Trump está desesperado por evitar un nuevo lodazal en Medio Oriente, pero no puede darse el lujo de parecer débil.
"No quiero una guerra con nadie", dijo Trump el lunes, 16 de septiembre, antes de retomar la actitud grandilocuente. "Tenemos a las fuerzas armadas más fuertes del mundo […] Estamos preparados, más que nadie".
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La lucha que se libra al interior de Trump puede explicar los giros contradictorios de una sesión con los reporteros en el Despacho Oval, el lunes. Sus comentarios enturbiaron la estrategia futura de Estados Unidos, además de que pusieron de relieve que la difícil situación del presidente es el resultado predecible de sus propias decisiones políticas.
Apoltronado en su sillón amarillo, junto al príncipe heredero de la corona de Bahréin, Trump difícilmente parecía el comandante supremo de acero, "cargado y amartillado ", listo para la acción, imagen que promovió en un tuit que dejó al mundo en vilo el fin de semana.
"No quiero meterme en un conflicto nuevo, pero a veces hay que hacerlo", dijo.
Ahora, le están pidiendo al hombre que tuiteó en 2014 que "Arabia Saudita debería pelear sus propias batallas" que, como presidente de Estados Unidos, proteja al reino que se ganó su favor con halagos ostentosos en su primera gira al extranjero.