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Las nuevas generaciones se enfrentan a su pasado

Los gobiernos y los parlamentarios deben estar conscientes sobre el inalienable deber de velar por el principio de proteger la vida privada de todos, considera Javier Murillo Acuña.
sáb 24 abril 2021 12:04 AM

(Expansión) - El exceso de información privada que circula en Internet está condenando a las generaciones nativas digitales a su pasado. Así lo considera la investigadora Kate Eichhorn en su libro “El fin del olvido”, en el que analiza las implicaciones emocionales y sociales de esta situación que ya pueden observarse a través de cambios conductuales.

Es particularmente interesante profundizar en este planteamiento. Kate Eichhorn cuenta con una vasta experiencia estudiando la relación de los medios sociales y la vida de las nuevas generaciones con las que directamente ha trabajado en proyectos y programas.

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Eichhorn señala que, en la presente era digital, los niños y jóvenes enfrentan la imposibilidad de dejar atrás aspectos desagradables y vergonzosos que las previas, que crecieron sin social media, podían simplemente no volver a tocar. Esto ocurre porque, en la mayoría de los casos, sus propios padres se encargaron de difundir detalles íntimos de su vida cuando ellos eran bebés, por supuesto, sin ningún tipo de consentimiento.

De esta manera, la exposición pública de la vida de estos menores, a través de redes sociales como Facebook, significa poner al alcance del mundo muchos episodios que pueden llegar a ser traumáticos, y que se mantendrán indelebles simplemente por estar en las redes. Esto se traduce en posible dolor, humillación y traumas que podrían llegar a atormentar permanentemente y sin remedio a muchos durante su vida.

Si olvidar es liberador, ¿cómo se consigue ello si se mantiene el pasado como un lastre en el presente? A diferencia de generaciones previas, hoy niños y jóvenes le otorgan una importancia inusitada a la reputación e imagen propia que dan ante el mundo, y manejarlo puede ser imposible, lo que genera consecuencias graves en diversos aspectos.

Quizá el problema fue que la supercarretera de la información llegó sin que nadie se preparara para transitar, y la mayoría se instaló ahí y expuso a sus hijos. Esto se compara con darle un auto a un niño sin haberlo enseñado a conducirlo, a lanzarlo al mar y esperar que por sí mismo flote.

De esta manera, parecería que conocer a fondo los riesgos y graves consecuencias en el manejo de las redes sociales, cuando no se está preparado para ingresar en ellas, sería uno de los pilares en la tarea para prevenir futuros sinsabores; aunque tampoco se estaría exento, ya que siempre habrá personas dispuestas a exhibir las conductas de terceros sin pensar en las consecuencias, aun si se trata de menores.

Así, lo que podría parecer fácil de resolver a través de una mejor cultura digital abre al mismo tiempo otra interrogante respecto a si es que no se tiene el derecho a equivocarse, a cambiar de opinión sobre alguna postura expresada previamente, si es que, como lo alerta Eichhorn, lo que es público en Internet significa que está “grabado en piedra” y seguirá a sus protagonistas como una sombra digital por siempre.

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El hecho es que cada vez hay más información personal y privada que está condenando a los niños y jóvenes a tener que cargar con su antecedente digital. Ante ello, los gobiernos y los parlamentarios deben estar conscientes sobre el inalienable deber de velar por el principio de proteger la vida privada de todos, derechos humanos básicos contenidos en las constituciones.

Pese al retraso legislativo para proteger a quienes quedan indefensos ante la publicidad que de su vida privada llega a concretarse, es igualmente importante conocer los mecanismos que, aunque insuficientes, actualmente ya existen tanto en los criterios de las propias empresas que manejan redes sociales, como en la legislación al alcance.

Si bien los mismos padres tendrían que conocer tales caminos y estrategias para lograr bajar una foto o datos que legalmente nadie más debería conocer, y que fueron publicados indebidamente, el rol de los gobiernos, congresistas, sistemas públicos de educación y medios masivos, incluyendo a las propias redes, deberían promocionar y encontrar vías para que el ciudadano común fácilmente pueda recurrir a mecanismos de defensa cuando esté en su derecho.

Ello es de suma importancia en una cultura como la mexicana, donde es evidente que muchos padres jamás tendrán la iniciativa de comenzar a indagar al respecto.

A nivel mundial, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa tiene como objetivo erigir una autoridad mundial, un ombudsperson de Internet, que establezca lo que es legal e ilegal.

La vigilancia y adecuación de los marcos legales debe ser una tarea permanente y tiene que dar prioridad a la protección a los menores que irremediablemente están en la red. Al mismo tiempo, es necesario abrir el debate sobre los planteamientos expresados, tanto por Kate Eichhorn como por otros más, a fin de avanzar y dotar a estas nuevas generaciones nativas digitales de herramientas que les permitan afrontar esta realidad con mejores perspectivas hacia su futuro.

Nota del editor: Javier Murillo Acuña es fundador y presidente de Metrics. Científico de datos, experto en tecnologías de la información aplicadas a la transformación de modelos de negocio digitales. Actualmente trabaja en el desarrollo de algoritmos de prospectiva y medición de valor de marca para empresas globales. Síguelo en LinkedIn y/o escríbele a javier@metrics.digital. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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