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Te vendo mi pack…

La venta de packs es el mero reflejo de lo que se está viviendo en el mundo real, en donde la prevención digital se queda corta, apunta Carlos Ramírez Castañeda.
vie 04 septiembre 2020 01:00 PM

(Expansión) – La pandemia nos ha llevado a un punto cierto de digitalización obligada a raíz del aislamiento y la necesidad de continuar trabajando. Muchas empresas, particulares y entidades gubernamentales migraron a un escenario tecnológico para la convergencia laboral con la premisa de adaptarse o morir.

Cuando la tecnología nos acerca y simplifica muchas de las tareas cotidianas, es entonces donde una ventana de variadas posibilidades se abre, sin embargo, aquí existe una delgada línea que podría llevarlo al oportunismo, que sin un plan de acción podría terminar siendo contraproducente al intento de uso hacia la persona emprendedora.

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Si bien el crecimiento del desempleo formal, la carencia de oportunidades, los recortes presupuestales, y el hecho de vivir en un estado roto donde la atención prioritaria se centra en programas asistenciales y conseguir adeptos por el hecho de darles una cantidad mensual sin hacer ni aportar nada, la pandemia deja en claro que el contexto social está completamente desensibilizado para diversa temática, en este caso, lo digital y las nuevas formas de obtener ganancias fácilmente.

Una de las tendencias más marcadas en redes sociales, las cuales han sido el canal de difusión como campaña de marketing para la captación de consumidores, es la venta de “packs”, ese conjunto de contenidos multimedia, con videos y/o fotos explícitas de desnudos o situaciones sexuales de una persona o personas, también conocido como “nudes”; punto que se ha vuelto la vía para conseguir ingresos de muchas personas.

Basta con ingresar al buscador de preferencia y consultar resultados sobre la “venta de packs”, incluso existen guías de cómo hacerlo, cosa que muchas veces induce al usuario al error y deja expuesto.

La simplicidad de montar un negocio de venta de packs pareciera alcanzable para cualquier persona con un móvil con cámara, conexión a internet y el uso de una red social, ofertando al mejor postor con base en precios previamente trazados por algunas personas pioneras del negocio, otros más hechos a la medida, al gusto y filias del cliente, si es que su bolsillo se lo permite.

Podríamos hablar de una economía informal, que no se justifica con la necesidad, que va más allá de un simple pagar-enviar, pues estamos hablando de riesgos completamente latentes, los cuales podrían equipararse a la trata de personas; en otros casos más explícitos a pornografía infantil.

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La línea es delgada en muchos sentidos y los peligros mayores no se quedan aquí, ya que dejan en exposición a personas que no ofrecen servicios de contacto sexual en persona, pero sí su pack. Mencionaré algunos de los mayores peligros:

1. Al dejar en claro una exposición de las características de identificación biométrica de persona ya identificada en fotos y/o videos donde se muestra el cuerpo desnudo, rostro, factores que suman como lunares o tatuajes, sabemos con ello de quién se trata específicamente, no sólo por su nombre de usuario.

2. Algunas redes sociales eliminan los metadatos (datos dentro de las imágenes y/o videos) de los archivos subidos o enviados por sus canales de mensajería, sin embargo, existen diversas técnicas para lograr trazar la ubicación física exacta de la persona que vende packs, mayor exposición.

3. El contenido de la persona vendedora, al ser enviado voluntariamente a una persona consumidora, puede salir de su control, y con ello ser difundido en sitios ajenos, con cualquier persona.

4. Al no lograr muchas veces comprobar la edad real de una persona en redes sociales, podríamos caer en que es un/a menor de edad y con ello se cumple el supuesto de pornografía infantil, delito mayor.

Podríamos debatir sobre la licitud y derechos digitales de una persona, la libre expresión, creación y consumo de contenidos, pero el punto medular es toda la problemática que esta práctica puede generar, así como hablamos de la facilidad de obtener ganancias motivadas por el morbo de las personas consumidoras, estas últimas atraídas muchas veces por rasgos faciales, que desconocen si están fomentando alguna práctica de financiamiento a la trata de personas.

Hacer hincapié en tener una conciencia digital para identificar peligros en ambas vertientes (persona que vende-persona que consume), se vuelve una prioridad, ante una sociedad desensibilizada, que paga por contenidos sin saber qué implican o desconocen qué hay detrás.

La venta de packs es el mero reflejo de lo que se está viviendo en el mundo real, en donde la prevención digital se queda corta. Cuando la necedad justificada de necesidad es el argumento que abandera la causa, los esfuerzos se reducen a ver cómo se derivan afectaciones y es más complejo subsanar lo que se pudo haber evitado.

Nota del editor: Carlos Ramírez Castañeda es especialista y apasionado por el Derecho Informático, particularmente en ramas de Ciberseguridad, Cibercriminalidad y Ciberterrorismo. Tiene un Máster en Derecho de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Santiago de Compostela España, Doctor en Administración y Políticas Públicas de México. Es colaborador de diversas instituciones académicas y gubernamentales, profesional siempre interesado en temas de ciberprevención particularmente con sectores vulnerables. Síguelo en Twitter como @Ciberagente . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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