Un primer paso es desmitificar el concepto o el estereotipo que se les asignan a la mayor parte de la comunidad y que los mercadólogos han llamado DINKS, es decir, personas con doble ingreso y sin hijos (Double Income, No Kids por sus siglas en inglés).
Esto ha ocasionado que se fomente una cultura de consumo a corto plazo, del gasto en viajes, tecnología, moda, etcétera, que absorbe gran parte del ingreso y que se promuevan estilos de vida que no corresponden al poder adquisitivo de las personas, generando el efecto “bola de nieve” por la acumulación de deudas.
Sin embargo, hay que comprender que no todos los que pertenecen a la comunidad tienen dobles ingresos por estar con una pareja y el nivel del poder adquisitivo tampoco es tan alto.
No perdamos de vista que el buscar acceder a bienes y servicios, generalmente más onerosos, brindan cierta seguridad frente a la discriminación o recibir tratos desiguales, lo que fomenta incurrir en estos gastos.
Si bien el problema es de fondo, también es buen momento para cobrar conciencia de la importancia del ahorro a largo plazo, de establecer planes de retiro y de llevar una adecuada planeación financiera que cubra todas estas necesidades. Hay diversos instrumentos que facilitan llevar un control, que nos permitan no sobrepasar los gastos o que nos pudieran generar un sobreendeudamiento.
Ahora bien, el segundo reto es todavía más complejo, pero no imposible de vencer y se trata de lograr que las personas transexuales puedan acceder a diversos servicios, tanto públicos como privados, sin contratiempos.
Lo primero es acudir al Registro Civil para llevar a cabo el trámite de cambio de identidad y deberá generar una nueva acta de nacimiento, en la que se reconoce el nuevo género. Lo segundo, y es importante mecionarlo, es acudir a las oficinas del SAT para dar de baja el RFC anterior y dar de alta el nuevo acorde con la nueva identidad, cabe señalar que, de no hacerlo así, la autoridad fiscal podrá pensar que son dos identidades diferentes.