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¿La estrategia de Clinton en su juicio de destitución le servirá a Trump?

Los republicanos en el congreso quieren que el presidente se enfoque en gobernar, tal como lo hizo el mandatario demócrata hace 20 años, para que ellos se ocupen de su defensa.
vie 25 octubre 2019 12:25 PM
Una nueva estrategia
El senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, halago que Clinton tuviera un equipo de juristas y defensores organizado.

Stephen Collinson

Los republicanos que tratan de lidiar con la crisis del procedimiento de destitución le están pidiendo a Donald Trump algo que tal vez le sea imposible: que se discipline y se apegue a la estrategia trazada como lo hizo Bill Clinton, uno de sus predecesores.

Quieren coherencia de un presidente listo para ignorar las distracciones y dedicado a gobernar mientras ellos tratan de imponer orden en su caótica defensa ante el procedimiento de destitución. Además, los legisladores republicanos a quienes les están pidiendo que salven la presidencia de Trump también quieren más estructura y coherencia de una Casa Blanca que siempre ha reflejado la personalidad desordenada e improvisadora del presidente.

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Pero para que esta estrategia tenga éxito, es necesario que Trump renuncie a los rasgos más dominantes de su personalidad rebelde y de sus métodos políticos, cualidades que lo llevaron a la fama y a la fortuna, que impulsaron su ascenso político inesperado y que lo hicieron el presidente más inusual de Estados Unidos.

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De acuerdo con el senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, los senadores republicanos urgieron a Trump a que siga el ejemplo del ex presidente demócrata en su propio procedimiento de destitución a finales de la década de 1990 cuando se reunieron con él en la Casa Blanca el jueves, 24 de octubre.

Es imposible imaginar que Trump, que siempre es su más ávido defensor, se trague su furia y se repliegue detrás de un equipo de abogados y de operadores políticos profesionales. Después de todo, destruyó la infraestructura de comunicaciones que los presidentes normales han usado y prefiere encargarse de todo él mismo en charlas salvajes con los reporteros.

Además, la noción de que Trump hable de cualquier otra cosa que no sea el procedimiento de destitución y que siga discretamente con su labor de gobernar —tarea por la que nunca ha demostrado mucho interés, para empezar— también parece extremadamente fantasiosa.

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Sin embargo, eso es justamente lo que Graham le pidió a Trump que hiciera el jueves.

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Cuando un reportero le preguntó sobre el mensaje cambiante de la Casa Blanca sobre el procedimiento de destitución, el jueves, Graham respondió: "¿Lo han notado?", tras lo que se dispuso a halagar a Bill Clinton, el hombre al que Graham trató de destituir de la presidencia cuando estaba a cargo de la Cámara de Representantes, hace dos décadas.

"Lo que hizo fue tener un equipo organizado, juristas que podían entender lo que se decía frente a los procedimientos jurídicos en cuestión", dijo Graham. "Se apegaban a la estrategia todos los días".

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Graham argumentó que Clinton se defendía, pero nunca dejó de ser presidente y que esa fue la clave para su supervivencia y para que lo exoneraran en un juicio en el Senado.

"Aunque a la opinión pública no le gustaba lo que el presidente hizo, creía que seguía siendo capaz de hacer su trabajo […] Espero que ese se vuelva el modelo en este caso".

Los índices de aprobación de Clinton, según los midió Gallup, siguieron siendo altos durante todo el drama de Monica Lewinsky y alcanzaron un máximo del 73% en diciembre de 1998, el mes en el que se le siguió el procedimiento de destitución, un nivel que Trump nunca ha alcanzado.

En su libro The Clinton Tapes, basado en conversaciones con el entonces presidente, el historiador Taylor Branch parafrasea lo que pensaba Clinton.

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"Su mejor estrategia era concentrarse en su trabajo. No tenía más ambiciones para el presente, pero pensaba que a la larga, alejarse era el mejor antídoto contra el cinismo".

Es difícil imaginar a Trump alejándose de cualquier cosa, ya no digamos un procedimiento de destitución al que considera una extensión de una conspiración del Estado Profundo por echarlo del poder.

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Los instintos de Trump siempre lo llevan a causar controversia y escándalos que no solo sirven de distracción, sino que desatan una tormenta que obliga a todos a perder el equilibrio mientras él permanece ileso en el centro

Los montones de tuits que Trump escribe al día no son un espectáculo accesorio . Son la clave de su presidencia, son la forma en la que moldea la narrativa política y entra en contacto con su ejército de electores fervientes y leales. Además, las distracciones improvisadas en los mítines de campaña también son importantes. Como Trump decidió gobernar nada más para sus bases, tiene que mantener a sus partidarios en un estado constante de indignación que los lleve a las urnas el año próximo.

Al parecer Trump también logró usar sus métodos poco convencionales para desacreditar a Robert Mueller y lo que Trump llamó su equipo de investigadores "demócratas iracundos". Tal vez a todo el mundo le cueste convencerlo de que dejar a un lado sus instintos beligerantes en el caso de la destitución es la mejor estrategia posible. Después de todo, su disposición poco convencional a mantenerse permanentemente al ataque y rechazar la guía de la corrección política es lo que lo hace atractivo para sus electores y lo que consolida las bases políticas que lo sostienen. Es más: esa es su forma de ser.

El problema para Trump es que este enfoque político podría no ser el ideal para enfrentar el mayor desafío al que se enfrenta en este momento: el inminente procedimiento de destitución y un probable juicio en el Senado.

Twitter no es la mejor manera de comunicar la clase de argumentos constitucionales que se necesitan para afinar lo que parece ser un abuso del poder cada vez más comprometedor en Ucrania. Además, se necesita un mensaje coordinado que a la Casa Blanca le ha faltado.

"Nada más saltan de aquí para allá día a día", dijo un colaborador republicano. "Van con lo que sea que él tuitee en la mañana".

Los ataques salvajes de Trump a los testigos —esta semana dijo que los "republicanos que nunca están con Trump" y que lo critican son "escoria humana" — también podrían ser contraproducentes y alienar a los estadounidenses indecisos. Además, los momentos más desastrosos de la defensa de Trump ante el procedimiento de destitución los han provocado el mismo Trump y sus colaboradores, quienes han desarrollado un talento especial para dispararse en el pie.

Aunque al parecer Trump creía que la transcripción de su llamada del 25 de julio al presidente de Ucrania lo absolvía —y la publicó—, en realidad parece que demuestra un intercambio en el que pidió que se investigaran los actos de los demócratas en 2016 y a Joe Biden a cambio de ayuda militar. Además, el jefe interino de despacho de la presidencia, Mick Mulvaney, empeoró aparentemente las cosas para el presidente al decir que esa clase de negociaciones siempre eran parte de la política exterior.

"Supérenlo", dijo, comentario que de inmediato se volvió centro del argumento a favor de la destitución del presidente de Estados Unidos.

Los republicanos toman las riendas de la defensa en el procedimiento de destitución

El jueves, CNN reportó que los legisladores republicanos tomarían las riendas de los esfuerzos por contrarrestar la campaña demócrata por la destitución porque les molestaba el enfoque caprichoso de la presidencia.

Esto ocurrió al terminar la semana, cuando la comparecencia del máximo diplomático estadounidense en Ucrania fortaleció los argumentos de los demócratas, quienes creen que hay bases para destituir a Trump.

Lee: Lo que el proceso de destitución de Nixon nos puede enseñar del de Trump

La estrategia consiste en más que un esfuerzo por desacreditar a los testigos clave y un enfoque que aborda más a fondo el proceso de investigación de los demócratas. Este cambio surge porque los demócratas empezaron a planear audiencias públicas al final de la etapa actual de entrevistas a los testigos.

Los enfoques contrapuestos indican que el procedimiento de destitución es un proceso político que se vuelve una batalla para el corazón y la mente del pueblo estadounidense.

Los republicanos tienen la esperanza de pintar el proceso como partidista e infundado, un intento escandaloso de echar por tierra los resultados de unas elecciones democráticas. A partir del jueves también tuvieron una nueva causa para unirse porque se dio a conocer que la investigación que el secretario de Justicia, William Barr, emprendió sobre la información y los orígenes de la investigación del FBI sobre la campaña de Trump en las elecciones de 2016 ahora es una investigación penal.

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Los demócratas quieren demostrar que Trump abusa de su poder tan descaradamente que deberían destituirlo y el objetivo final es convencer a los electores de que no es apto para un segundo mandato.

Como cualquier campaña, esto exige una estrategia, objetivos claros y el compromiso de todos los miembros del equipo para transmitir un mensaje claro y evitar distracciones que podrían resultar políticamente contraproducentes.

Graham, quien fue uno de los senadores que se reunieron con Trump en la Casa Blanca, el jueves, señaló que le dijeron a Trump que "siga gobernando al país".

Además, añadió que los funcionarios de la presidencia reconocen que necesitan ayuda con la estrategia para el procedimiento de destitución. "Me reuní con Mick Mulvaney. Dijo: 'Sigan hablando con nosotros. Estamos lográndolo'. Sí, el mensaje se recibió y están tomando medidas correctivas".

Pero una cosa es escribir un guion nuevo y otra muy diferente es que Trump lo siga, cosa que nadie ha logrado todavía.

Manu Raju, Lauren Fox, Jeremy Herb, Evan Perez y Phil Mattingly, de CNN, contribuyeron con este reportaje.

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