El rápido crecimiento del comercio electrónico es un fenómeno que se ha observado en todo el mundo. México no es la excepción: según estimaciones de The CIU, para el cierre del primer trimestre de 2020 habría 62.4 millones de usuarios de esta modalidad, lo que representa un crecimiento anual del 16.4% respecto al año anterior, cuando existían 61.9 millones.
Por su parte, IDC prevé que, por efecto de la cuarentena, las ventas por Internet en el país podrían ascender a 864,000 millones de pesos en 2020, un crecimiento anual del 40%. Este avance es 10% superior al pronóstico previo a la crisis sanitaria, aunque su crecimiento anual ya se ubicaba entre el 24% y 36%.
Ante este nuevo e inesperado contexto, las empresas del sector minorista han tenido que demostrar su fortaleza digital para responder efectivamente a las demandas de los consumidores con los recursos tecnológicos, digitales, logísticos y de suministro con los que contaban cuando estalló la pandemia.
Por supuesto, han ido evolucionando y reforzando sus procesos en el camino. El escenario creado por COVID-19 también les ha hecho ver cuáles son sus debilidades y fortalezas, sus oportunidades de mejora y su nivel de madurez en lo que al comercio electrónico se refiere: bajo, medio y alto.
El nivel bajo
Lo que caracteriza a las organizaciones con un nivel de madurez bajo es que tienen canales de comercio electrónico incipientes o nulos. Puede deberse a una escasa visión empresarial, falta de inversión en tecnologías digitales, renuencia al cambio, o podrían considerar innecesario tener su propio portal de ventas en línea.
Ese grupo ha sido al que más ha impactado la pandemia. Saben hoy que podrían salir del mercado si no aceleran el desarrollo de un canal de ventas digital, o no se unen a una plataforma electrónica que apoya a distintas empresas.