La denuncia de México a Estados Unidos estaría fundamentada en una práctica discriminatoria de facto (como lo es la imposición de aranceles no contemplados en el texto del USMECA, -T-MEC, en español-) al otorgarle un trato distinto a cualquier otro socio comercial de manera que le perjudique.
OPINIÓN: ¿Por qué Estados Unidos escupe al cielo?
La eventual imposición del 5% progresivo de aranceles –una decisión unilateral excesiva por parte de Estados Unidos- viola el principio de No discriminación de tratados comerciales y de las reglas aplicables de la OMC.
De la misma manera, Estados Unidos estaría violando el principio de Nación más favorecida, que tiene la lógica de reducir barreras entre naciones para facilitar el comercio. Vulnerar ese principio, significa que Estados Unidos al aumentar o reducir aranceles, tendría que otorgar las mismas medidas a los demás países integrantes de la OMC con los que tenga acuerdos comerciales.
Teóricamente, esto llevaría a que debe darle trato igualitario –imponer aranceles- a todos los demás países que sean socios comerciales, por el capricho contra México. Esto es sencillamente es un delirio.
Ahora bien, es importante no perder de vista la posible presión que eventualmente pudiera ejercer Estados Unidos sobre la OMC. Por el costado financiero, Estados Unidos es el país que más aporta al presupuesto de la OMC y al Órgano de Apelación (instancia responsable de emitir el fallo ante un litigio), por ser el país que mayor participación en porcentaje tiene en el comercio internacional entre los Estados miembro.
OPINIÓN: La batalla política de EU le vuelve a pegar a México
No contar con la aportación de Estados Unidos no pone en riesgo la viabilidad financiera del Organización, pero su contribución no es menor. Más importante aún, es la presión política.
Adicionalmente, uno de los tres jueces que integran el Órgano de Apelación (Thomas R. Graham) es estadounidense, lo que lo llevaría a excusarse de participar en el fallo que resolvería el eventual conflicto. En caso de empate, el director general Roberto Azevêdo, se encargaría de romperlo.
Lobby entre aliados
Para cualquiera con dos dedos de frente, resulta evidente que los primeros en pagar las consecuencias de la eventual aprobación de la medida anunciada por Trump serían los consumidores y empresas estadounidenses.
Las consecuencias las resentirían en primer lugar los importadores y los consumidores. Las cadenas de suministro aumentarían sus costos, se pondrían en riesgo empleos, se generaría mayor incertidumbre, y regionalmente, los estados más afectados serían los que exportan a México, esto es, donde se concentra la base social y electoral de Trump.
Tampoco se cumplirá con el deseo de que las empresas crucen el Río Bravo para instalarse en suelo estadounidense. Pero nada de eso entra en el diagnóstico del inquilino de la Casa Blanca.
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Parafraseando a su contraparte, Trump parece tener “otros datos” de la realidad. Ahí están los apoyos con los que puede contar el gobierno mexicano para enfrentar a Trump.
Cuando los iguales se repelen
Al conocerse a finales del año pasado que los flujos migratorios de centroamericanos aumentaban drásticamente y que Andrés Manuel López Obrador les ofrecería visas y trabajo, hubo un mal cálculo en el anuncio.
Lejos de ello, el gobierno mexicano no ha estado en condiciones de cumplir el ofrecimiento, se ha recrudecido la crisis y la inmensa mayoría prefiere a Estados Unidos como destino final. Es muy posible que Trump recibiera la noticia con preocupación, pero también entendiendo las oportunidades políticas que la crisis migratoria le genera.
Da la desafortunada coincidencia que los dos presidentes tienen una visión endogámica de la política. Para López Obrador no hay mejor política externa que la buena política interna y Trump no tiene ningún tipo de consideración para México.
En ese entendido el presidente mexicano ha adoptado, desde el arranque de su gobierno, una estrategia de indiferencia reactiva para no tomar postura ante los ataques de Trump.
Hoy la crisis migratoria le ofrece a Trump una serie de oportunidades de las que espera salir fortalecido. En primer lugar, la aparente contradicción de enviar al Congreso el USMECA (T-MEC) a la vez que propone una guerra contra su principal socio comercial, le ofrece al presidente estadounidense la ocasión para medir fuerzas con Nancy Pelosi.
Si se aprueba, sería en los tiempos decididos por Trump y no por el débil acuerdo sostenido con Pelosi. Si no se aprueba, tendrá el argumento para culpar a los demócratas y que carguen ellos con el costo político. En la relación con México, saca a López Obrador de su zona de confort y lo obliga a reaccionar.
En ambos casos, las reacciones y discursos seguirán consecuentando a sus bases sociales y electorales, en perjuicio de la relación bilateral entre México y Estados Unidos. En el caso de Trump, porque le permite avanzar en su avasallante discurso y agenda antiinmigrante y antimexicana; en el caso de López Obrador, por la falta de arrojo e imaginación para plantarse con una visión digna y responsable de Estado frente a Estados Unidos, apostando por la invisibilidad y no verse en la necesidad de reaccionar ante los ataques del bully de Trump.
Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.
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