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Trabajar desde casa para siempre

Encontrarse con la familia pudo haber sido una pesadilla al inicio, pero hoy es una oportunidad para reorientar el tiempo y las prioridades, opina Francisco Hoyos Aguilera.
vie 10 julio 2020 12:06 AM

(Expansión) – Creo que he perdido el olfato unas 100 veces a lo largo de esta contingencia. Debo confesar que he sentido un inmenso alivio, aunque momentáneo, cuando me han recibido con un termómetro de láser en la entrada del supermercado y me han dado la lectura de temperatura, pero regreso a la entrada para pedir una nueva medición, por si las dudas.

En tres meses y días he dominado el complejo arte de evitar el estornudo a toda costa, a pesar de que casi he perdido el sentido cuando se me escapa uno y el hueco de mi antebrazo está ocupado en una tarea distinta y no alcanza a salvarme. El cubrebocas es mi amigo, tal vez el único a estas alturas, que siempre estará ahí para protegerme. Al menos eso me repito.

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¿Qué pasará con nosotros en cuanto podamos regresar a la oficina, a las juntas, a los viajes de trabajo? La realidad es que no mucho, porque el negocio de los espacios confinados para laborar ha recibido una herida de muerte. Nada de lo que hace sentido en el co-working coincide con las medidas sanitarias que tendremos que mantener el resto de este año y en el primer semestre del siguiente.

Adicionalmente, muchas empresas han avisado a sus ejecutivos que no regresarán al espacio de oficina hasta después de diciembre, mientras otras compañías de plano han cancelado sus contratos en donde tienen equipos reducidos o mercados poco rentables.

Si a eso le sumamos que corporaciones como Wework apenas salían de tumultuosos cambios directivos y de administración, entonces veremos muchos gastos convertido en ahorro en los siguientes estados financieros, lo que no es una mala noticia, porque también observaremos nuevos incrementos en la productividad desde casa, donde ya no sabemos cuándo es de día o de noche (es un decir, ¿verdad?).

Lo cierto es que el trabajo a distancia tiene unas inesperadas bondades e implica riesgos para muchas industrias en problemas antes de la aparición del coronavirus. Si no regresaremos pronto a una oficina, a una sala de juntas, la compra de, por ejemplo, ropa formal podría verse afectada. Sumar el total de metros cuadrados de tiendas de moda en una plaza comercial representa, en promedio, hasta un 60% del total de los locales y muchas firmas de tiendas al menudeo y de diseño pasan por el peor momento de su historia, gracias a una pésima gestión (para ellas) de fondos de inversión que las han aniquilado a precios ventajosos.

Poder conectarse a distancia y en la comodidad de la sala de la casa (aunque la cortina no contenga el sol o el espejo refleje a quien se acaba de levantar al mediodía) se ha vuelto igual de tedioso que cuando nos pasábamos horas en juntas, con la diferencia de que sentimos cierta satisfacción de ver que todos los participantes estamos bien y seguimos adelante, aunque con tres meses de cabello crecido.

Esto es veneno puro para las aerolíneas y cadenas de hoteles consideradas de negocios. No tanto para los sitios turísticos (ninguna aplicación podrá sustituir las vacaciones) o las grandes apps de reserva de espacios privados, los cuales podrán adaptarse y ofrecer incluso experiencias libres de coronavirus. Un precio de combustible, temporalmente más bajo, evitará un derrumbe, sin embargo, apenas esta semana Aeroméxico se acogió al capítulo 11 para declarar su bancarrota en los Estados Unidos.

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Los viajes por carretera, los autobuses y hasta los nuevos trenes de pasajeros proyectados por el gobierno mexicano podrían ocupar el espacio comercial que dejarán los aviones, pero la seguridad será el factor que inclinará la balanza, mientras tanto la vida laboral por medio de la computadora llegó para quedarse.

Y no es necesariamente malo. Encontrarse con la familia pudo haber sido una pesadilla al inicio, pero hoy es una oportunidad para reorientar el tiempo y las prioridades. Solteros y parejas sin hijos han descubierto que puede haber mucho tiempo libre cuando matamos las salidas al café, a la comida o los traslados largos en el transporte público.

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Es decir, el coronavirus podría haber acelerado el anhelado sueño de trabajar para vivir, reducir nuestra dependencia a las oficinas y crear una demanda de nuevos espacios de vivienda con más metros para habitar y laborar, en tanto regresamos a las fondas, los restaurantes de barrio, los cafés y las pequeñas terrazas, que ahora podrían mudarse a nuestros barrios, a nuestras colonias, que dejarían de esos dormitorios a los que solo llegábamos para pasar los fines de semana.

Nota del editor: Francisco Hoyos Aguilera es Especialista en comunicación. Graduado del Tec de Monterrey con una maestría en la Universidad Iberoamericana. Fue reportero en el diario Excélsior y en la corresponsalía de The New York Times en México. Lleva dos décadas en la comunicación pública y privada. Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Síguelo en Twitter y/o LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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