Muchas de estas empresas están pensando aceleradamente en grandes avances tecnológicos para cambiar nuestras vidas, pero muy poco en el impacto social y psicológico que estos cambios pueden tener en el tejido social en el futuro.
En Japón, Sony creó Aibo, un perro robot que aprende sobre los hábitos de su dueño o dueña y que, incluso, adapta su carácter cuando cambia el carácter de ellos. Algoritmos de mascotas que almacenan información, escuchan y saben cómo piensa y reacciona su dueño.
Es cierto que el contexto social de ese país es favorable: más del 30% de la población japonesa es mayor a los 65 años. Hay ancianos que roban solo para ir a la cárcel y ser acompañados. Así como lo lee. Increíble. Para miles de japoneses, estar con Aibo (que significa "acompañante", en japonés) es estar con alguien, no con algo.
Esta tecnología puede cambiar nuestras ideas sobre lo que entendemos por cercanía y alteridad: confianza, fidelidad, intersubjetividad o amor.
Como filósofo, doctor en ciencias sociales y Coach Ejecutivo me parece esencial ayudar a problematizar estos y otros fenómenos sociales que vendrán hacia nosotros más temprano que tarde.
Pensemos juntos. En una sociedad en la que Aibo sabe todo sobre mí, ¿qué significa “conocer a alguien”? ¿Esos perros robot: conocen a sus dueños? ¿Qué idea de alteridad hay detrás? ¿Puede un robot llegar a ser un otro para mí en el futuro?
Esos perros saben todo sobre sus dueños. Si por el tono de voz lo notan agresivo, intentan ser comprensivos. Generan una sensación de empatía, conocimiento e intimidad. Son robots y consiguen producir en sus dueños la sensación de que les retribuyen su cariño.
Hay reuniones periódicas en cafés en las que aquellos que tienen un perro robot van con sus mascotas, las visten, les ponen moños. Hay reuniones de humanos en torno a los perros robots. Algoritmos que motivan interacción humana.