Eichhorn señala que, en la presente era digital, los niños y jóvenes enfrentan la imposibilidad de dejar atrás aspectos desagradables y vergonzosos que las previas, que crecieron sin social media, podían simplemente no volver a tocar. Esto ocurre porque, en la mayoría de los casos, sus propios padres se encargaron de difundir detalles íntimos de su vida cuando ellos eran bebés, por supuesto, sin ningún tipo de consentimiento.
De esta manera, la exposición pública de la vida de estos menores, a través de redes sociales como Facebook, significa poner al alcance del mundo muchos episodios que pueden llegar a ser traumáticos, y que se mantendrán indelebles simplemente por estar en las redes. Esto se traduce en posible dolor, humillación y traumas que podrían llegar a atormentar permanentemente y sin remedio a muchos durante su vida.
Si olvidar es liberador, ¿cómo se consigue ello si se mantiene el pasado como un lastre en el presente? A diferencia de generaciones previas, hoy niños y jóvenes le otorgan una importancia inusitada a la reputación e imagen propia que dan ante el mundo, y manejarlo puede ser imposible, lo que genera consecuencias graves en diversos aspectos.
Quizá el problema fue que la supercarretera de la información llegó sin que nadie se preparara para transitar, y la mayoría se instaló ahí y expuso a sus hijos. Esto se compara con darle un auto a un niño sin haberlo enseñado a conducirlo, a lanzarlo al mar y esperar que por sí mismo flote.
De esta manera, parecería que conocer a fondo los riesgos y graves consecuencias en el manejo de las redes sociales, cuando no se está preparado para ingresar en ellas, sería uno de los pilares en la tarea para prevenir futuros sinsabores; aunque tampoco se estaría exento, ya que siempre habrá personas dispuestas a exhibir las conductas de terceros sin pensar en las consecuencias, aun si se trata de menores.
Así, lo que podría parecer fácil de resolver a través de una mejor cultura digital abre al mismo tiempo otra interrogante respecto a si es que no se tiene el derecho a equivocarse, a cambiar de opinión sobre alguna postura expresada previamente, si es que, como lo alerta Eichhorn, lo que es público en Internet significa que está “grabado en piedra” y seguirá a sus protagonistas como una sombra digital por siempre.