El intenso debate ha llevado sus relaciones con los líderes empresariales a su punto más bajo, e incluso algunos de sus aliados lo instan a relajar su control sobre el presupuesto para mantener a flote a las empresas, en lo que parece será la recesión más fuerte de México en décadas.
Eludiendo enormes paquetes de estímulos, como los implementados por otros países, López Obrador reveló el domingo 5 de abril un plan de apoyo económico mesurado, prometiendo un recorte salarial personal y aumentando la austeridad del sector público.
El dinero que México pueda ahorrar, dice, se destinará a esquemas de creación de empleo, préstamos a pequeñas empresas y, lo más importante, a los pobres, que también son su base política.
Los críticos, tanto de izquierda como de derecha, dijeron que al oponerse a las políticas económicas convencionales, corre el riesgo de profundizar la recesión que comenzó en México el año pasado.
Si su apuesta es correcta, López Obrador puede salir más fuerte de la crisis, con unas finanzas públicas relativamente sólidas. Si no, la administración podría estar atrapada en un profundo agujero económico con una debilitada autoridad.
Andrés Rozental, exsubsecretario de Relaciones Exteriores, dijo que las esperanzas de López Obrador de construir un legado duradero se evaporarían si seguía empujando la economía hacia un "precipicio".
Personalmente austero y firme creyente de que los rescates del pasado fueron un caldo de cultivo para la corrupción, López Obrador ha prometido reducir la dependencia de México de las potencias extranjeras.
"Estoy haciendo todo lo que sea posible para no contratar deudas, porque imagínense si endeudamos al país", dijo el sábado 4 de abril. "No".
A pesar de las enormes deudas de la petrolera estatal Pemex, los economistas dicen que México tiene margen de maniobra.
La deuda bruta del gobierno de México el año pasado fue de alrededor del 55% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que la de Brasil fue de 94%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
López Obrador destacó que, en choques anteriores, los pobres fueron los que más sufrieron. Argumenta, por ejemplo, que la "Crisis del Tequila" de 1994-95 fue una bonanza de rescate para los bancos, pero que dejó a la gente común con una moneda devaluada y una mayor deuda pública.
La retórica enfureció al principal grupo empresarial de México, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), cuyo líder Carlos Salazar fue un destacado defensor del presidente.
"Nunca ha pedido el sector privado salvamento. Nunca hemos nosotros pedido, como se dijo todavía el domingo pasado, socializar las pérdidas y privatizar las ganancias", dijo Salazar en una video conferencia con ejecutivos el martes.
"Ese discurso ya no es posible escucharlo", agregó.