Entonces, si bien podría ser fácil descartar los años 2010 como la década en que las franquicias y las historias de superhéroes fueron las únicas películas que importaron, también sería inexacto, y por algunas razones.
Por un lado, la década de 2010 fue la década en la que Hollywood se vio obligado a considerar algunas de sus desigualdades sistemáticas, desde la lucha por producir historias diversas; a la falta de reconocimiento por ese trabajo; a las acusaciones generalizadas de discriminación de género, acoso sexual y agresión dentro de la industria.
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Pudimos ver este ajuste de cuentas en la pantalla grande, ya que devoramos contenido de narradores como Ava DuVernay, Jordan Peele, Alfonso Cuarón, Greta Gerwig, Ryan Coogler, y Barry Jenkins. Y también lo viste fuera de la pantalla, ya que colectivamente vimos a algunos de los jugadores poderosos de la industria comenzar a derrumbarse bajo el peso de las inquietantes acusaciones.
Sin embargo, también está el hecho de que las franquicias y las historias de superhéroes ya no son el anatema crítico que alguna vez fueron. Desde las entregas de las franquicias de Harry Potter y Hunger Games, hasta la conclusión de la trilogía Dark Knight de Christopher Nolan, hasta las películas de Marvel que establecieron récords, la última década vio géneros que alguna vez fueron tratados como básicos cimentar su estatus como oportunidades para la excelencia cinematográfica.