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Trump está atrapado entre dos impulsos acerca de Irán

El presidente de Estados Unidos busca evitar un gran conflicto en Medio oriente, pero no quiere mostrarse débil, lo que complica aún más la política exterior de Washington.
mié 18 septiembre 2019 05:04 AM
Precipitado.
En otras circunstancias, se le podría aplaudir a Trump que haya tomado un curso prudente al investigar a fondo la situación antes de considerar las opciones militares, pero sus tuits lo delatan.

WASHINGTON (CNN)- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está atrapado en un rincón político —en gran medida por su culpa— en el tema de Irán; este predicamento se vuelve cada vez más complicado con cada ciclo alarmante de intensificación.

Tras el sofisticado ataque contra un yacimiento petrolero saudí , Trump está debatiéndose entre dos rasgos políticos y de carácter que están empezando a definir su política exterior.

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Trump está desesperado por evitar un nuevo lodazal en Medio Oriente, pero no puede darse el lujo de parecer débil.

"No quiero una guerra con nadie", dijo Trump el lunes, 16 de septiembre, antes de retomar la actitud grandilocuente. "Tenemos a las fuerzas armadas más fuertes del mundo […] Estamos preparados, más que nadie".

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La lucha que se libra al interior de Trump puede explicar los giros contradictorios de una sesión con los reporteros en el Despacho Oval, el lunes. Sus comentarios enturbiaron la estrategia futura de Estados Unidos, además de que pusieron de relieve que la difícil situación del presidente es el resultado predecible de sus propias decisiones políticas.

Apoltronado en su sillón amarillo, junto al príncipe heredero de la corona de Bahréin, Trump difícilmente parecía el comandante supremo de acero, "cargado y amartillado ", listo para la acción, imagen que promovió en un tuit que dejó al mundo en vilo el fin de semana.

"No quiero meterme en un conflicto nuevo, pero a veces hay que hacerlo", dijo.

Ahora, le están pidiendo al hombre que tuiteó en 2014 que "Arabia Saudita debería pelear sus propias batallas" que, como presidente de Estados Unidos, proteja al reino que se ganó su favor con halagos ostentosos en su primera gira al extranjero.

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Haciendo una referencia tácita a este dilema, Trump dejó en claro que no les había prometido nada a los saudíes, pero agregó —garantía menos que categórica para un aliado con el que ha sincronizado la política exterior estadounidense— que "encontraremos una solución con ellos".

Cuando se le preguntó si Irán era el culpable del ataque, Trump respondió: "Eso parece". Sin embargo, momentos más tarde, le respondió "yo no dije eso" a un reportero que pedía una aclaración.

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Tras un día de mensajes políticos contradictorios, la impresión que Trump le dio al mundo fue la de un presidente que quería ganar tiempo y que está ávido de guardarse algunas salidas, además de que le restó importancia a una crisis que ha cimbrado a los mercados petroleros, que podría atrofiar el crecimiento mundial y traumatizar a la economía que necesita para ganar la elección en caso de que las cosas empeoren.

Trump da señales incoherentes

Parece que hoy están en juego las mismas fuerzas que llevaron a Trump a cancelar repentinamente un ataque contra blancos iraníes en junio , en represalia por el derribo de un dron estadounidense en el golfo de Omán.

En otras circunstancias, se le podría aplaudir a Trump que haya tomado un curso prudente al investigar a fondo la situación antes de considerar las opciones militares.

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Sin embargo, los tuits agresivos de Trump y la prisa del secretario de Estado, Mike Pompeo, por culpar a Irán los dejaron sin el beneficio de la duda.

Pompeo acorraló aún más a su jefe el fin de semana al tuitear que el gobierno iraní había "emprendido un ataque sin precedentes contra el suministro energético mundial".

Trump sembró la confusión el lunes, tal vez con la intención de hacer algo de espacio diplomático.

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"Creo que tendré un mensaje más firme —o tal vez no haya mensaje— cuando tengamos los resultados finales de lo que estamos viendo", dijo. "Ya saben que no hay prisa".

Las opciones que Trump tiene no son nada atractivas, lo que refleja la complejidad de la presidencia, realidad que rara vez acepta.

Un funcionario federal estadounidense dijo a CNN que Estados Unidos había determinado que el ataque se había originado en Irán. El funcionario habló bajo anonimato porque no tiene autorización para hablar con la prensa.

Hasta ahora, el gobierno estadounidense no ha dado pruebas de la culpabilidad de Irán en el ataque que se adjudicaron unos rebeldes hutíes de Yemen que cuentan con el respaldo de Irán.

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Si Irán es culpable y Trump no hace nada, dará la impresión de ser un tigre de papel que hace amenazas militares sin sustento. Esto envalentonaría a Irán e indicaría que saldría impune tras tomar de rehén a la economía mundial.

John Thune, senador republicano por Dakota del Sur dijo el lunes que pese a que aún no están claros los hechos que rodearon a los ataques en Arabia Saudita, es necesario que la posibilidad de que Estados Unidos reaccione con la fuerza "esté sobre la mesa". "Para tener un disuasivo creíble ante cualquier mala conducta futura, tienen que creer que existe esa posibilidad", dijo.

La incomodidad de Trump puede explicarse a través de las probables consecuencias desastrosas de una guerra con Irán.

Las hostilidades frustrarían la promesa de campaña que Trump hizo en 2016 de evitar involucrarse en conflictos en el extranjero. Los soldados estadounidenses en la región podrían ser vulnerables y aliados como Israel y Arabia Saudita quedarían atrapados en la línea de fuego.

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También están las consecuencias económicas, mismas que pondrían en riesgo su campaña por la reelección en 2020.

La crisis apremia a las negociaciones entre Estados Unidos e Irán

La diplomacia tampoco ha servido.

El estira y afloja entre los ideales políticos y de política exterior de Trump están obstaculizando sus esfuerzos titubeantes por entablar negociaciones con Irán.

La iniciativa estaba condenada al fracaso desde que Trump pretendió reemplazar el tratado nuclear del que se retiró el año pasado, lo que al parecer confirma la impresión que tienen los radicales iraníes: que nunca pueden confiar en Estados Unidos.

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Mientras busca la reelección, Trump va por el mundo buscando triunfos publicitarios… y su objetivo es tener una reunión histórica con el presidente de Irán, Hasán Rohaní, en la Asamblea General de Naciones Unidas, la semana próxima.

Por ahora, eso es políticamente imposible para ambas partes.

A diferencia de lo que pasa con Kim Jong Un, el líder norcoreano, a la república islámica no le interesa en lo más mínimo una sesión de fotos que luzca bien en los videos de campaña.

Los iraníes dejaron en claro que su precio para participar en pláticas es que se levanten las sanciones a su país, concesión que exigiría que Trump ofreciera la clase de zanahoria que ofreció su predecesor, Barack Obama, cosa que nunca se cansa de condenar.

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Algunos analistas creen que si Irán tramó los ataques en Arabia Saudita, podría ser señal de que ya renunciaron a la idea de que la diplomacia llevará a que Estados Unidos levante las sanciones que han asolado a su economía.

Si se demuestra que hubo acción militar iraní o ataques de sus intermediarios en la región, también indicaría que las fuerzas hostiles al diálogo en la política iraní tienen la ventaja.

La sola idea de que Trump entable un diálogo con Irán parece improbable.

Tras 40 años de animosidad, no hay probabilidades de que el presidente de Estados Unidos y los líderes de Irán "se enamoren", como dijo Trump de su floreciente relación con Kim.

Una de las cosas que frustra a Trump —quien cree, con pocas bases hasta ahora, que su magnetismo personal puede forjar acuerdos diplomáticos— es lo distante de la dirigencia iraní.

Aunque hablara con Rohaní —la primera reunión de un líder estadounidense con un líder iraní desde la revolución islámica de 1979—, Trump no estaría frente al hombre que toma las decisiones en Teherán.

El líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, ve el mundo a través de una lente clerical y revolucionaria empañada por el dogma antiestadounidense. El entorno en el que está haciendo sus cálculos difícilmente podría ser más lejano al mundo desparpajado de la telerrealidad de Trump.

Pocas esperanzas de que Europa ayude

La postura poco envidiable de Trump pondría a prueba a cualquier presidente de Estados Unidos, incluso a uno que no tuviera que lidiar con las restricciones que impuso la vía contenciosa que Trump eligió para lidiar con Irán.

Una vía de salida para Trump sería usar el ataque contra el yacimiento petrolero saudí como punto de convergencia para reconstruir el frente internacional contra Irán.

Aunque los gobiernos europeos han estado luchando por salvar el tratado nuclear con Irán, hay pruebas claras de que el gobierno iraní estuvo detrás de los ataques y eso podría agotar el capital político que sustenta sus esfuerzos.

Es posible que Trump use el incidente para convencer a los líderes europeos de unirse a la operación estadounidense para impedir que Irán se apodere de los buques cisterna en el golfo Pérsico.

Reino Unido se apuntó, con lo que fomenta su "relación especial" con Estados Unidos ante la inminencia del brexit. Sin embargo, Francia y Alemania se negaron, a lo que siguió una disputa transatlántica por la política de Trump respecto a Irán.

Parece poco probable que haya un acercamiento entre Estados Unidos y Europa, dado que Washington ha intentado socavar todo intento de la Unión Europea por mantener vivo el tratado nuclear.

Por otro lado, si Estados Unidos emprende acciones militares, es muy probable que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se apresure a calmar las aguas y a convencer a Washington y a Teherán de regresar a la mesa de negociaciones.

Kylie Atwood y Ted Barrett, de CNN, contribuyeron con este reportaje.

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