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Un plan para la CFE
Un cuarto punto que podría debatir el Congreso es el diseño de un plan que convierta a la CFE en una empresa rentable, con alto potencial de crecimiento. Para empezar, reduciendo su gran enemigo, las pérdidas técnicas y el robo de electricidad. La empresa, además, podría poner a revisión alguno de los contratos con productores independientes de energía si son hoy muy onerosos (no lo eran cuando se firmaron), pero necesita pensar más allá.
La CFE es dueña exclusivos de la transmisión, de las líneas de alta tensión que cruzan nuestro país, y de la distribución a los hogares. Tiene una base valiosísima para crear un negocio sólido, con un retorno fijo: ser quien mueve la electricidad de un lado al otro. Lamentablemente, se aferra a tener también la última palabra en producirla.
Debido al cambio tecnológico acelerado, la generación eléctrica es un campo de juego en el México gana si pone a competir millones de dólares de inversión de numerosos actores para tener el menor costo posible, sabiendo que muchas de las plantas de hoy desaparecerán mañana. La CFE puede evitar este riesgo y ser la gran compañía de transmisión y distribución.
Pero esto solo es una idea. En todo caso a la CFE le urge un equipo directivo que sepa de negocios, y que pueda encontrar el mejor modelo sin llevarse por medio un país. El sector privado puso 80% de la inversión en generación desde 1992, un total de 44,000 millones de dólares. ¿De dónde los va a sacar la CFE?
Quinto, cómo acelerar el giro hacia la energía limpia que consumidores, y por tanto, los fabricantes requieren. Si los coches (los celulares, las alas de avión, las bicicletas) fabricados en México deben ser neutros en huella de carbono, más nos vale retomar las subastas eléctricas que crearon un ciclo virtuoso de inversión y precios mínimos en los últimos años.
Retomar el plan de retiro de plantas obsoletas y contaminantes. Repensar el sistema para garantizar la seguridad y la continuidad, pero mirando hacia el futuro, no hacia el manual de operaciones de 1966.
Frenar la transición hacia energías renovables y el envío de señales de falta de estado de derecho, dará al presidente estadounidense Joe Biden un pretexto para retomar una política de repatriación de plantas manufactureras y a los proteccionistas estadounidenses a sacar todas las ventajas del nearshoring chino, los acuerdos de París medioambientales y todo aquello en lo que México fue alguna vez parte.
El verdadero debate
El Congreso tiene la decisión de si prefiere tratar estos cinco temas abiertamente, y escuchar a las partes, o quedarse con una iniciativa que no se sostiene frente a la Constitución, los acuerdos internacionales de México, o la competitividad de un país emergente. Con estas cinco conversaciones el Congreso mexicano podría tener un comportamiento nacionalista, soberanista, económico y racional a la vez.
Al contrario, de aprobar la iniciativa gubernamental, el mensaje que envía México es que las compañías privadas de electricidad dejen sus activos a descuento para que los compre un monopolio que no podrá dar electricidad limpia y barata, ni ser rentable, ni desarrollar el país. Y que las automotrices y las plantas manufactureras pueden regresarse a su país. Aquí no los queremos.
Nota del editor: Alberto Bello es Editor en jefe de Grupo Expansión. Síguelo en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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