Carlos Slim, el hombre más rico de México, el amigo de Andrés Manuel López Obrador, en un encuentro público, atípico, con Carlos Salazar, presidente saliente del CCE, dejó en claro la postura que los empresarios deben tomar a partir de ya. “El tener conflictos, yo diría a veces caprichosos o ideológicos, es una tontería”, dijo el ingeniero para después no dejar títere sin cabeza: “Confrontar por confrontar o porque el que ganó no es de nuestro agrado, es una estupidez”.
En el mensaje enviado por el empresario con una fortuna estimada en 62,800 millones de dólares todas las intencionalidades caben. Para algunos empresarios fue tomado como un regaño, a raíz de los pobres resultados que se han obtenido. Para otros significa la línea que se debe seguir sí o sí. Pero también hay quienes sostienen que están frente a una negociación más entre la política y los intereses económicos, un nuevo episodio en el que la clase empresarial se vuelve a enredar con la política de siempre.
Como quiera que sea, la estrategia es muy clara: la relación de la IP con Andrés Manuel López Obrador sepultará la estridencia y dará paso a una narrativa de colaboración “por el bien del país”, enalteciendo las coincidencias, “el impacto social” que debe privar en todas las decisiones y el apoyo sin rubor hacia todo lo que provenga de Palacio Nacional. Punto.
Pero eso no quiere decir que estemos frente a una obediencia ciega. De ninguna manera. Sí, todo indica que hay consenso en torno de ya no buscar pleitos con el poder presidencial, pero eso no elimina por arte de magia la incertidumbre y las molestias que se mantienen hacia el gobierno, que también debe cargar con sus grados de responsabilidad en esta historia.
La alineación ocurrirá, los empresarios contribuirán con la llamada cuarta transformación, pero guardarán su ideología para otros tiempos. Es política, no cuestión de negocios. A corto plazo no se registrarán encendidos discursos hacia temas espinosos como la revocación de mandato. Quizá, algunos órganos de representación pretendan ser más vocales, pero nada que rompa con la unidad empresarial.