Como sucede en millones de empresas en México, en la fábrica de textiles que Ernesto heredó de su abuelo el negocio no iba mal, pero llevaba mucho tiempo con las mismas ganancias... e incluso, en algunas temporadas, reportó pérdidas.
La falta de capital para inversión le impedía mejorar sus tiempos de producción, así como llegar a otros mercados dentro del mundo textil. Además, sus máquinas ya eran obsoletas y no podía sacarles todo el provecho para producir más ropa, aunque llegaban nuevos pedidos de sus clientes, satisfechos por la calidad de las prendas que les producía.