Tal como existe, es un estorbo, una carga, incluso para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Bien hizo el Ex Comisionado Celestinos al emigrar a la SENER para trabajar directamente con la Secretaría Nahle. Al menos él sí tuvo la lucidez para identificar su vocación real.
Desde la primera sesión, él manifestó que quería encargarse de la supervisión de la refinería de Dos Bocas. Desde entonces, no se le vio ni una sola astilla de la madera de un regulador. Tan solo por su lealtad inquebrantable a Pemex, nada tenía que hacer en la CRE.
Pero ¿los demás? No se sabe de ninguno que cumpla con su encargo. Más aún, no se sabe nada de ninguno porque, si bien algunos tienen trayectoria dentro del sector por haber estado en la operación técnica de la petroquímica y la refinación, la gran parte de ellos no tiene ni experiencia ni perfil de reguladores. La excepción en este caso hubiera podido ser Leticia Campos, cuyo trabajo académico tendría que imponerle cierta neutralidad.
Sin embargo, desde la primera sesión de la nueva camada de comisionados, ella manifestó que había llegado el momento de devolverle a la CRE su función social, cosa que no solo es equívoca sino que plantea un disparate demagógico. Todos los reguladores deben, por su misma naturaleza, cumplir una función social, solo que lo hacen corrigiendo fallas de mercado, que no a través de labores de beneficencia.
Lo que Campos quiso decir es que, de ahora en adelante, la CRE se abocaría a favorecer a Pemex y a CFE, los cuales supuestamente cumplen con una función social.
Nada más retorcido que favorecer a un regulado por considerarlo caritativo. De hecho, las leyes que norman sus fines y funciones impiden que la CRE, o cualquier regulador sectorial, le dé trato preferencial a regulado alguno, sea público o privado, querido u odiado, del color y el tamaño que sea. Con acotadas excepciones, los reguladores dan trato indistinto a los regulados porque, si la ley no distingue, el órgano no debe distinguir.
Pero tanto al presidente, como a la secretaria y a los mismos comisionados, la noción del Imperio de la Ley les pasó de noche. Tanto así que sin pudor alguno se han manifestado a favor de los regulados propiedad del Estado y en contra de la participación de los particulares. Para colmo, el director general de CFE, en su ya conocido tono dictatorial, ha demandado ser favorecido por ellos.