La movilidad es un reflejo del desarrollo y los valores de una sociedad. En un país como México, donde la mayoría enfrenta limitaciones para acceder a vehículos modernos y eficientes, surge Olinia , el vehículo eléctrico propuesto por la presidenta Claudia Sheinbaum . Uno de sus objetivos es democratizar la movilidad y, al mismo tiempo, contribuir a la transición hacia un futuro más sostenible. Sin embargo, su viabilidad dependerá de superar retos técnicos, económicos y sociales significativos.
Olinia, el regreso al futuro
Evocando la nostalgia de los icónicos "vochos", aquellos "autos del pueblo" que llenaron las calles de la Ciudad de México, se propone que Olinia sea un vehículo eléctrico, simple y pequeño, para redefinir cómo nos movemos en un país donde el 80% de la población no puede adquirir un automóvil. Este enfoque inclusivo ofrece una alternativa más segura frente al aumento acelerado de motocicletas y responde a la urgente necesidad de reducir las emisiones del transporte, responsables del 29% de las emisiones de carbono en México.
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Inspirándose en modelos internacionales como el Tata Nano en India, el Microlino y otros ejemplos de miniautos europeos y chinos, Olinia aspira a convertirse en una solución integral a la crisis del transporte urbano en México: la insuficiencia del transporte público, la contaminación del aire, la congestión y la falta de planeación urbana. Sin embargo, ejemplos como el Tata Nano evidencian que la innovación debe ir acompañada de estrategias sólidas que prioricen la calidad, el diseño atractivo y las necesidades culturales de los consumidores. En el caso de México, estos factores serán determinantes para el éxito del proyecto.
Hoy, la lucha contra el cambio climático exige la adopción masiva de vehículos eléctricos como una solución eficiente para reducir emisiones. Aunque no se espera que Olinia sea "el" vehículo definitivo que revolucione el sector, podría ser un catalizador para inspirar más proyectos de movilidad sostenible en el país. Innovadores mexicanos como VEU han demostrado que la creatividad local puede desempeñar un papel crucial en el diseño de soluciones adecuadas a las condiciones locales.
A pesar de su potencial, Olinia enfrenta importantes barreras. La falta de infraestructura de carga es uno de los mayores retos. Aunque el proyecto afirma no requerir una infraestructura dedicada, garantizar su adopción masiva exige inversiones significativas en estaciones de recarga, especialmente para quienes viven en edificios. Asimismo, se necesitarán tecnologías como paneles solares para mitigar el impacto en la red eléctrica existente. Estas iniciativas representan una oportunidad para atraer inversión tanto pública como privada, pero demandan políticas públicas claras y un compromiso sólido a largo plazo.
Otro desafío clave es la limitada inversión inicial asignada al proyecto, de apenas 25 millones de pesos, lo que restringe su capacidad para avanzar rápidamente en el desarrollo de infraestructura, tecnología y producción a gran escala. Además, será necesario adaptar la industria automotriz mexicana, tradicionalmente orientada a la exportación, a un nuevo paradigma que priorice el mercado interno. Esto incluye revisar normativas actuales de eficiencia vehicular, eliminar subsidios a gasolinas y diésel, y replantear las políticas que favorecen la importación de vehículos usados, que compiten en precio pero no en sostenibilidad.
La capacidad de Olinia para diferenciarse en un mercado competitivo dependerá de su habilidad para destacar en diseño, calidad, seguridad y funcionalidad. Proyectos como Olinia deben también impulsar un cambio cultural en la percepción de la movilidad eléctrica como una solución accesible y viable para la mayoría de la población, además de la imperiosa necesidad de que los vehículos utilicen menos recursos y energía para transportarnos. Esto implica campañas de sensibilización y educación que resalten los beneficios de una movilidad sostenible.
En conclusión, Olinia representa el regreso al futuro, una oportunidad para retornar a una movilidad más sostenible pero más moderna, como lo fue el “vocho” en México. Si bien enfrenta barreras significativas, su éxito podría catalizar una transformación cultural, económica y tecnológica, posicionando al país como un referente en soluciones de transporte sostenible, al tiempo que mejora la calidad de vida urbana. El esfuerzo conjunto de gobierno, industria y sociedad será clave para hacer realidad este ambicioso proyecto.
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Nota del editor: Isabel Studer es Presidenta de Sostenibilidad Global. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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