Algo semejante podría estar ocurriendo aquí: que se develen las caras de muchos presuntos malhechores. Sin embargo, la que escribe no imagina a Videgaray, esposado y en prisión preventiva. Tal vez, como a Lozoya, le dé el tramafat a Videgaray y sea hospitalizado o enviado a arresto domiciliario, como lo estamos casi todos, no tanto por criminales, sino por cuarentenados.
Hasta el momento, Lozoya ha señalado actores que claramente son enemigos de una rencilla algo antigua del presidente con el Partido Acción Nacional. Es algo así como cuando a Bartlett le dio un arranque por inculpar a Luis Téllez, a Carlos Ruiz Sacristán, y a otros de la tecnocracia Salinista conservados en formol, de delitos seguramente prescritos e imposibles de probar.
Nombres, nombres, queremos nombres de todos los que recibieron billetes a cambio de la aprobación de la reforma energética. Si Lozoya, como ave de las tempestades, se pusiera a cantar, la lista sería muy extensa, con operadores no solo del PRIAN, sino incluso de lo que ahora es Morena, de lo que fue el PRD, argollas sindicales y hasta uno que otro miembro de la delincuencia organizada. Abierta la caja de Pandora, puede salir de todo. Y, como es este país nuestro, es muy posible que no suceda nada porque los intereses de una reforma de este tamaño son inconcebibles en su magnitud y complejidad.
Y a pesar de todo el modelo es defendible, y deseable. Más aún, es el único viable.
En primer lugar, los monopolios son malos. En segundo, los monopolios quebrados son peores. La que escribe no es propensa a hacer afirmaciones simplonas pero esta vez ha lugar. Dígase que la reforma energética es, presuntamente, la hija buena de un acto de violación al estado de derecho. Los que son pro vida deben entender el símil. El modelo en sí, como tal, no contiene fallas ni de diseño normativo, ni institucional, haya nacido como haya nacido e independientemente de quienes la hayan concebido.
Claramente, lo ideal sería que las leyes irradiaran de santos e ilustres pero en México, como en muchas partes del mundo, eso no sucede. En el contexto de la situación colombiana, un amigo me dijo “no hay que confundir Dinamarca con Cundinamarca".