OPINIÓN: El orden mundial estará de cabeza si Trump no enfrenta a Arabia Saudita
Nota del editor: Nic Robertson es editor de CNN para asuntos diplomáticos internacionales. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) - ¿En qué mundo pueden sacar al jefe de la Interpol de las calles a la fuerza o hacer desaparecer a un periodista de fama internacional justo frente a su prometida? Podríamos especular que en uno que se está descarrilando. Uno en el que un país puede atacar a otro, verlo a la cara y decir que eso nunca pasó.
En el universo de los héroes de Marvel, esto nunca pasaría. Los malos recibirían su merecido. Sin embargo, no estamos en el universo de Marvel. Estamos en una realidad post-2016 en la que el máximo policía mundial, el presidente de Estados Unidos, se está tomando un descanso de las costumbres y dejando pasar las ofensas.
El hombre más poderoso del mundo ha convertido en virtud la evasión de las expectativas de que Estados Unidos siente el orden mundial, como tradicionalmente lo ha hecho, y ahora exige a sus aliados que hagan más mientras alivia la presión sobre los enemigos.
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Claro que la abdicación de Estados Unidos a su responsabilidad moral es algo de lo que podría acusarse a presidentes anteriores; sin embargo, hay algo excepcional en la postura de Trump de "Estados Unidos es primero" a costa de todo lo demás.
Tomemos por ejemplo a Corea del Norte: Trump está excepcionalmente comprometido con el artero dictador del país, Kim Jong Un, quien está promoviendo la desnuclearización del reino ermitaño pese a la falta de acciones reales. Por el otro lado mira a sus aliados en la región, Corea del Sur y Japón, y les dice que de ahora en adelante tienen que cooperar más con el costo de su seguridad. Si no lo hicieran enfrentarían la amenaza de tener que defenderse solos.
Para sus bases en Estados Unidos, la estrategia de "Estados Unidos es primero" suena loable. Para sus aliados internacionales, es cada vez más risible. Y para sus enemigos, es una oportunidad.
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Durante siete décadas, Estados Unidos no solo había estado al timón del mundo, manteniéndolo en un rumbo estable, sino que también trazó los mapas y fue la brújula moral para la travesía. Pero la semana pasada hubo un bamboleo notorio.
El periodista y exfuncionario saudí, Jamal Khashoggi, desapareció mientras visitaba el consulado de su país en Estambul, a principios de octubre. Anteriormente la Casa Blanca habría manejado con mano firme esta clase de situación.
Los funcionarios saudíes dicen que Khashoggi se fue poco después de haber llegado. Las autoridades turcas insinúan, sombríamente, que tal vez nunca volvamos a verlo con vida. Un funcionario saudí dijo a CNN que Arabia Saudita niega categóricamente toda participación en su desaparición. El funcionario agregó que "el bienestar de Jamal, como ciudadano saudí, es nuestra principal preocupación y nos estamos centrando en la investigación […] para revelar la verdad sobre su desaparición".
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La situación se está saliendo rápidamente de control.
Trump dijo que le "preocupa" que nadie sepa qué pasó. El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, está "profundamente consternado" y dijo que "el mundo merece respuestas". El secretario de Estado de ese país, Mike Pompeo, dijo que los saudíes deberían promover una investigación.
Arabia Saudita ha estado de acuerdo… como cuando su fuerza aérea mató por error a mujeres y niños yemeníes con bombas hechas en Estados Unidos mientras buscaba a rebeldes hutíes.
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Las organizaciones de derechos humanos acusan que Trump les está dando una salida fácil a los saudíes.
Es probable que al igual que el resto del mundo, la prometida de Khashoggi nunca reciba las respuestas que Pence dice que son inminentes, en parte porque los saudíes saben que es poco probable que los hagan rendir cuentas.
No es la primera vez que Trump deja pasar la oportunidad de ponerse firme con sus socios saudíes. Al inquilino de la Casa Blanca le gusta recordarnos que han destinado miles de millones de dólares a contratos de armas para los años venideros; sin embargo, rara vez habla del enorme distanciamiento de los saudíes con Qatar, que se dio a unas semanas de que Trump visitara Riad en su primera gira internacional como presidente, en mayo de 2017, cuando les dijo a los miembros de la familia real saudí que era hora de ponerse firmes con el terrorismo.
Desde esa visita, la conducta de los saudíes es cada vez más autocrática (como lo indican las detenciones de cientos de miembros de la realeza y empresarios saudíes el año pasado por acusaciones de corrupción y que desembocaron en la muerte de al menos uno de los detenidos, o los arrestos de las activistas por los derechos de las mujeres a mediados de este año). A esto le siguió una desavenencia con Canadá que desembocó en el retiro de varios diplomáticos y cientos de estudiantes, tan solo un mes después de que Trump se enfureciera con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, tras la cumbre del G7.
Trump ha optado por ignorar lo que debería haber encarado. Al hacerlo se ha vuelto el ejemplo para todas las personas equivocadas y por todas las razones equivocadas.
Su cumbre con Vladimir Putin en Helsinki, a mediados de este año, fue otra oportunidad perdida para consolidar el orden mundial. En vez de censurar al presidente de Rusia por atacar a la democracia estadounidense, lo halagó. Para Putin, fue una palmadita en la espalda que lo hizo sonreír todo el camino de regreso a Moscú.
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Con Trump en la Casa Blanca, Putin está mostrando desprecio e indiferencia por el orden internacional basado en reglas. Sus servicios de inteligencia militar siguen entrometiéndose en elecciones e infectando las redes sociales con cuentas falsas. Además tiene la osadía de enviar a sus espías a envenenar personas en Reino Unido con un arma química letal ilegal.
Putin no es el único que se da cuenta de la debilidad de Trump.
China también está sacando provecho del vacío moral. Nunca ha dudado en encerrar a los disidentes ni a los opositores políticos, pero el presidente Xi Jinping está llevando las cosas a otro nivel. Hace unos meses, una famosa estrella de cine desapareció en medio de acusaciones de evasión fiscal. Luego, a principios de octubre, ocurrió el secuestro del director de la principal corporación policiaca del mundo, la Interpol. Finalmente, tras mucha presión internacional, los funcionarios de Xi reconocieron que habían secuestrado al hombre… a quien acusaron de corrupción.
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Pese a la guerra comercial de Trump con China y a la intensificación de las tensiones militares, Xi goza de un grado de poder que ningún líder chino había tenido en décadas.
En Venezuela, se reportó que un funcionario cayó de una ventana del décimo piso de las oficinas centrales de los servicios de inteligencia de ese país. Si fuera una película, sería parte de un escape audaz. Pero en el mundo real, las autoridades venezolanas lo están llamando suicidio. Sin importar lo que Trump diga del país, saben que pueden hacer lo que les dé la gana.
En el caso de Arabia Saudita, las pruebas crecientes que las fuentes turcas están publicando en la prensa turca indican que hubo un complot intrincado para capturar a Khashoggi.
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El Washington Post reportó que unos funcionarios estadounidenses vieron un video de su asesinato y que los servicios estadounidenses de inteligencia interceptaron una conversación de unos funcionarios saudíes que conspiraban para secuestrar (y posiblemente matar) a Khashoggi.
Los críticos más apasionados de Trump están tratando de arrojar luz sobre esta cuestión. El excandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Bernie Sanders, habló esta semana sobre el secuestro de Khashoggi y sus consecuencias.
"Pese a que esta tendencia autoritaria ciertamente no comenzó con Donald Trump, no hay duda de que otros líderes autoritarios del mundo se han inspirado en el hecho de que el presidente de la democracia más antigua y poderosa del mundo está destruyendo las normas democráticas, atacando violentamente a la prensa independiente y al poder judicial independiente, y está usando a los miembros más débiles y vulnerables de nuestra sociedad como chivos expiatorios", dijo.
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Parece que la visión del mundo de Trump y sus raíces en Estados Unidos están convenciendo a sus bases en casa. Pero en el extranjero, están acabando con el orden mundial que Estados Unidos creó cuidadosamente. Aunque todavía no está roto, ya hay repercusiones irreversibles.
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