Si tenemos en cuenta que la alta competencia es otro rasgo característico de los mercados actuales, la innovación se convierte en un factor clave para que las empresas mantengan vigencia en el tiempo.
No obstante, para que la innovación, entendido como todo cambio que genera valor, se convierta en uno de los pilares del progreso de las organizaciones, debe ser sostenible en el tiempo. En este escenario, cuando buscamos la simbiosis entre la innovación y la sostenibilidad, surge un concepto que trasciende la mera combinación de ambas: la “innovabilidad”, como la convergencia de soluciones nuevas que sean duraderas.
La “innovabilidad” se presenta como un concepto que plantea una revisión de las estrategias empresariales y personales, enfocadas en desarrollar prácticas sostenibles que fomenten la competitividad, tanto interna como externamente en las organizaciones. Para lograrlo necesitamos adaptabilidad, hacer que sea accesible y totalmente alienada a nuestros valores y culturas empresariales.
Cuando hablamos de “innovabilidad”, nos referimos al desarrollo de productos, procesos, servicios, cambios organizacionales, estrategias de marketing y nuevos modelos de negocios, tanto internos como externos a la empresa, que sean permanentes y que traspasen la barrera del mero complimiento para convertirse en un activo, cualquiera que sea el sector donde se desempeñen los negocios.
Pero, ¿qué requisitos o condiciones requiere una empresa para incorporar la “innovabilidad” en su práctica? Según han ensayado algunos teóricos la capacidad de innovación de una organización se sustenta en la teoría de recursos y capacidades, la cual explica que “las organizaciones se adaptan, mantienen y mejoran sus recursos y capacidades en respuesta a las condiciones externas de la empresa”. Este principio es válido en diversos campos, como la industria y el entorno institucional.
Asimismo, sostienen que la capacidad de una empresa está conformada por los recursos que combinados permiten mantener una actividad productiva de forma integral. Estos recursos incluyen talento, velocidad, mentalidad compartida, identidad de marca, responsabilidad, colaboración, aprendizaje, liderazgo, conexión con los clientes, unidad estratégica, eficiencia y capacidad de innovación.
Si una organización cuenta con estos recursos y capacidades, la clave para que alcance la “innovabilidad” está en adoptar un enfoque holístico que promueva la competitividad a través de prácticas sostenibles. Esta perspectiva implica un cambio radical en la cultura empresarial, que va más allá de simplemente integrar la innovación y la sostenibilidad en las operaciones comerciales.
El rasgo más distintivo de la “innovabilidad” es su enfoque en lo que podríamos llamar una estructura unidimensional, que no es otra cosa que un cambio fundamental en la forma en que las personas perciben y actúan en su entorno. Es una transformación de pensamiento progresivo que busca que cada acción beneficie a la organización, a su entorno y al planeta, promoviendo la sostenibilidad en el largo plazo.