Hasta hace no muchos años, la economía se caracterizaba por la presencia dominante de productores e intermediarios masivos: la gran fábrica de pantalones los vendía a la gran tienda departamental, que finalmente los llevaba al público. Y el trabajo que demandan estas empresas implica un número fijo de horas, con una remuneración establecida acorde, que no necesariamente permiten al empleado hacer un uso más eficiente de su tiempo o tener la posibilidad de generar ingresos conforme a su necesidad.
Las aplicaciones generan una disrupción sobre ese esquema, porque facilitan la relación entre personas, productoras y consumidoras. El videoblogger ofrece directamente su contenido al usuario; la cocina fantasma ofrece directamente su comida al comensal, el anfitrión su casa al huésped, el dueño del coche lleva directamente al pasajero y así sucesivamente.
Las personas tienen entonces mucha mayor flexibilidad y autonomía para decidir cuánto tiempo y recursos invertir para generar ingresos con base en su necesidad; pueden difundir sus servicios a un costo asequible y encontrar mercados afines a ellos; o consiguen generar valor a partir de los bienes que poseen y traducirlos en capital propio. Como todo cambio, la expansión de una economía digital y colaborativa no ha estado exenta de cuestionamientos, sobre todo en lo relacionado a nuevos modelos de generación de ingreso.
Es un hecho que las aplicaciones han significado una oportunidad para miles de personas de complementar o incluso sustituir su fuente de ingresos: el esquema actual, basado en la flexibilidad, se ha posicionado como un verdadero motor de bienestar para muchas personas y hogares en México y el mundo.
Sin embargo, esto no quiere decir que las plataformas digitales estén decididas a ignorar las necesidades e integridad de sus usuarios. Por el contrario, los ponen al centro para tomar decisiones que benefician a todos. Por eso resulta imprescindible ampliar el debate y escuchar a todas las voces en las discusiones sobre la dirección que está tomando la economía digital en éstos y en muchos otros ámbitos en los que la innovación pone a prueba nuestra realidad cotidiana.