En septiembre, cuando los incendios en la Amazonía causaban alarma mundial, este escéptico del cambio climático le advirtió a la ONU que no tenía nada que hacer en Brasil.
"No estamos aquí para borrar nacionalidades y soberanías en nombre de un 'interés global' abstracto", proclamó ante la Asamblea General.
Bolsonaro, de 64 años, asumió el cargo el 1 de enero de 2019 y desde entonces raros son los meses sin renuncias o destituciones por ajustes de cuentas o causas ideológicas en los ministerios o las agencias estatales.
Los sectores más pragmáticos de su entorno -mercado financiero, lobby del agronegocio y jerarcas militares- tratan de limitar la influencia de las iglesias neopentecostales, del gurú de la ultraderecha Olavo de Carvalho y de los tres hijos mayores de mandatario, que agitan al país vía Twitter.
Hay en el gobierno "un lado luminoso y un lado sombrío", dijo a la revista Exame el ex ministro de Hacienda Antonio Delfim Neto, elogiando en particular al ultraliberal ministro de Economía, Paulo Guedes .
Este es "un gobierno liberal en economía y antiliberal en política", define con menos lirismo Marcos Nobre, profesor de filosofía de la Universidad de Campinas.
La estrategia del caos
Bolsonaro, un admirador de la dictadura militar (1964-85), había prometido no buscar la reelección, pero en junio declaró que "si el pueblo lo quiere, estaremos cuatro años más".