sus valores a sus empleados y colaboradores, dicho valor se demerita al etiquetarlo como “recurso”.
El ser humano tiene una dignidad por el sólo hecho de existir, misma que, de acuerdo con la Iglesia Católica, “no puede ser nunca eliminada y permanece válida más allá de toda circunstancia en la que pueden encontrarse los individuos”. Por esta dignidad, el ser humano no debería ser considerado como un recurso, equivalente a un objeto que se puede disponer o desechar acorde a una necesidad por muy legítima que sea, sino como una persona con el intelecto y las capacidades necesarias para desarrollar un trabajo determinado.
El valor de los empleados implica cuidar no sólo su desarrollo y crecimiento dentro de la organización, sino también las condiciones de trabajo y, desde luego, su calidad de vida. Especialistas dicen que las organizaciones responsables con las condiciones de los trabajadores son más productivas.
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El factor tecnológico está transformando continuamente la forma en que se realizan las tareas y se toman decisiones. Específicamente la Inteligencia Artificial (IA) se ha convertido en herramienta clave para mejorar la eficiencia y la toma de decisiones estratégicas basadas en evidencia y ha abierto nuevas oportunidades para la personalización y la segmentación de mercados.
No obstante, la IA es un elemento que puede afectar al factor humano al provocar su desplazamiento. Hay quienes no lo consideran así. Antonio Vallejo, doctor en Mecatrónica del Tec de Monterrey, es de quienes piensan que eso difícilmente sucederá: “veo muy muy difícil que la IA llegue a reemplazar a trabajadores o personal calificado. Siempre habrá cierto margen de error o eventos que no hemos podido detectar y siempre se va a necesitar la inteligencia humana”. Asevera que aunque la IA puede automatizar tareas y mejorar la eficiencia, aún se necesita la creatividad y la inteligencia emocional que los seres humanos aportan.
Sin embargo, en Silicon Valley, donde se producen grandes avances en IA, las empresas están recortando personal, además de que modelos como GPT-4 pueden programar, escribir aplicaciones y crear arte. Una reconocida empresa internacional cazadora de talentos, estima que, en los próximos 10 años, podrían desaparecer 400,000 puestos de trabajo debido a la IA, aunque también se crearán 1.6 millones de nuevos empleos. El tema es complejo pero aunque algunos trabajos pueden ser automatizados, la IA también puede generar nuevas oportunidades. La clave está en adaptarse y desarrollar en el personal habilidades relevantes para el futuro laboral.
Me parece fundamental que las empresas tengan muy presentes estos dos factores (humano y tecnológico) para adaptar sus estrategias de gestión en consecuencia, para seguir siendo competitivas en los mercados actuales, favoreciendo al trabajador.
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Nota del editor: Mario Maraboto Moreno es Licenciado en Periodismo por la UNAM. Investigador Asociado en la Universidad de Carolina del Norte. Autor del libro "Periodismo y Negocios. Cómo vincular empresas con periodistas". Consultor en Comunicación, Relaciones Públicas y situaciones especiales/crisis desde 1991. Escríbele a su correo mmarabotom@gmail.com y síguelo en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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