La reconfiguración de los procesos productivos y comerciales y de las relaciones humanas está en el núcleo de esta evolución obligada que nos ha lanzado hacia adelante, quizá para darnos una nueva oportunidad como especie y con ello, modificar y optimizar la relación que tenemos con nuestro entorno.
En esto, será de vital importancia que las industrias de todos los ramos, las empresas de todos los giros y tamaños, incluso los profesionales independientes de las más diversas disciplinas tengan la capacidad de hacer un examen diagnóstico serio, sobre cómo deberán reaccionar a partir de esta “nueva normalidad”, como se ha denominado a la vida que vendrá después del confinamiento.
En matemáticas se usa el término “iteración” para describir el proceso de implementar o probar una función repetidamente, utilizando el resultado de dicho proceso como el inicio de un nuevo ciclo que tiene como resultado algo mejor y superior al punto original, y que a su vez sirve de base para iniciar este nuevo ciclo.
Traigo esto a colación porque considero que, desde el ámbito personal, hasta el organizacional, empresarial, gubernamental, nacional y supranacional, estamos en un punto de inicio de un nuevo proceso, del que tendremos que salir fortalecidos, a partir de las decisiones que tomemos ahora.
Como lo escribió Charles Darwin en su obra cumbre El Origen de las Especies, publicado en 1859, donde se establecieron las bases de la teoría de la biología evolutiva, los individuos que perseveran no son necesariamente los más fuertes, los más grandes o los más agresivos, son aquellos que fueron capaces de adaptarse mejor a los cambios en su entorno.
Así las empresas que tengan mayor capacidad de visualizar las tendencias y adaptarse a este nuevo paradigma serán las que tendrán viabilidad y proyección de crecimiento a partir de este renovado escenario mundial.