“A mí me sigue yendo bien, ¿sabe cuál es mi secreto? Trato bien a los clientes. Así, la gente te recomienda con la familia, con los amigos. ¿A quién le haces más caso cuando te recomienda algo? A un amigo, a tu mamá. Por eso me ha ido bien”, presume el propietario de otra pescadería, pero a la vez, solo un par de clientes se han detenido en el local para comprar un kilo del pescado más económico.
A una cuadra de este mercado, hay una fila para entrar al mayorista, un supermercado que promete ofrecer precios más bajos.
Para los chilenos que viven con lo justo, el aumento de los costos de vida, como los alimentos y el transporte —cuyos precios han aumentado 24.4% en los últimos 12 meses— ha hecho que busquen nuevas maneras de ganar más dinero y aumentar así el ingreso familiar.
Una opción por la que algunos se han inclinado son los persas —mercados de pulgas donde venden objetos de segunda mano, como ropa, zapatos y artículos para el hogar— a precios muy bajos.
“¿Qué tanto me puedo conseguir? ¿10 lucas? No es mucho, pero por lo menos con eso ya puedo ir a la feria y comprar la fruta de la semana y no gasto lo de mi pensión”, dice Lita, una mujer de 67 años que vende en una feria cerca de su casa, en un barrio en el sur de Santiago.
Al igual que muchas personas de su edad, Lita debe seguir trabajando aunque recibe desde hace tiempo su pensión, pero es tan baja que se ve obligada a seguir trabajando para poder sobrevivir.
Nos encontramos en La Vega, Central, un enorme mercado de abasto cerca del centro de Santiago donde muchos chilenos vienen a hacer las compras para obtener mejores precios, así como para conseguir productos de mayor variedad.
Al final del día, hacia las 16 horas, algunas personas también buscan entre las frutas y verduras que los locatarios sacaron, alguno que se puede aprovechar.
“A mí no me da vergüenza recoger. La fruta y la verdura que sacan casi siempre está todavía buena para comerse, solo hay que lavarla bien, quitarle lo que esté maltratado. La pico y la guardo en el congelador. Solo no se lo digo a mi esposo, a él sí le avergonzaría”, admite Lita.