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Cómo hacer rentable a la CFE, atraer inversión y asegurar el sistema eléctrico

Si se trata de seguridad, rentabilidad y crecimiento, no es suficiente con tirar a la basura la iniciativa del presidente. Habría que negociar, diseñar y reinventar.
mié 24 febrero 2021 12:04 AM

(Expansión) - En un mundo ideal, el Congreso estaría debatiendo cuáles son las mejores soluciones para evitar los apagones, cómo devolver a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a una rentabilidad razonable y el modo de garantizar la energía limpia, barata y continua para las próximas décadas.

En el peor de los mundos, estaríamos donde estamos hoy: ante una iniciativa gubernamental de contrarreforma eléctrica que no admite debate y si se aprueba en las dos cámaras, le costará a México miles de millones de dólares en indemnizaciones, cientos de miles de empleos en inversiones canceladas y algunos sustos (llevamos, por diversos motivos, dos grandes apagones en tres meses).

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Sobre todo, la conversación actual implica perder tiempo en algo que tiene solución en la ley actual, una ley perfectible, pero con las herramientas necesarias para dar respuesta a cuanto desea el gobierno.

Bastaría, como primer paso con devolver a la Secretaría de Energía su rol de rector del sistema eléctrico nacional y a la Comisión Reguladora de Energía su autonomía como supervisor del mercado.

Es un error de Estado dejar en manos del director de la CFE el sistema eléctrico nacional, su diseño y regulación. La CFE carece del capital financiero y humano que sería necesario para atender los retos de sector en el futuro y no es lo óptimo que una economía tan compleja y abierta como la mexicana aspire a un monopolio eléctrico. La empresa paraestatal debe ser escuchada, pero no quedarse con toda la conversación.

Como segundo paso, habría que identificar los retos inmediatos en términos de seguridad nacional y posibles soluciones. El apagón provocado por las heladas muestra la necesidad de que México disponga de más gas, que dependa menos de Texas y que diversifique sus fuentes de energía.

Esto puede lograrse mediante inversión en infraestructura de almacenamiento, con un plan de conexión con Estados Unidos para no depender exclusivamente del gas texano. Y, bueno, si en México hay, como sabemos, gas de sobra, con un plan de desarrollo de las cuencas gasísticas de este lado de la frontera. No, nada de esto puede hacerse sin capital privado.

Un tercer punto que puede abordar el Congreso es cómo mejorar el marco que dejó una reforma energética que tiene pocos años. La creación de un mercado eléctrico es un reto que lleva tiempo y requiere de mucho diálogo entre las partes con un Estado que piensa en el largo plazo.

Por ejemplo, la CFE siente que no se le compensa por resolver el hueco que deja la “intermitencia” de las energías renovables. Las aspas y los paneles solares nos dan megawatts hora baratísimos (y de los que son deseables muchos más) pero dependen del sol y del viento. La CFE y los privados ponen de su parte plantas térmicas que despachan electricidad más cara cuando las aspas no giran o es de noche.

La buena noticia es que la ley contempla una remuneración por “potencia”. Si la ley no es suficiente, puede revisarse este tipo de compensación para que satisfaga los costos de operación. Quien pone garantías al sistema, público o privado, debe ser remunerado.

También es revisable todo lo que quedó ajeno al mercado, lo que llamamos contratos legados, el autoabastecimiento que permitió ampliar la generación de electricidad en los años previos a la reforma con costos competitivos para las empresas, pero que quedó fuera del mercado eléctrico en 2013. La iniciativa presidencial lo extingue de una manera indefendible en paneles de arbitraje internacionales.

Las compañías del sector eléctrico han manifestado su apertura a negociar. Solo es necesario que el gobierno se siente con un proyecto que escuche a todas las partes, muchas de las cuales verían con buenos ojos el acceso a los clientes que hoy están fuera del mercado.

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Un plan para la CFE

Un cuarto punto que podría debatir el Congreso es el diseño de un plan que convierta a la CFE en una empresa rentable, con alto potencial de crecimiento. Para empezar, reduciendo su gran enemigo, las pérdidas técnicas y el robo de electricidad. La empresa, además, podría poner a revisión alguno de los contratos con productores independientes de energía si son hoy muy onerosos (no lo eran cuando se firmaron), pero necesita pensar más allá.

La CFE es dueña exclusivos de la transmisión, de las líneas de alta tensión que cruzan nuestro país, y de la distribución a los hogares. Tiene una base valiosísima para crear un negocio sólido, con un retorno fijo: ser quien mueve la electricidad de un lado al otro. Lamentablemente, se aferra a tener también la última palabra en producirla.

Debido al cambio tecnológico acelerado, la generación eléctrica es un campo de juego en el México gana si pone a competir millones de dólares de inversión de numerosos actores para tener el menor costo posible, sabiendo que muchas de las plantas de hoy desaparecerán mañana. La CFE puede evitar este riesgo y ser la gran compañía de transmisión y distribución.

Pero esto solo es una idea. En todo caso a la CFE le urge un equipo directivo que sepa de negocios, y que pueda encontrar el mejor modelo sin llevarse por medio un país. El sector privado puso 80% de la inversión en generación desde 1992, un total de 44,000 millones de dólares. ¿De dónde los va a sacar la CFE?

Quinto, cómo acelerar el giro hacia la energía limpia que consumidores, y por tanto, los fabricantes requieren. Si los coches (los celulares, las alas de avión, las bicicletas) fabricados en México deben ser neutros en huella de carbono, más nos vale retomar las subastas eléctricas que crearon un ciclo virtuoso de inversión y precios mínimos en los últimos años.

Retomar el plan de retiro de plantas obsoletas y contaminantes. Repensar el sistema para garantizar la seguridad y la continuidad, pero mirando hacia el futuro, no hacia el manual de operaciones de 1966.

Frenar la transición hacia energías renovables y el envío de señales de falta de estado de derecho, dará al presidente estadounidense Joe Biden un pretexto para retomar una política de repatriación de plantas manufactureras y a los proteccionistas estadounidenses a sacar todas las ventajas del nearshoring chino, los acuerdos de París medioambientales y todo aquello en lo que México fue alguna vez parte.

El verdadero debate

El Congreso tiene la decisión de si prefiere tratar estos cinco temas abiertamente, y escuchar a las partes, o quedarse con una iniciativa que no se sostiene frente a la Constitución, los acuerdos internacionales de México, o la competitividad de un país emergente. Con estas cinco conversaciones el Congreso mexicano podría tener un comportamiento nacionalista, soberanista, económico y racional a la vez.

Al contrario, de aprobar la iniciativa gubernamental, el mensaje que envía México es que las compañías privadas de electricidad dejen sus activos a descuento para que los compre un monopolio que no podrá dar electricidad limpia y barata, ni ser rentable, ni desarrollar el país. Y que las automotrices y las plantas manufactureras pueden regresarse a su país. Aquí no los queremos.

Nota del editor: Alberto Bello es Editor en jefe de Grupo Expansión. Síguelo en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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