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Estados Unidos elige presidente entre dos visiones opuestas del mundo

El manejo de la pandemia de COVID-19, la recuperación económica, la migración y el papel de Estados Unidos en el mundo están en juego en las urnas.
mar 03 noviembre 2020 05:03 AM
Un antisistema
Donald Trump se ha vendido como un político fuera del sistema político, lo que puede resultar aún muy atravtivo para muchos votantes en Estados UNiidos.

El día llegó. Este martes 3 de noviembre, Estados Unidos terminará de decidir quien será su presidente por los próximos cuatro años. El reto del próximo mandatario no será sencillo, pues Estados Unidos enfrenta la peor crisis económica desde la Gran Depresión, con un panorama que se torna oscuro por el crecimiento del número de casos de coronavirus en el país más afectado por la pandemia.

Hasta el lunes 2 de noviembre, más 93 millones de estadounidenses ya habían emitido su voto, lo que puede presagiar una participación récord en los comicios.

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Aún el último día de la campaña, el presidente republicano Donald Trump y el candidato demócrata Joe Biden, acudieron a eventos en estados clave, como Pensilvania, para tratar de convencer a los pocos indecisos de cuál de las dos agendas de gobierno.

Y es que, como pudieron demostrar en sus dos debates previos a las elecciones, Trump y Biden tienen dos visiones muy distintas de cómo abordar la crisis económica, el manejo del COVID-19, el cambio climático y el papel de Estados Unidos en el mundo.

“Estados Unidos se juega el futuro de su sistema”, dijo José Carlos Rodríguez Pueblita, socio director de la consultora Pondera, en entrevista con Expansión.

Por un lado, Trump, un político antisistema que se ha basado en un discurso conservador, pero sin mucho respeto a las instituciones y a las normas políticas. Y por el otro lado, Biden, alguien que ha forjado su carrera en la conciliación y el diálogo.

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Combatir el COVID-19

Los eventos de campaña de los dos candidatos son muestra de lo diferentes que son sus abordajes sobre la pandemia. Mientras que el demócrata ha preferido hacer pocos eventos, siempre con respeto a la distancia social y a las mascarillas, la campaña del presidente se basó en mitines multitudinarios, donde las medidas sanitarias brillaban por su ausencia.

El presidente, que incluso estuvo hospitalizado tres días por la enfermedad, ha sido criticado por haber subestimado la gravedad del coronavirus y no haber tomado las medidas suficientes para que Estados Unidos se protegiera de la pandemia.

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Puso en duda las mascarillas, promovió medicamentos no probados y predijo la desaparición del patógeno "como un milagro", actuaciones que, según muchos expertos en salud pública, costaron vidas y contribuyeron a un cataclismo económico. Cerca de 230,000 estadounidenses han muerto a causa de COVID-19.

Incluso el domingo, dos días antes de las elecciones, el mandatario sugirió en un mitin que podría despedir a Anthony Fauci, el principal especialista en epidemiología de Estados Unidos y quien le ha contradicho en varias ocasiones.

Otra decisión muy cuestionada fue la de haber abandonado la Organización Mundial de la Salud (OMS) en plena pandemia, con el argumento de que esta oficina de Naciones Unidas está dominada por China, país en el cual se descubrió el virus en diciembre de 2019.

En caso de llegar a la presidencia, Biden dice que inmediatamente pondría en marcha una estrategia nacional para "adelantarse" al virus y acabar con la crisis provocada por la pandemia.

Su plan incluiría la orden de usar mascarillas en todo el país y de ampliar las pruebas diagnósticas gratuitas de COVID-19, impulsando la producción estadounidense de equipamiento médico y haciendo que cualquier futura vacuna "sea gratis para todos, tengan o no seguro" de salud.

También dijo que quiere "quitar el bozal a nuestros expertos" y cancelar el proceso para retirar a Estados Unidos de la OMS, que Trump comenzó en julio.

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Dos recetas para la recuperación económica

Antes de la crisis sanitaria, la economía de Estados Unidos mantenía un crecimiento constante, a pesar de los signos tempranos de una desaceleración económica. La tasa de desempleo era baja, aunque la economía daba algunos signos de desaceleración, pues en 2019 el PIB solo creció un 2.3%, el número más bajo durante el gobierno de Trump.

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“Trump ha obtenido los frutos de ocho años de buena política económica de Obama. Él heredó una economía muy sólida, muy fuerte, con una gran dinámica. Ha sido muy hábil en capitalizar eso”, explicó Rodríguez Pueblita.

El analista dijo que también Trump supo “jalar algunas palancas” que permitieron mantener ese dinamismo, como la reducción de ciertos impuestos. Gracias a esto, algunas empresas decidieron comenzar a facturar en Estados Unidos, lo que generó nuevos empleos.

Pero la pandemia cambió todo. Durante unas pocas semanas se perdieron millones de empleos, más de los que se habían recuperado tras la crisis económica de 2008 y la economía estadounidense, como la de la mayoría de los países, se derrumbó. El PIB de Estados Unidos se contrajo el 31.4% el segundo trimestre de 2020, su peor caída en 73 años.

Esto provocó el fin de la expansión económica más larga de la historia de Estados Unidos en febrero de 2020. “La magnitud sin precedentes del declive en el empleo y la producción, y su amplio alcance en toda la economía, justifica la designación de este episodio como una recesión, incluso si resulta ser más breve que contracciones previas”, dijo la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) en un comunicado publicado en junio.

Aunque la economía creció un 33.1% , esto aún es insuficiente para el país, que teme un nuevo cierre a la economía debido a un rebrote de COVID-19 durante el otoño y el invierno.

Las medidas adoptadas por el gobierno de Trump no han sido suficientes para poder recuperar la economía, pues no han sido del todo efectivas, pues no han ayudado a la reactivación del consumo.

“Todos los apoyos que se han dado no han sido del todo efectivos o inteligentes. Hay estadísticas muy claras de que la gran cantidad de dólares que emitió a través de paquete de apoyo, mucho se ha ido al ahorro de las personas, entonces no se ha sentido esa capacidad de recuperación alentada en el gobierno federal”.

Trump se ha mostrado confiado en el fin de la crisis sanitaria para que la economía vuelva a florecer. Pero los últimos días de la pandemia en Estados Unidos aún parecen lejanos.

“No veo que el presidente Trump tenga idea de qué mecanismos se tengan para sacar a Estados Unidos de la crisis económica derivada del COVID-19, sobre todo porque esta situación no se va a solucionar en seis meses”, dijo María Fernanda Vidal, profesora investigadora de la la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana y especialista en geopolítica.

En julio, Biden reveló su estrategia "Build Back Better" (Vuelve a Construir Mejor), un plan de 700,000 millones de dólares para crear millones de trabajos. El financiamiento vendría del cobro de mayores impuestos a los estadounidenses más ricos y a las grandes corporaciones.

También ha dicho que invertiría grandes cantidades en el sector de energías renovables.

“Esto no solo es factible, sino necesario. Estados Unidos ya llevaba una tendencia muy buena en términos energéticos en la transformación, en la promoción de las fuentes limpios. (…) Están logrando, después de muchos años, invertir en energías renovables, están cambiando el perfil del uso de energías limpias en Estados Unidos y en el mundo”, dijo el socio director de la consultora Pondera.

Volver al Acuerdo de París

Donald Trump anunció al mundo en 2017, durante los primeros meses de su gobierno, que Estados Unidos abandonaría el Acuerdo de París, pues, como ha dicho de otros tratados y acuerdos, eran demasiado duros con Estados Unidos y no tan exigentes con China, de acuerdo con el presidente.

Además, Trump se ha deshecho de varias regulaciones ambientales e incluso ha hablado de terminar con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA).

“En términos de política climática puede haber cambios importantes, sobre todo, modificaciones que obliguen a las industrias a generar cambios en sus cadenas y modos de producción, que estén vinculadas a restricciones mucho mayores en materia de contaminantes”, dijo Vidal.

“La primera cosa que haré será volver al Acuerdo de París", prometió Biden durante su primer debate contra Trump, que abandonó el pacto global sobre el clima en 2017. "Porque con nosotros afuera, miren lo que está pasando. Todo se está desmoronando”.

También dijo que organizaría una cumbre de los principales contaminadores del mundo para "persuadirles" de llegar a compromisos más ambiciosos para reducir las emisiones de carbono. Aunque para convencerlos, Estados Unidos tendrá que establecer también sus propias metas.

“Vemos a muchos otros países, que son países desarrollados que tienen una agenda directamente y establecida en términos de objetivos claros sobre el porcentaje de generación de energía con base en renovables. Alemania, por ejemplo, lo tiene y en Estados Unido no lo vemos”, dijo Vidal.

Biden ha preparado un plan de dos billones de dólares contra el cambio climático, que incluye una "revolución de energía limpia" que busca una economía de cero emisiones como máximo para 2050.

Migración: entre la dureza y un “camino a la ciudadanía”

Una de las banderas más importantes de la campaña de Trump en 2016 fue su agenda antiinmigrante. Aunque falló en deportar a millones de personas que entraron a Estados Unidos sin documentos, si logró reducir las cuotas de refugio que admite el país, así como endurecer los requisitos para la migración legal.

A Trump, sin embargo, le es insuficiente y si gana la reelección, endurecerá la política migratoria de Estados Unidos aún más.

Las cuatro prioridades en la futura política migratoria de Trump serán límites al asilo, penalizar a las ciudades que amparen a los inmigrantes indocumentados, seguir recortando las visas para ciertos viajeros y nuevas restricciones a las visas de trabajo, de acuerdo con su principal asesor en el tema, Stephen Miller, en una entrevista en NBC.

Miller dijo que a Trump le gustaría ampliar a todo el mundo el tipo de acuerdos para "compartir las cargas" firmados con Honduras, Guatemala y El Salvador, por los cuales las personas que procuren obtener asilo en Estados Unidos han de aguardar en otros países el curso de sus trámites.

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En cuanto a las ciudades cuyas autoridades locales que se niegan a colaborar con las federales en materia de inmigración, conocidas como "santuarios", Miller dijo que "habrá un gran contraste con una acción realmente agresiva”.

En cambio, Biden ha prometido un paquete sustancioso de reformas migratorias si gana la Casa Blanca.

Ha anunciado que inmediatamente crearía una fuerza de tarea federal para reunir a más de 500 niños que fueron separados de sus padres por la administración Trump en la frontera con México.

También revertiría las prohibiciones de viaje que impiden que nacionales de varios países de mayoría musulmana ingresen a Estados Unidos.

Pero uno de sus pasos más controversiales podría ser el que tome respecto a los millones de indocumentados que viven en Estados Unidos.

"En los 100 primeros días, enviaré al Congreso de Estados Unidos un plan con un camino a la ciudadanía para más de 11 millones de personas indocumentadas", dijo Biden en su último debate con Trump, el 22 de octubre.

También se mostró favorable a permitir que quienes entraron ilegalmente con sus padres cuando eran niños -un grupo de unos 700,000 jóvenes conocidos como Dreamers- puedan quedarse legalmente en el país y dar pasos para obtener la nacionalidad estadounidense.

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