"Nos dieron bombas adhesivas para ponerlas bajo los tanques de gasolina de los vehículos", recuerda. "Nos dieron chalecos explosivos y armas. Nos pusimos los chalecos, tomamos nuestras armas y luego nos pusimos nicabs de mujer para esconderlo todo".
La operación falló y terminó en prisión. Más tarde, lo transfirieron al centro de rehabilitación. "Pude distanciarme. Fue un error. Aprendí de ello", cuenta.
Otros niños muestran señas visibles de trauma. Uno de ellos, Hasán, era hijo de un emir de ISIS que solía decapitar a la gente y le daba las cabezas para que las usara como pelota de futbol. Hasán no es su nombre real.
En el centro de rehabilitación, Hasán es un ermitaño. No quiere que lo entrevisten. Musab Mohammed Khalaf, el administrador del centro, no sabe si podrá recuperarse algún día.
El centro de rehabilitación trata de brindar apoyo psicológico básico para que Hasán y los demás se recuperen. Sin embargo, tienen recursos limitados y el trauma es mayor a lo que uno puede imaginarse. Nadie sabe qué tanto pueden sacar el adoctrinamiento de ISIS de la mente de un adolescente.
"Si la situación sigue igual y los países no ayudan, ISIS regresará", advierte Khalaf. "Oímos hablar de ello, de las células latentes, se aprovechan de los niños, tratan de reclutarlos".
El campamento de Al Hol es un lugar desolado y miserable que los países desearían que desapareciera. Es un legado de la guerra de ayer.
Esa es justamente la razón por la que es tan peligroso. Si se permite que la situación degenere, este vasto campamento contiene las semillas de la próxima guerra, de la generación de la venganza de ISIS.
Tamara Qiblawi, de CNN, contribuyó con este reportaje.