Por tanto, la clave de una mayor competitividad en un contexto donde la creatividad y las ideas revolucionarias serán las protagonistas de la transformación industrial próxima, radica en la habilidad de las empresas para potenciar las cualidades y talentos entre los miembros de su personal.
En este sentido, el auge tecnológico y el proceso de automatización, no implicarán de ninguna manera que la capacidad humana quede a un lado, sino que, por el contrario, significarán una inmejorable oportunidad para ampliar los límites de nuestra inteligencia y así hallar soluciones viables a asignaturas pendientes por resolver de la mano de las herramientas digitales y las posibilidades de un paradigma de conectividad sin precedente.
Ahora bien, el cómo impulsar el talento humano representa hoy un desafío para la mayoría de las empresas. Para muchas de ellas, se trata de un aspecto limitado al área de Recursos Humanos. Empero, lo cierto es que los individuos desarrollamos nuestras capacidades en plenitud cuando nos encontramos motivados, tenemos un sentido de propósito y nos identificamos con quienes nos acompañan en el proceso.
Por decirlo de otro modo: la gestión del talento en beneficio de la compañía depende inevitablemente de la persona o personas que nos lideran y del equipo de trabajo que nos rodea. Como corolario, es enorme la cantidad de talento que se deja de desarrollar como consecuencia de liderazgos deficientes y falta de una cultura organizacional sólida que invite a la cohesión.
Sin duda, la labor del departamento de recursos humanos es fundamental: los procesos de inducción y los cursos de actualización son necesarios para establecer un mínimo de conocimientos y conceptos por ser aplicados en la operación de la organización.
En el reclutamiento de personal, se selecciona a los mejores; en los ciclos de capacitación, se hace mejores a los ya seleccionados. Sin embargo, ya que la excelencia es un hábito y el talento es un músculo que requiere de ejercitarse, es el desempeño profesional el que maximiza el potencial del sujeto.
La asimilación paulatina de los principios y valores institucionales; el diálogo constructivo con los compañeros; la negociación justa pero firme con proveedores; y el trato afable con clientes: todas actividades que, acompañadas de la confianza y la guía de un buen liderazgo, forjan el carácter e impulsan las aptitudes de cualquier profesionista.