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Tecnología, responsabilidad social y cultura de paz

Ante el acelerado desarrollo tecnológico, las organizaciones deberían incorporar la ética y la responsabilidad social para orientar su uso hacia el bien común, apunta Jorge Reyes Iturbide.
mié 11 enero 2023 06:10 AM
Tecnología, responsabilidad social y cultura de paz
La innovación tecnológica se convierte en un poderoso elemento democratizador que puede abrir nuevos canales y espacios virtuales e híbridos para lograr una mayor participación de las personas y de las organizaciones, señala Jorge Reyes Iturbide.

(Expansión) - La cuarta revolución industrial ha sido un parteaguas para el desarrollo acelerado de diversas tecnologías como la inteligencia artificial (IA), la robótica, el Internet de las cosas (IoT), la impresión 3D, y el cómputo cuántico, entre otras; y su adopción e impacto están cada vez más presentes, en mayor o menor medida, en todos los ámbitos de nuestras vidas, impulsando así una transformación digital masiva que en algunos casos borra los límites entre lo físico y lo virtual, e incluso puede contribuir a generar una cultura de paz.

Por ejemplo, si tomamos todos los cambios que las organizaciones tuvieron que implementar a partir de la pandemia por COVID-19, podemos ver la importancia que la tecnología tuvo para que éstas pudieran adaptarse al contexto, seguir operando muchas veces de manera remota y salir adelante con aprendizajes valiosos para su resiliencia y supervivencia futura; y al mismo tiempo se reforzaron la solidaridad y el compromiso social con los más afectados.

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Sin duda hubo sectores mejor preparados que otros, pero en todos los casos esta situación detonó o aceleró la transformación digital de sus modelos operativos o de negocio, que se vio reflejada en la implementación de esquemas de trabajo remoto o híbrido, con un mayor uso de herramientas digitales de trabajo, la digitalización de trámites y procesos, así como ajustes en la prestación de sus servicios o en la comercialización de sus productos a través de plataformas en línea, y en la incursión de nuevos canales de entrega a domicilio, por mencionar algunos.

Sin embargo, no siempre la tecnología se usa para lo correcto, o con un fin positivo, pudiendo tener impactos y consecuencias muy negativas. Ante este acelerado desarrollo tecnológico, las organizaciones deberían tomar esto en consideración e incorporar la ética y la responsabilidad social para orientar su uso hacia el bien común y cambiar aquellas prácticas que no estén en armonía con su entorno, para beneficiar tanto a la organización como a las personas que la integran y sus diversos grupos de interés, tomando a la innovación y la tecnología como elementos detonadores o potenciadores.

Todo esto exige una reflexión profunda y el replanteamiento de los modelos tradicionales, preguntándonos no solo el cómo o el porqué de esta transformación digital, sino el para qué, es decir su propósito; y éste debería de contemplar en el centro al ser humano, a su desarrollo integral o a la búsqueda del bien común a partir del respeto a su dignidad y los demás derechos humanos, para la construcción de una cultura de paz a partir del buen uso que se le dé a la tecnología, logrando una contribución o impacto positivo en materia económica, social y ambiental.

De esta manera podemos visualizar a la tecnología como un componente más del desarrollo sostenible, y de ahí la necesidad de que no sólo se concentre en los países más desarrollados o en el sector privado, sino que se logre transferir a los menos desarrollados o se implementen modelos para financiarla y generarla en estos mercados, involucrando a los gobiernos y a las organizaciones de la sociedad civil.

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Con este enfoque, la innovación tecnológica se convierte en un poderoso elemento democratizador que puede abrir nuevos canales y espacios virtuales e híbridos para lograr una mayor participación de las personas y de las organizaciones, tanto de manera individual como colectiva.

Esto a su vez sirve para mejorar los procesos de diálogo con grupos de interés y de rendición de cuentas de las organizaciones, para el fortalecimiento de la cadena de valor, para detonar el emprendimiento o el ‘intraemprendimiento’ orientados a la solución de problemáticas sociales o ambientales a través de la tecnología y para la colaboración, la co-creación y la construcción de sociedades más inclusivas, justas y equitativas, lo que sin duda abona a la construcción de una cultura de paz.

Nota del editor: Jorge Reyes Iturbide es especialista en responsabilidad social empresarial y desarrollo sostenible y desde hace 18 años ha trabajado para diversas empresas y organismos nacionales e internacionales en proyectos de investigación, consultoría, desarrollo de estándares y educación ejecutiva en la materia. Actualmente es Director del Centro IDEARSE de la Universidad Anáhuac México. Síguelo en Twitter y LinkedIn Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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