¿Existe una tecnología que puede salvarnos del cambio climático?

Cuando se trata de combatir el problema, los expertos enfatizan que la prioridad debe ser reducir las emisiones de dióxido de carbono de inmediato.

(CNN) - El pronóstico es contundente: para salvar al mundo de los peores efectos del cambio climático no será suficiente con reducir las emisiones de dióxido de carbono, también tenemos que empezar a limpiar el dióxido de carbono que ya contamina la atmósfera.

Y no un poco, sino enormes cantidades de carbono. El problema es que no se ha alcanzado un consenso sobre si eso es posible.

Un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) advirtió sobre las consecuencias catastróficas que podrían producirse si los humanos provocan que las temperaturas globales aumenten más de 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. El grupo de expertos también dijo que si queremos mantenernos por debajo de este límite necesitaremos usar tecnologías que eliminen el dióxido de carbono del aire.

Sin embargo, el documento señaló que la eliminación de este compuesto a la escala que probablemente se requiera no está "comprobada y la confianza en

es un riesgo importante en la capacidad de limitar el calentamiento a 1.5 grados". En otras palabras, no hay que confiar únicamente en una tecnología no probada cuando nuestro futuro está en juego.

¿Quemar combustible?

La cantidad de dióxido de carbono que debemos extraer o capturar del aire depende de la cantidad que sigamos emitiendo de ese mismo gas a la atmósfera.

Si no hacemos recortes dramáticos para fines de siglo tendremos que eliminar un total de cerca de 30 veces el dióxido de carbono que el mundo emite cada año, según el informe del IPCC.

Hay muchos métodos que podríamos usar para eliminar el compuesto del aire, desde soluciones de baja tecnología como plantar más árboles, hasta (esto ya es hipotético) añadir hierro a los océanos para acelerar la absorción del dióxido de carbono atmosférico mediante la vida de plantas microscópicas.

La estación de energía eléctrica Drax está lista para comenzar un proyecto piloto de captura y almacenamiento de dióxido de carbono.

Pero un método que recibe mucha atención de los científicos del IPCC es la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, mejor conocida como BECCS. Esencialmente significa cultivar cultivos bioenergéticos (biomasa) y luego quemarlos en las centrales eléctricas para generar energía, mientras se captura el dióxido emitido en el proceso.

Los cultivos bioenergéticos absorben, en su crecimiento, dióxido de carbono de la atmósfera. Y siempre que el compuesto capturado en su quema se almacene de forma segura,

se considera carbono negativo.

Pero no es tan simple. La siembra, la cosecha, el transporte y el procesamiento de estos cultivos tendrán una huella de carbono; con todo, los defensores creen que si el proceso está bien gestionado, BECCS puede ser una herramienta importante para eliminar el compuesto atmosférico.

Junto con la plantación de árboles, BECCS es el método de eliminación más empleado por el IPCC en sus escenarios para limitar el calentamiento global.

Niall MacDowell, quien dirige el Grupo de Investigación de Energías Fósiles Limpias y Bioenergía en el Imperial College de Londres, lo explica así: "BECCS suele aparecer como la tecnología preferida en muchos de los escenarios porque además de eliminar el dióxido de cárbono de la atmósfera, también genera energía y por lo tanto es una forma más rentable de lograr estas emisiones negativas".

El problema con BECCS

La bioenergía con captura y almacenamiento de carbono o BECCS tiene, inevitablemente, sus inconvenientes.

Además de las dificultades para garantizar que la bioenergía sea neutral en carbono, existe el problema de la captura de carbono.

"Hay muy pocos ejemplos de captura y almacenamiento de carbono en plantas generadoras de

que funcionen como se esperaba", dice Glen Peters, director de investigación del Centro para la Investigación Internacional del Clima, en Noruega.

"Gran escala" es el aquí el adjetivo clave para la captura de carbono, pero aún más para la bioenergía.

En algunos escenarios de emisiones, se necesitaría una superficie de tierra más grande que la India para cultivar los cultivos bioenergéticos requeridos. Esa tierra podría utilizarse, en cambio, para la silvicultura o para producir los alimentos que necesita una creciente población mundial. Luego está la pregunta de cuánta agua se necesita, y cuánto carbono se libera al convertir la tierra para el cultivo de cultivos bioenergéticos.

Cúpulas de biomasa en Drax

Pero MacDowell ha estudiado el potencial de BECCS para ser implementado a escala y cree que es posible, al menos en teoría. "Mi investigación sugiere que puede funcionar, pero hay que tener mucho cuidado de hacerlo de la manera correcta", dice.

"Si uno no tuvo cuidado de gestionar y optimizar de manera inteligente toda la cadena de suministro, comenzando por la tierra que se utiliza para la producción de biomasa, luego toda la cadena hasta la recolección y el procesamiento y la conversión final a un producto energético y el secuestro efectivo del dióxido de carbono, entonces podría no funcionar".

Pero aparte de la tierra necesaria para cultivar, se necesita tierra para almacenar el contaminante de forma indefinida y la infraestructura necesaria para trasladar hasta allí el dióxido de carbono.

Central eléctrica piloto

Entonces ¿es BECCS un callejón sin salida o una distracción peligrosa de la misión crucial de reducir las emisiones?

exactamente eso. Otros le ven un gran potencial.

Hay varios proyectos a pequeña escala de BECCS que ya se están ejecutando, pero este mes, una central en el norte de Inglaterra se convertirá en la primera central eléctrica del mundo en comenzar a probar la tecnología.

La central eléctrica de Drax proporciona alrededor del 6% del suministro eléctrico del Reino Unido. Cuando fue inaugurada en la década de 1970, solo quemaba carbón, pero en estos días, cuatro de sus seis generadores funcionan únicamente con biomasa.

Afirma que al usar biomasa de bosques gestionados sosteniblemente en Estados Unidos, ahorra al menos el 80% del dióxido de carbono que habría emitido de quemar carbón (el 20% que falta se debe a las emisiones de la propia cadena de suministro).

Recordemos, la quema de biomasa sigue emitiendo contaminantes (en realidad, un poco más que el carbón, por unidad de energía producida), pero si Drax puede capturarlo y reutilizarlo o almacenarlo, entonces el proceso se convierte en carbono negativo. En otras palabras, se genera energía eliminando al mismo tiempo el dióxido atmosférico.

Drax está trabajando con una compañía local llamada C-Capture, que ha desarrollado una sustancia química para atrapar el dióxido de cárbono de los gases emitidos al quemar la biomasa. La tecnología se ha probado en el laboratorio y el plan es probarla en la central eléctrica.

Andy Koss, director general de la central eléctrica de Drax asegura que si Drax escalara la tecnología, se podría construir un ducto para

a los acuíferos o campos de petróleo o gas en desuso del Mar del Norte, para el secuestro a largo plazo.

Los pellets de biomasa utilizados en Drax

Si otras centrales eléctricas e industrias pesadas en la región también implementaran la captura de carbono, Koss dice que podrían conectarse al mismo ducto, lo que reducirá los costos.

Pero los expertos señalan que en este momento hay pocos incentivos económicos para los grandes proyectos de BECCS y que los gobiernos deberían brindar más apoyo.

El riesgo

Koss ve margen para un despliegue de BECCS a gran escala en todo el mundo, pero reconoce que existen límites a la cantidad de biomasa sostenible que se puede producir.

Si BECCS tiene un papel que desempeñar en la eliminación de carbono, tendrá que ser de la mano de

"Lo peor que podemos hacer en este momento es dejarnos llevar por algún tipo de ciclo de revuelo y expectativa donde nos emocionamos demasiado con una sola tecnología", dice MacDowell.

Cuando se trata de combatir el cambio climático, los expertos enfatizan que la prioridad debe ser reducir las emisiones de inmediato.

Peters advierte sobre los peligros de reducir las emisiones a paso demasiado lento, movidos por la esperanza de que una tecnología no probada algún día compensará nuestra inacción.

"Los escenarios del IPCC (para reducir las emisiones) se basan en el supuesto de que tendremos emisiones negativas a gran escala. El riesgo en eso es que hoy estemos eligiendo un camino que dependa de que tengamos esta tecnología en el futuro; si no la tenemos, las generaciones futuras pagarán las consecuencias", dice.