Cuando se inició la denominada Jornada Nacional de Sana Distancia empezó a crecer el número de usuarios en diferentes plataformas, tanto para entretenimiento como para la realización de juntas de trabajo, reuniones familiares, entrevistas periodísticas, e inclusive celebraciones litúrgicas (excepto las liturgias mañaneras del actual presidente de la República).
De la misma manera se empezaron a transmitir partidos de futbol virtual (e-ligas), sesiones de gimnasia o aeróbics, clases virtuales en las escuelas, clases de ballet, conciertos, obras de teatro, seminarios, conferencias y talleres sobre diferentes temas. Niños y jóvenes se empezaron a acostumbrar a recibir clases y realizar exámenes a través de la computadora y muchos, especialmente adultos mayores (técnicamente identificados como Baby Boomers), tuvieron que aprender a usar teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras.
El uso de la tecnología y de las comunicaciones a distancia seguramente continuará modificando diferentes aspectos de la vida, no sólo para facilitar las cosas sino para hacerlas más seguras. En el trabajo y en las escuelas (al menos las de mayor capacidad económica), por ejemplo, la digitalización podrá ayudar a controlar la sana distancia y a tomar medidas preventivas para evitar contagios. Lo importante será el desarrollo de mejores y más efectivos sistemas de seguridad y protección de información y datos personales, y evitar posibles hackeos.
OPINIÓN: La receta para dejar de ser un país enfermo
Hace unos días presencié un seminario en internet sobre ciudades inteligentes, en donde un alto funcionario de una firma alemana explicó que en su empresa se creó una solución que, combinando hardware y software, permite a las empresas modelar de manera rápida y eficiente cómo los empleados interactúan entre sí. Gracias a esta solución las empresas podrán medir continuamente las distancias entre los trabajadores, proporcionar retroalimentación visual en tiempo real a los empleados con respecto a su separación de los demás y crear un registro de todos los movimientos e interacciones a lo largo del tiempo. De esta forma se facilita y asegura continuamente el distanciamiento seguro.
El COVID-19 ha venido a acelerar la digitalización en México pero aún hay huecos que deberán ser llenados tanto por empresas como por gobiernos para que sus beneficios lleguen a todo mundo. Sólo hay que pensar en los miles de niños en este país que no tienen una computadora o que, si la tienen, no tienen un buen servicio de internet.