Cuando la calificadora de riesgo Fitch decidió recortar en un escalón la nota soberana de la deuda de México, apuntando entre otros factores el renovado ‘cariño’ del gobierno para apoyar a Pemex a toda costa, muchos pudieron presagiar que venían acciones similares por parte de otras calificadoras tanto con el país como con la petrolera nacional.
Pocos imaginaron que no se trataba sólo de un pájaro de mal agüero, sino de una ola de malas noticias que en 24 horas revolcó a la empresa y se mezcló con el sargazo de las amenazas del presidente estadounidense Donald Trump de imponer aranceles a los productos mexicanos. Fue un mero amago, pero la ola azotó la confianza de los inversionistas sobre el futuro de la petrolera más endeudada del mundo.