Con base en fuentes oficiales de información que contabilizan los vínculos de flujos de producción, consumo e ingreso entre diferentes sectores o industrias, así como al interior y entre países, es posible afirmar para el caso mexicano que más del 60% de las exportaciones de hoy corresponden al sistema maquilador nacido en 1970 y que a partir del TLCAN, hasta el T- MEC, ha recibido un impulso a razón del escaso valor agregado aportado por la industria maquiladora.
ESPECIAL: Industrias
La política industrial del país debe estar anclada en hacer que las Pymes en su conjunto se conviertan en el mayor propulsor del crecimiento, por lo que el fomento de su desarrollo y en particular de su capacidad de innovación, es una cuestión fundamental, pues esta desempeña una función esencial en el mantenimiento de la competitividad de la economía.
Para ampliar los incentivos al espíritu innovador de las empresas se puede recurrir, por ejemplo, a la concesión de desgravaciones fiscales a las innovaciones de las nuevas empresas y la adopción de políticas de apoyo a la colaboración entre el gobierno, la industria y las instituciones académicas.
Además, inversiones públicas en educación e investigación, y apoyo a la cooperación y la actividad empresarial. Esto permitiría que las empresas aprendieran a beneficiarse rápidamente de la innovación hasta convertirse en altamente especializadas.
Si bien es cierto que hoy existen instrumentos de apoyo a las Pymes, también es claro que han desaparecido las tareas de promoción industrial, de los cuales en el pasado se identificaron ramas y empresas a priorizar para el desarrollo de la economía del país.
Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es director de Spark UP y académico de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana. Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión