A Paul Martin y Stacey Jenkins, los videojuegos les dieron la oportunidad de convivir con otras personas y sentirse libres sin salir de sus hogares. Estos streamers viven con parálisis cerebral y fibromialgia, respectivamente, pero gracias a la evolución de esta industria han logrado superar momentos difíciles y sentirse parte de una comunidad.
“Los videojuegos”, platica Paul, “me permiten apartarme de mis problemas, realizar cosas que nunca podría hacer con otros, como jugar béisbol o fútbol. Puedo experimentar un mundo diferente. Es como ver una película, pero teniendo el control de lo que pasa”.
Stacey, ilusionada por su relación con este medio, cuenta: “Me han dado amigos en muchas partes del mundo. Ya está pasado de moda creer que los videojuegos son malos, gracias a ellos mi vida ha cambiado e incluso los considero terapéuticos”.
En el mundo, la industria del gaming tiene cerca de 2,700 millones de jugadores, según cifras de Accenture. Pero no todos los jugadores tienen las mismas capacidades físicas o mentales para disfrutar la experiencia que ofrece la industria. Cada persona juega de diferente manera.
En los últimos tiempos, esta premisa ha marcado una evolución en la industria: la incorporación de la accesibilidad y la inclusión supuso un cambio de enfoque en la creación de títulos, y si bien no se pueden satisfacer las necesidades de cada jugador en el mundo, sí es posible generar entornos más adaptados a más gente.