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Las cenizas del collage

El 2020 impuso un reto enorme y francamente imposible de superar bajo la estrategia de política pública esbozada desde Palacio Nacional, opina Luis Mauricio Torres.
mar 30 junio 2020 06:01 AM

(Expansión) – Hace un año escribí sobre la hipótesis del collage de la actual Administración. La idea central es que el presidente López Obrador, su partido y su gabinete han tratado de presentarnos una obra llena de retazos de política pública que, si los analizamos de manera independiente, no tienen ningún sentido, pero si se les ve en conjunto, como un collage, parecen dar un mensaje, una narrativa.

Así, la cancelación del aeropuerto, la rifa del avión presidencial, el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado y la reducción de salarios a burócratas son símbolos que vistos por sí solos calificaríamos de ocurrencias. Pero ya juntos arman el gran mito de la transformación del país. O mejor dicho, armaban.

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El collage que se vendió durante años de campaña y que se materializó con la entrada de este gobierno no funciona para dar soluciones. No sirve para contener la pandemia que oficialmente ha cobrado la vida de más de 25,000 mexicanos hasta el momento. No resuelve la crisis económica derivada de las medidas de distanciamiento social adoptadas. No fortalece las finanzas públicas con mayor y mejor recaudación fiscal para ofrecer apoyos a las familias y pequeños negocios que atraviesan por uno de los momentos más duros a los que se han enfrentado en décadas. No genera confianza y certidumbre necesarias para atraer y retener inversiones, así como para detonar crecimiento. El plan solo ha servido para debilitar instituciones, alimentar una refinería inundada, inaugurar un tren grafiteado que atenta contra el medio ambiente y pagar por un aeropuerto mal planeado y que al final salió más caro que el anterior.

El collage nos falló a los mexicanos y le fallará al proyecto que encabeza el presidente. Después de una irresponsable gira por algunos estados de la República, los estrategas políticos de su movimiento se dan cuenta que el malestar es generalizado. El crimen y la violencia siguen en ascenso. No hay camas y equipo suficientes para hacer frente a la COVID-19. No hay apoyos para el desempleo, solo los mismos programas sociales mal diseñados de siempre. Lo que sí hay es impunidad y falta de interés en investigar los escándalos de corrupción en su Administración.

Ante el fracaso anunciado de las acciones y omisiones antes y durante la pandemia, vemos al Gobierno federal tratando de dar pinceladas en un inerte lienzo de símbolos y promesas: el SAT con su terrorismo fiscal y otras estrategias inadecuadas para elevar la recaudación a como dé lugar; la Secretaria de Salud más preocupada por la comunicación política que por la comunicación efectiva de la urgencia que implica la crisis sanitaria; el Poder Legislativo embistiendo la independencia y capacidad técnica de organismos autónomos; el presidente ninguneando al INE y autoproclamándose guardián de las elecciones.

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El 2020 impuso un reto enorme y francamente imposible de superar bajo la estrategia de política pública esbozada desde Palacio Nacional. Definitivamente la COVID-19 desnuda nuestros problemas estructurales más profundos, como lo ha hecho en todos los países emergentes que adolecen de los mismos diagnósticos sociales y económicos. La diferencia en México radica en que el proyecto ha decidido cruzarse de brazos ante lo que verdaderamente se debe de atender con urgencia. La pesadilla continúa y nuestros gobernantes se aferran a su agenda obsoleta.

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Quedan pocos bastiones que pueden mejorar el panorama para México. Los gobiernos estatales tienen una oportunidad de oro para mostrar que cuentan con una visión y empuje que ofrezcan soluciones a sus poblaciones. Hoy hacen lo que pueden con sus finanzas debilitadas por años de dependencia a las participaciones federales.

Solo aquellos gobiernos que consistentemente han implementado políticas públicas para cambiar la estructura económica y social de sus entidades estarán preparados para la coyuntura. Las instituciones necesarias para un quehacer público se defienden como pueden y ponen en marcha políticas para defender la competencia, la atracción de inversiones y mantener a raya los pulsos antidemocráticos.

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La crisis sanitaria y económica está creando vacíos de liderazgo político y no vemos con claridad una alternativa que los llene. Solo con las acciones desde lo local podremos generar bienestar y desarrollo, en gran parte porque la estrategia federal no está funcionando. Como sociedad, necesitamos cambiar el foco de nuestra visión: dejar de señalar únicamente las pifias del gobierno central y comenzar a exigir resultados a una mayor diversidad de actores. Requerimos alternativas que nos ofrezcan soluciones, no narrativas que ante la prueba de fuego se hagan cenizas.

Nota del editor: Luis Mauricio Torres Alcocer es Coordinador de operaciones y análisis económico del del Instituto Mexicano para la Competitividad ( IMCO ). Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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