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Emilio Lozoya, como anillo al dedo

Los inversionistas, en un entorno mundial como en el que estamos, caerán a cuenta gotas y menos cuando se percaten de que en México los criminales se vuelven víctimas, opina Miriam Grunstein.
mié 12 agosto 2020 01:00 AM

(Expansión) – Si fueran necesarias razones para darle el tiro de gracia a la reforma energética, ¡ya las tienen! Es dudoso que la aprehensión y extradición de Emilio Lozoya, como ya pinta, vayan a favorecer la justicia y el combate a la corrupción. En cambio, parece que le darán el tiro de gracia al único modelo viable para el sector energético mexicano.

Ojo. Aquí no se pretende ni justificar los muy posibles –y poco “probables”—actos de corrupción que seguramente le dieron vida a esta reforma. Hay que distinguir entre el modelo y la clase política que le dio origen. Lo mismo sucede en este momento en Colombia, con la detención de Álvaro Uribe. La reforma petrolera colombiana es aún un buen modelo que devino de un gobierno que con cada día demuestra ser más execrable.

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Algo semejante podría estar ocurriendo aquí: que se develen las caras de muchos presuntos malhechores. Sin embargo, la que escribe no imagina a Videgaray, esposado y en prisión preventiva. Tal vez, como a Lozoya, le dé el tramafat a Videgaray y sea hospitalizado o enviado a arresto domiciliario, como lo estamos casi todos, no tanto por criminales, sino por cuarentenados.

Hasta el momento, Lozoya ha señalado actores que claramente son enemigos de una rencilla algo antigua del presidente con el Partido Acción Nacional. Es algo así como cuando a Bartlett le dio un arranque por inculpar a Luis Téllez, a Carlos Ruiz Sacristán, y a otros de la tecnocracia Salinista conservados en formol, de delitos seguramente prescritos e imposibles de probar.

Nombres, nombres, queremos nombres de todos los que recibieron billetes a cambio de la aprobación de la reforma energética. Si Lozoya, como ave de las tempestades, se pusiera a cantar, la lista sería muy extensa, con operadores no solo del PRIAN, sino incluso de lo que ahora es Morena, de lo que fue el PRD, argollas sindicales y hasta uno que otro miembro de la delincuencia organizada. Abierta la caja de Pandora, puede salir de todo. Y, como es este país nuestro, es muy posible que no suceda nada porque los intereses de una reforma de este tamaño son inconcebibles en su magnitud y complejidad.

Y a pesar de todo el modelo es defendible, y deseable. Más aún, es el único viable.

En primer lugar, los monopolios son malos. En segundo, los monopolios quebrados son peores. La que escribe no es propensa a hacer afirmaciones simplonas pero esta vez ha lugar. Dígase que la reforma energética es, presuntamente, la hija buena de un acto de violación al estado de derecho. Los que son pro vida deben entender el símil. El modelo en sí, como tal, no contiene fallas ni de diseño normativo, ni institucional, haya nacido como haya nacido e independientemente de quienes la hayan concebido.

Claramente, lo ideal sería que las leyes irradiaran de santos e ilustres pero en México, como en muchas partes del mundo, eso no sucede. En el contexto de la situación colombiana, un amigo me dijo “no hay que confundir Dinamarca con Cundinamarca".

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Hay que acabar de tajo con lo indeseable pero no sabemos cuántas cabezas tiene la Hidra. Si le cortan la cabeza a Videgaray o al mismo Peña, saldrán más, cientos o miles más. En cambio, los inversionistas, en un entorno mundial como en el que estamos, caerán, si acaso, a cuenta gotas y menos cuando se percaten de que en México los criminales se vuelven víctimas.

Ese es el punto que hace más grotesca esta farsa, Ahora, resulta que Emilio hizo lo que hizo bajo mucha presión. Es incuestionable que no actuó solo y que el sistema lo asistió en sus canalladas. Pero ¿presionarlo? Sí, así como lo orillaban, en contra de su santa voluntad, a viajar a su oficina en Pemex en helicóptero, y que su particular, según muchos agraviados, cobraran sus citas a 5, 10, 15 mil dólares. Existe, incluso, una “leyenda urbana” (muy repetida por empresarios que estuvieron presentes), de que, en una rifa para una colecta para la Cruz Roja, se ofreció un desayuno con Lozoya con un valor de medio millón de pesos. ¡Y que hubo ganador!

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Emilio Lozoya no es una víctima. Al contrario, es uno de los verdugos de un buen modelo para el país, obstruido por décadas, por políticos necios, oportunistas e ignorantes. Si para aprobar el esquema se tuvo que pagar un precio, pues el problema no está ni en éste ni en el país que pudo haberlo aprovechado. Morirá una buena idea y la escoria política seguirá campante, vivita y coleando.

Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad ORT México y es académica asociada al Centro México de Rice University. También ha sido profesora externa del Centro de Investigación y Docencia Económicas y coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin. Hoy es socia fundadora de Brilliant Energy Consulting y dirige el blog Energeeks. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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