Las pantallas están por doquier y los usuarios las usan en donde sea que se encuentren. Bajo esta premisa, Microsoft rompió el molde de las consolas para aprovechar la omnipresencia de estos dispositivos a través de la nube y Game Pass. El movimiento no es fortuito y representa un paso de distancia en la llamada guerra de consolas.
De acuerdo con estimaciones de analistas, la Xbox One, lanzada en 2013, ha vendido cerca de 50 millones de unidades, sin embargo, la PlayStation 4 de Sony, presentada en el mismo año, ha comercializado 116 millones de consolas. Ante este escenario, Microsoft decidió lanzar Game Pass en 2017, un servicio de suscripción que permite jugar por medio de internet sin la necesidad de una consola.
“Con Game Pass estamos redefiniendo realmente la forma de distribuir, jugar y compartir los juegos. El contenido es la fuerza que impulsa su crecimiento”, dijo Satya Nadella, CEO de Microsoft, durante una presentación a medios, donde también resaltó que tras la llegada de este servicio a los navegadores de diversos dispositivos, como el iPhone o iPad, “el valor de la suscripción va a trascender de la consola al PC o al móvil”.
La incorporación de la nube dentro de los ecosistema de los videojuegos representa un cambio relevante tanto para los creadores, como para los usuarios, pues según cifras de Microsoft los suscriptores de Game Pass juegan un 30% más de géneros y un 40% más de títulos.