El coronavirus tiene varias lecturas, éste puede analizarse desde el punto de vista médico, científico, sanitario y como objeto de investigación, pero también constituye un problema político, económico e incluso un reto para la seguridad nacional de los países. En su seno se desentraña el comportamiento de los Estados, la capacidad o falla de liderazgos políticos y las respuestas de las autoridades públicas centrales y locales para gestionar los desafíos técnicos y operativos que lleva consigo.
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Es un tema de actores, tomadores de decisiones y acciones porque a su vez pone a prueba la coordinación, eficiencia y transparencia de las instituciones nacionales e internacionales para evitar la transferencia y propagación global de riesgos. En varias ocasiones ya se ha dicho que la “seguridad sanitaria del país más rico depende de la capacidad que tenga el país más pobre para frenar las enfermedades”.
Bajo la trama del coronavirus también se desenvuelve la gobernanza de los dineros, -los donantes de fondos- y el financiamiento público y privado para enfrentar la contingencia. De igual manera, el brote epidémico toca las fibras de la comunicación y el manejo de información entre gobiernos y sociedades, que de fallar pueden levantar la estigmatización y discriminación contra personas infectadas, utilizando la divisa de la identidad, refractaria del respeto a los derechos humanos.
No olvidemos que China bajo el mando del Partido Comunista trató de limitar en un principio las coberturas periodísticas sobre la enfermedad y utilizó el encubrimiento y la represión en nombre del orden y la estabilidad. Ahí se apuntó la convulsión en China por la muerte del Dr. Li Wenliang, el médico que alertó sobre el mortal virus y quien declaró antes de su deceso que “una sociedad sana no debe hablar con una sola voz”.
OPINIÓN: El impacto económico del coronavirus es global
Además de las pérdidas económicas globales, la caída de los mercados financieros, el menor consumo de petróleo, y las disrupciones de las cadenas productivas y de distribución, el contagio sanitario puede poner “contra las cuerdas” al Partido Comunista y servir de antesala para presionar el cambio político de China.