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La economía en tiempos del COVID-19

El proceso de expansión monetaria parece desordenado, y dado que está llenando huecos rápidamente, es posible que genere presiones inflacionarias generosas en los meses por venir, opina Iván Franco.
vie 30 octubre 2020 11:59 PM

(Expansión) – Con la actividad económica (medida por el indicador IGAE) registrando caídas pronunciadas a tasa anual (-8.5% en agosto de 2020), debilidad en el consumo y en los demás componentes de la demanda agregada, incluyendo el volumen de comercio, la economía mexicana parece estar tomando una forma de recuperación de “media v”.

Esto implica que, después de la caída de doble dígito que registró en los meses de abril a junio, la recuperación-rebote está alcanzando solamente para rescatar la mitad del terreno perdido. Por esta razón, hasta ahora muestra una forma de media “v” o algo parecido al símbolo de la raíz cuadrada, pero achaparrada.

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Esto se debe principalmente a las condiciones de semi parálisis de algunos sectores terciarios de la economía, como restaurantes, hoteles y servicios profesionales, en general. Sin embargo, con la semi apertura de dichas actividades terciarias en septiembre y octubre, la perspectiva de la recuperación debería mejorar para finales de año.

Pero el punto que deseo analizar no es este, sino la paradoja en la cual se encuentra sumergida la economía mexicana. Por un lado, la economía real está sufriendo los embates del COVID-19, y, por otro lado, la política monetaria está reviviendo los episodios de expansión vividos en el álgido periodo 2014-2015, cuando los agregados monetarios dieron saltos históricos a tasa anual, lo que a la postre, originó la resaca inflacionaria del post gasolinazo de enero de 2017.

En suma, estamos experimentando una fuerte caída de la actividad económica, combinada con una expansión agresiva del circulante, con crecimientos de más de 20% mensual a tasa anual, desde el mes de julio, hasta septiembre de este año del coronavirus.

Aquí es donde yace la contradicción, porque podría esperarse que el componente monetario fuese un estímulo para reactivar a la actividad económica. Pero no es así, porque los canales de la expansión de la cantidad dinero no están finamente asociados con los canales que propulsan a la actividad económica real.

Entonces, ¿a dónde se va el dinero?

Primero es importante aclarar que México no es un país monetizado, todo lo contrario. La cantidad de billetes y monedas en la economía (sin los depósitos a la vista) representa apenas alrededor de 10% del PIB. Por ello, la productividad del dinero en México es muy alta.

Es decir, los grandes aumentos en la cantidad de dinero de la economía solo tienden a saciar una perpetua sed de efectivo. En perspectiva, no es que la economía se esté llenando de dinero, sino que simplemente está rellenando grandes huecos de faltantes.

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La reserva internacional, como fuente de la base monetaria, ha experimentado aumentos en dólares y, más aún, una revaluación en pesos (por la depreciación nominal del tipo de cambio), lo que la ha llevado a crecimientos a tasa anual también históricos.

Por su parte, el crédito interno neto a la economía, que engloba los distintos usos de la base monetaria también ha crecido a tasas anualizadas de dos dígitos.

Aunque el banco central esté favoreciendo el crecimiento del dinero mediante sus operaciones de mercado, su impacto en la actividad económica es marginal por las razones explicadas.

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Es cierto que la cantidad de dinero y el crecimiento económico están correlacionados positivamente, pero dicha correlación sucede en tiempos disparejos y lejanos. El punto de contacto entre el dinero y el crecimiento es, primero, el crédito, y posteriormente, la inversión. Me refiero al crédito bancario a negocios (o a personas) que esté dirigido hacia las inversiones en capital.

Sin embargo, los saldos de la cartera de créditos al sector privado han venido descendiendo, salvo en el mes de abril, cuando registraron un crecimiento de 13.5% a tasa anual. Por ello, el dinero no está canalizándose hacia donde más impacta en términos de crecimiento.

México tiene un problema monetario en varias direcciones. Por un lado, tiene un déficit de dinero en lo general, y otro en lo particular. Por otro lado, el dinero rivaliza grandemente entre los agentes económicos, lo que también deprime el nivel de inversión.

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No existe una segmentación de mercado clara sobre los usos que se le dan al dinero que ingresa al sistema. El proceso de expansión monetaria parece desordenado, y dado que está llenando huecos rápidamente, es muy posible que genere presiones inflacionarias generosas en los meses por venir.

Es buen momento para repensar en una modificación estructural de la arquitectura del sistema financiero. No está de más decir que no son las políticas públicas, ni el gobierno los responsables del crecimiento económico.

El crecimiento económico está donde está el dinero, y por lo pronto, yo no veo más que engañosos bandazos inflacionarios.

Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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