Irán no parece tener mucho que ganar de esto. Independientemente de cualquier intención maliciosa de Teherán, estos incidentes aumentan la insistencia global por un mayor aislamiento e impulsan a aquellos que buscan ejercer presión militar sobre el país. Su economía se encuentra en mal estado. Antes de que el presidente estadounidense, Donald Trump, sacara a Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto o PAIC (conocido coloquialmente como el acuerdo nuclear con Irán), Teherán estaba en su punto máximo de influencia regional. Con el declive de sus recursos económicos, es probable que su potencia disminuya.
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Los incidentes también se produjeron en medio de una visita a Teherán del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, quien al parecer trataba de mediar en el acuerdo nuclear (aunque Tokio dice que no es un enviado de Washington). Los aparentes ataques eclipsaron la visita de Abe, que era un inesperado acercamiento a Irán por parte de alguien a quien Trump llama amigo.
Es posible defender el caso de que partidarios de línea dura iraníes montaron un ataque de este tipo para descarrilar los esfuerzos de paz. Pero los defensores de línea dura de Irán —particularmente la Guardia Revolucionaria— son normalmente un poco más inteligentes en sus actos que bombardear rutas marítimas internacionales durante una reunión diplomática crucial. El moderado jefe de Irán, el ministro de Relaciones Exteriores, Javid Zarif, tuvo razón al señalar que “las sospechas no comienzan siquiera a describir lo que probablemente ocurrió esta mañana”. Cuando a una parte se le atribuye tan fácilmente la culpa, es probable que sea inocente o inmensamente estúpida.
¿Qué más? Reuters ha informado que Teherán ha estado incrementando sus exportaciones petroquímicas restantes previamente a la imposición de sanciones más estrictas. ¿Podría estar buscando aumentar el precio del petróleo? Tal vez. Pero al mismo tiempo, el envío de ese mismo petróleo se verá interrumpido, así que de cualquier manera perderán. Es difícil imaginar a un iraní de línea dura lo suficientemente inteligente como para llevar a cabo este tipo de supuesto ataque, sin darse cuenta de que sería atrapado de inmediato.
Entonces, ¿qué pasa con la teoría de la conspiración de que Arabia Saudita también busca confrontación y precios más altos del petróleo, y por lo tanto permitiría tal ataque para promover su propia agenda? Una explicación igualmente obvia es difícil de vender también. Y, si se descubriera tal complot, el daño a la ya atribulada reputación de Arabia Saudita en Washington podría ser terminal.