(Expansión) - La necesidad de encontrar soluciones conjuntas a la crisis del petróleo, ocurrida en los primeros años de la década de los 70, fue la razón principal que empujó a las naciones más ricas del mundo a conformar el influyente Grupo de los Siete, mejor conocido como G7. Tras el derrumbe del bloque soviético, este grupo decidió integrar a Rusia como el octavo miembro, considerando su peso político y militar. Desafortunadamente, la estratégica decisión de mantener al “enemigo en casa” no perduró. La decisión de Rusia de anexarse la península de Crimea causó el descontento de los miembros y su eventual expulsión en el 2014.
El paulatino e irreversible debilitamiento del G7
Los años posteriores fueron decisivos en el aumento del poderío de Vladimir Putin y su distanciamiento con Occidente. Más de un líder del G7 se habrá preguntado si fue buena idea expulsar a Rusia. ¿Su permanencia habría permitido construir mecanismos de negociación que evitaran conflictos como la invasión a Ucrania? Eso nunca lo sabremos. Lo que está claro es el progresivo deterioro en las relaciones entre ambos bandos.
Los temas relevantes de la agenda global y los principales retos que enfrenta la humanidad han estado presentes en la mesa de discusión de las siete potencias económicas que conforman este grupo: Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá. Después de medio siglo de haberse constituido y pese a la reconfiguración económica y geopolítica que ha ocurrido en nuestro planeta, la exclusiva membresía del G7 se mantiene inalterada. La única variante es la participación de la Unión Europea como miembro no numerario, pero con un peso político importante.
El impacto del G7 en el curso de la historia contemporánea ha presentado altibajos. Las tormentas financieras de las últimas décadas, en particular la crisis subprime iniciada en 2008, puso contra las cuerdas a estas naciones y las obligó en varias ocasiones a alinear sus políticas monetarias para evitar el descarrilamiento del sistema financiero internacional. Los escenarios álgidos y complicados son los que más favorecen el acercamiento y la coordinación de acciones del G7. Es cierto también que los países miembros mantienen un diálogo frecuente sobre los temas cruciales que impactan a nivel mundial, pero sus acuerdos son más visibles frente a la emergencia, y cada vez más insuficientes para asegurar soluciones duraderas.
Actualmente la riqueza de estos países representa más del 45% del PIB mundial y solo el 10% de la población total. Su peso en la economía global es indiscutible pero también decreciente. El G7 llegó a representar el 75% del PIB mundial. Sus integrantes forman parte de los principales organismos económicos internacionales y sus posturas en materia de seguridad internacional suelen estar alineadas a la política estadounidense. Como en las mejores familias, hay desacuerdos y roces, pero este compacto bloque coincide en aspectos esenciales, tales como: la permanencia de un modelo de economía de mercado, la defensa de la democracia, la contención de China y Rusia, y la necesidad de cerrar filas frente a las amenazas provocadas por Estados considerados terroristas o al menos enemigos de la democracia.
Los siete fantásticos se han ostentado como las naciones más importantes del mundo y no han cedido ni un ápice su posición de poder, ni su peso dentro de los principales organismos internacionales en donde se toman decisiones que afectan a todo el planeta. Peor aún, en temas cruciales el G7 ha evadido responsabilidades, o sus acciones han sido tibias y superficiales. Recientemente, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, señaló el deber que tienen los líderes del G7 de actuar frente al incierto panorama económico, el cambio climático, la obsolecencia del sistema financiero global e incluso destacó la necesidad de reformar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. "Se trata esencialmente de redistribuir el poder de acuerdo con las realidades del mundo actual", afirmó el líder.
Tarde o temprano la realidad forzará a estas naciones a ceder espacios a las economías emergentes que vienen pisándoles los talones. De acuerdo con un informe de la firma PwC titulado La visión a largo plazo: ¿cómo cambiará el orden económico mundial para 2050?, China e India desplazarán a Estados Unidos a la tercera posición en el ranking del PIB global, mientras que las economías de Indonesia y México serán mayores que Japón, Alemania, el Reino Unido y Francia. En función exclusivamente de estas proyecciones económicas, el nuevo G7 tendría que estar conformado en ese orden por: China, India, Estados Unidos, Indonesia, Brasil, Rusia y México. El potencial de escalamiento de estos países no garantiza un mundo más equitativo. Más allá de los grupos de poder, los enormes desafíos que enfrentamos a escala mundial demandan acciones cada vez más concertadas y equitativas.
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Nota del editor: Guadalupe Sánchez Vélez es Directora del Colegio de Administración y Negocios del Sistema CETYS Universidad. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
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