OPINIÓN: La derecha se está quedando con el poder mundial
Nota del editor: David A. Andelman es investigador visitante del Centro para la Seguridad Nacional de la Escuela Fordham de Derecho y director de su Red Lines Project. También colabora con CNN. Sus columnas le valieron el Permio Deadline Club al Mejor Artículo de Opinión. Escribió el libro A Shattered Peace: Versailles 1919 and the Price We Pay Today. Fue corresponsal del New York Times y de CBS News en Asia y Europa. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) - Parece que, de alguna manera, todo se está juntando.
Durante el fin de semana, un político de derecha, de estilo trumpiano, cobró impulso hacia una segunda vuelta electoral por la presidencia de Brasil tras haberse quedado corto del 50% de los votos en la primera ronda que le habría asegurado la victoria.
En Alemania, el partido neofascista Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) está a punto de reclamar sus primeros escaños en las elecciones parlamentarias de Bavaria, lo que significaría que el partido tendrá representación en 15 de los 16 parlamentos regionales de Alemania.
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En Italia, en donde el desempleo llega hasta el 29% en algunas provincias meridionales, el Movimiento Cinco Estrellas de Matteo Salvini gobierna en coalición con la Liga de derecha. Salvini unió fuerzas con la líder de la derecha francesa, Marine Le Pen, y juraron que van a "tomar el búnker de Bruselas por asalto" en las elecciones parlamentarias del año próximo. Si lo logran, tendrán personas afines esperándolos.
Los partidos de derecha están en el poder en grandes partes del este y el centro de Europa. En Austria, el Partido Libertad, de extrema derecha, formó un gobierno de coalición con el canciller conservador Sebastian Kurz. En la vecina Hungría, el primer ministro Viktor Orban, abuelo de la derecha europea, ganó un tercer mandato con la consigna de que Europa se está viendo invadida por inmigrantes de Medio Oriente y que hay que detenerlos a toda costa.
En Polonia, los esfuerzos del primer ministro antiinmigrante de extrema derecha, Mateusz Morawiecki, para desmantelar el sistema judicial de su país fueron blanco de condenas de parte del Parlamento Europeo, que refirió el asunto al máximo tribunal de Europa en Luxemburgo.
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En Dinamarca, Eslovenia y la República Checa, el sentimiento antiinmigrante ha ayudado a aumentar la influencia de la derecha y, en algunos casos, a llevarla al gobierno.
Es evidente que ninguno de estos líderes se sentiría fuera de lugar en el Estados Unidos de Donald Trump. De hecho, muchos sienten un profundo lazo emocional con el líder estadounidense, a quien consideran una guía moral.
Así, cuando uno de los principales periodistas de oposición de Arabia Saudita, Jamal Khashoggi, desapareció tras entrar al consulado saudí en Estambul (se teme que esté muerto), no pudimos dejar de notar que Mohamed bin Salmán, el príncipe heredero de la corona saudí, se ha vuelto el confidente de Jared Kushner, yerno y asesor de Donald Trump.
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La gran ironía es que el líder de derecha de Turquía, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan (que no es un hombre con un buen historial en lo que respecta a los derechos humanos de los periodistas) sintió la necesidad de ir al rescate de Khashoggi y exigirles a los saudíes que demuestren que no lo asesinaron.
También tenemos al mismo Donald Trump, quien apenas hace unos días amarró el dominio conservador en el sistema de justicia estadounidense por una generación o más.
El hecho es que en todas estas naciones de derecha recién clonadas (aunque no en Arabia Saudita, en donde la monarquía manda), los líderes han llegado al poder por la vía democrática.
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¿Cómo terminamos en este problema? ¿Acaso la sangre derramada en Europa y más allá, luchando contra la opresión nazi durante la Segunda Guerra Mundial, no fue suficiente para varias vidas? ¿Ya nadie se acuerda?
Como historiador y periodista, me parece que desde el auge de las potencias del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial, el poder y la influencia de la derecha mundial no había tenido un auge tan grande. ¿A qué podemos atribuirlo? A un conjunto de factores que convergen para formar la tormenta perfecta.
La clase media, que sigue creciendo en todo el mundo, ha sido el motor del crecimiento económico en varios países, especialmente los del este y el centro de Europa que salieron del comunismo hace relativamente poco, en términos históricos.
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Pese a todo, en muchos países, estas personas con nuevos derechos y beneficios se ven privados de la verdadera riqueza que al parecer prometió el sistema poscomunista. Solo tienen un remedio auténtico: las urnas. Y hay candidatos esperando ansiosamente para cumplir sus sueños.
Las clases medias pueden votar y lo hacen. Han emitido su voto a favor de al menos dos valores fundamentales que aparentemente convergen repentinamente: cambio y seguridad. La cuestión es que ambas constantes tienen muchos costos que al parecer pocas personas anticiparon… al menos hasta ahora.
El cambio puede significar la existencia de batallas arancelarias que pueden impedir el crecimiento económico y laboral, mientras que la seguridad puede traducirse en ataques considerablemente mayores contra los inmigrantes y los manifestantes en todo el continente. Esto usualmente ha consistido en ataques directos a la prensa libre, como en Polonia y Arabia Saudita, tan violentos y virulentos como los que se dieron en la era nazi.
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En Suecia, dos investigadores propusieron que el auge alarmante de la clase política de extrema derecha podría atribuirse a que "los partidos establecidos han ignorado las preferencias de sus propios ciudadanos".
De hecho, esta tendencia podría ser muy clara en toda Europa, ya que personajes establecidos como la canciller de centro-derecha de Alemania, Angela Merkel, sigue tratando desesperadamente de aferrarse al poder sin ceder por completo sus intentos de ayudar a las hordas de migrantes que siguen tocando a la puerta de Europa.
El año pasado, en Francia, la sordera de los partidos como los socialistas y otras aglomeraciones de moderados, puso en la presidencia a un neófito de 40 años, Emmanuel Macron. Aunque ha logrado varias reformas gracias al apoyo del partido político que creó, La République en Marche, también se enfrenta a la necesidad de cambiar por completo su gabinete tras haber perdido a dos elementos clave: el ministro del Interior, Gerard Collomb, quien renunció repentinamente a principios de octubre, y el popular ministro de Ecología, Nicolas Hulot, quien renunció en un programa de radio en vivo en agosto. La gran pregunta es qué tanto cambio político estará dispuesto a soportar a apenas 18 meses de haber asumido la presidencia.
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Gran parte de Europa, particularmente la élite centrista, está horrorizada con el fenómeno Trump y con el resurgimiento de la derecha, así que estará muy atenta a los resultados de las elecciones intermedias que se celebrarán en Estados Unidos en noviembre para tener alguna pista de hacia dónde soplarán los vientos en los dos últimos años del primer término de la presidencia de Trump.
Sin embargo, como tiene una influencia extraordinaria en muchos países, Trump haría bien en reflexionar cuidadosamente sobre la clase de mundo que está ayudando a crear.
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