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Los aranceles no son moneda de cambio

El comercio internacional no debe ser rehén de la negociación entre países, y México debe promover el rechazo a esta táctica.
mar 11 febrero 2025 06:03 AM
México pagaría un precio más alto si castiga a EU con la misma moneda
Una crisis comercial afecta primero a las empresas directamente relacionadas, luego a sus cadenas de suministro, a inversionistas y finalmente a consumidores y a la economía general, apunta Bertha Martínez-Cisneros.

Desde la fundación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el objetivo de los países del mundo ha sido construir un comercio internacional basado en la confianza, la reciprocidad y la generación de oportunidades equitativas para todas las naciones. A lo largo de los años, esto ha permitido establecer reglas claras y seguras para evitar el uso del comercio como un arma de presión política.

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Sin embargo, la estrategia del presidente Donald Trump de utilizar los aranceles como una amenaza para llevar temas de su interés a la mesa de negociación rompe con décadas de acuerdos comerciales y con el espíritu mismo del comercio internacional. Su política de imponer aranceles a productos mexicanos y canadienses, y la guerra comercial con China, son un claro ejemplo de cómo el poder económico puede usarse como una herramienta de coerción más que de cooperación.

Una táctica “prohibida”

Aumentar aranceles entre países que tienen un tratado comercial, como es el caso del T-MEC, es aún más grave, al distorsionar por completo su propósito. Si hay algún tema comercial que revisar entre Canadá, Estados Unidos y México, el propio tratado establece la fecha de 2026, lo que permitirá renegociar lo que sea necesario dentro su marco, sin recurrir a medidas unilaterales.

Los tratados comerciales, ya sea bilaterales, multilaterales y el propio marco global bajo la OMC, tienen entre sus principales objetivos dar certidumbre a la inversión y la producción en cada país. Las empresas que dependen del comercio internacional necesitan certezas y no pueden operar bajo la sombra de posibles sanciones arancelarias que obedecen más a estrategias políticas que a necesidades económicas.

En sectores clave como la manufactura, la tecnología y la agroindustria, la incertidumbre en torno a la política arancelaria no solo impacta los costos de producción, sino que también afecta la generación de empleos y el crecimiento de las exportaciones.

De hecho, una crisis comercial afecta primero a las empresas directamente relacionadas, luego a sus cadenas de suministro, a inversionistas y finalmente a consumidores y a la economía general. Una crisis comercial impacta a todas las partes, empezando por el país que impone barreras artificiales, en forma de inflación, caída en la inversión y desarticulación de cadenas productivas.

En un mundo donde las cadenas de suministro están interconectadas, una guerra comercial prolongada genera distorsiones que terminan afectando a todos. Empresas que dependen de materias primas importadas, fábricas que abastecen a múltiples mercados y consumidores que enfrentan aumentos de precios son solo algunas de las consecuencias de una política comercial basada en la confrontación.

El gobierno de México se aprecia más consciente del impacto que un aumento de aranceles a sus productos tendría en su economía. Sin embargo, no se ha cubierto de forma suficiente cómo es que los aranceles también hubieran afectado al propio mercado estadounidense, encareciendo bienes y golpeando su cadena productiva.

Quizá por ello, al final de esta primera crisis todo pareció arreglarse con una plática de 40 minutos. Cada gobierno en Estados Unidos, México y Canadá reportó un triunfo diplomático, por lo menos durante un mes. Sin embargo, esta conclusión parcial sólo legitima la estrategia de negociar temas transfronterizos desde una posición de ventaja.

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Con el comercio no

Temas como la migración, la salud o la seguridad deben abordarse en espacios distintos al comercio, sin comprometer la estabilidad ni la competitividad regional. Cuando un país utiliza su peso económico para desestabilizar a otros, no está ejerciendo diplomacia ni fomentando la cooperación. Está imponiendo sus necesidades sobre las de sus socios comerciales a través de la especulación y el miedo.

En ese sentido, la labor del gobierno mexicano no puede terminar en arreglos como el del 1° de febrero. En el frente diplomático, debe buscar apoyos, tanto en los canales adecuados en Estados Unidos (empresas, lobbies, legisladores) como en los organismos multilaterales y terceros países. Deben consolidarse alianzas y empujar en sentido contrario, por el bien dela economía global. El comercio une países: la guerra de aranceles sólo genera un mundo más aislado y pobre.

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Nota del editor: Bertha Martínez-Cisneros es profesora-investigadora en Cadenas de Suministros Sostenibles, Logística Inversa, Comercio Transfronterizo y Economía Circular de CETYS Universidad. Síguela en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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