¿Sí? Ante la postura tajante del presidente, no me queda más que preguntarme si las políticas públicas en México son consistentes con el discurso en favor del medio ambiente. La respuesta es no, al menos tres datos que corroboran mi afirmación.
Primero, me cuesta trabajo pensar que Sembrando Vida sea la base para el Acuerdo Global para Detener y Revertir la Deforestación, como lo sugirió el presidente, cuando el programa no se ha sometido a una evaluación de impacto ambiental. World Resources Institute (WRI) México estimó que la implementación del programa durante 2019 se asoció con una pérdida de cobertura forestal de casi 73,000 hectáreas. Esto debería ser evidencia suficiente, al menos, para analizar a profundidad las implicaciones ecológicas del programa.
Segundo, desde 2014 el presupuesto para protección ambiental se ha recortado considerablemente. Para 2022, el presupuesto para esta función ascenderá a 17,804 millones de pesos, si los diputados no lo modifican. Aunque este monto es ligeramente mayor al presupuesto de 2021 y 2020, es el tercero más bajo en los últimos ocho años.
Estas cifras muestran también que los más de 29,000 millones de pesos proyectados para Sembrando Vida no están etiquetados para atender la degradación ambiental como afirma uno de sus objetivos .
Tercero, hasta el discurso ha dejado al margen la agenda ambiental. Un análisis creativo de Rodolfo Ocampo, estudiante de doctorado sobre Inteligencia Artificial, y Sofía Probert, artista, encontró que durante lo que va del sexenio, “Sembrando Vida” se ha mencionado solo 405 veces. “Pemex” se ha dicho 3,375. ¿Dónde están las prioridades?
El cambio climático y la desigualdad están estrechamente relacionadas. Las poblaciones más vulnerables y con menores ingresos sufrirán en mayor medida los estragos del cambio climático, porque tendrán menos recursos para hacerle frente. Basta con pensar en las historias desgarradoras de gente que cada año pierde sus viviendas por lluvias atípicas en el oriente de la Ciudad de México o en el sur del país.