(Expansión) - Todos sabemos que las diferencias comerciales entre Estados Unidos y China, las cuales salieron a la luz durante la administración del presidente Trump, provocaron que algunas empresas empezaran a considerar su reubicación fuera del país asiático. Evidentemente, la pandemia y los recientes ciclos inflacionarios han profundizado esta migración, la cual está formada primordialmente por empresas dedicadas a abastecer de bienes de consumo al mercado estadounidense.
Relocalización industrial en México
Es sabido que la reubicación o relocalización industrial es un proceso que traerá varios beneficios para aquellos países que logren atraerla, pero al mismo tiempo también generará diversos desafíos. La existencia de rutas logísticas eficientes, de una oferta laboral (salarial y técnicamente competitiva) y de un ambiente jurídico que garantice la continuidad de los contratos en el largo plazo son solo algunas de las condiciones que buscan las empresas para decidir reubicarse. Si a esto le sumamos las necesidades en términos de infraestructura (vías de comunicación, hidráulica, eléctrica y de gas natural), nos podemos dar cuenta que el reto para cualquier país que busque atraer estas empresas es enorme.
A pesar de esto, y siendo consciente de todas las carencias que tiene nuestro país, México se muestra como una gran opción para la relocalización industrial que el mundo está experimentando. Entre sus ventajas, están las que ya todos sabemos: 1) ubicación geográfica, 2) mano de obra barata y con formación técnica y 3) estabilidad en sus finanzas públicas y en su tipo de cambio.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, México podría ser uno de los países que más ganancias obtendría del proceso de relocalización industrial. Recordemos que, en el mundo, otros países como Brasil, Turquía, Polonia, Vietnam e Indonesia también están en la lucha por atraer estas empresas.
Ahora bien, pensando sólo en el tema de infraestructura, es importante reflexionar sobre los desafíos que enfrenta nuestro país. Por ejemplo, debemos ser conscientes que las nuevas empresas demandarán grandes cantidades de agua, energía eléctrica y gas natural, tal y como sucede con la mayoría de la industria manufacturera.
Por otra parte, con respecto al sector logístico, se nos presenta el desafió de mejorar la seguridad pública y el tema legal relativo a la adquisición de los derechos de vía necesarios para la construcción de más y modernos parques industriales. En mi opinión, no atender estos requerimientos podrían limitar el establecimiento de nuevas empresas.
Desde una perspectiva particular, entre todos los proyectos de infraestructura emprendidos por el Gobierno Federal, el Tren Interoceánico es para mí el que tiene mayor potencial para aprovechar los beneficios de la relocalización en los próximos años. Sabemos que el proyecto considera principalmente la conexión de dos importantes puertos del país a través de una red ferroviaria. A saber, existirá una interconexión entre Coatzacoalcos y Salina Cruz, o entre el Océano Pacífico y el Golfo de México, o entre Asia y la costa este de Estados Unidos.
No obstante, desde un punto de vista más general, la inversión deberá expandirse a otros frentes de infraestructura, además del ferroviario. Entre estos estarían: 1) mantenimiento y rehabilitación de carreteras adyacentes, 2) construcción de parques industriales a su alrededor, 3) ampliación de la red eléctrica de transmisión, 4) modernización de las refinerías de Veracruz y Oaxaca, 5) construcción de gasoductos y 6) la creación de infraestructura de fibra óptica.
En este sentido, si bien la construcción y rehabilitación de vías férreas es el corazón del proyecto del Tren Transístmico, desde mi punto de vista, el desarrollo de una infraestructura industrial y de servicios a su alrededor sería clave para acelerar la relocalización de nuevas empresas. Consecuentemente, esperaríamos que estas nuevas empresas produzcan mercancías con un alto porcentaje de contenido nacional, por lo que, el efecto de estos procesos de transformación y manufactureros podrían generar en el mediano y largo plazo una ventaja competitiva en los estados del sureste.
Por tal motivo, la derrama económica de esta obra bien podría apuntalar el desarrollo del sureste de nuestro país, e incluso podría impulsar la inversión en otras regiones aledañas. De hecho, se menciona que el proyecto incluirá en el mediano plazo la ampliación y modernización del puerto existente en Tapachula, Chiapas (junto con su vía férrea) con la intención de conectar la costa chiapaneca y Centroamérica con el Tren Transístmico.
A la par, sabemos que el Tren Maya, el Aeropuerto de Tulum y la Refinería Olmeca son otras obras que tienen como objetivo detonar el desarrollo de la Península de Yucatán; pero en mi opinión es el Tren Transístmico el que podría convertirse, en los próximos años, en un motor de crecimiento para México. Si bien tampoco se espera que sustituya el cruce existente en Panamá, sí representaría una infraestructura de conexión con un gran valor agregado. En principio, el beneficio sería: 1) acercar la producción a los centros de consumo, principalmente en la costa este de Estados Unidos, 2) reducir el riesgo de una interrupción de las cadenas de suministro y 3) se esperaría que el trasiego de mercancías fuera más eficiente y económico. En este sentido, según el director del proyecto, Rafael Marín Mollinedo, el trayecto de extremo a extremo se podría realizar en alrededor seis horas. En contraste, una embarcación demora un promedio entre ocho y 10 horas en cruzar el Canal de Panamá.
Nota del editor: Roberto Ballinez es Director Ejecutivo Senior de Finanzas Públicas e Infraestructura de la calificadora HR Ratings. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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