OPINIÓN: Trump preparó el terreno para la crisis por asesinato a periodista
Nota del editor: Peter Bergen es analista de seguridad nacional de CNN, vicepresidente de New America y profesor de la Universidad Estatal de Arizona. Está escribiendo un libro para la editorial Penguin/Random House sobre la toma de decisiones sobre seguridad nacional en el gobierno de Trump y ha reportado frecuentemente desde Arabia Saudita desde 2005. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) - En mayo de 2017 los saudíes agasajaron al presidente de Estados Unidos, a su yerno, Jared Kushner, y a otros miembros clave del gabinete estadounidense con un recibimiento real diseñado para apelar a la avidez de halagos de Trump. Hubo danzas ceremoniales elaboradas en un palacio tan opulento y vistoso que uno pensaría que la torre Trump es relativamente modesta.
El inquilino de la Casa Blanca devolvió el favor con gusto al dar un discurso en Riad, la capital de Arabia Saudita; dijo a los líderes de los Estados del golfo Pérsico y a otros jefes de Estados musulmanes que no los iba a importunar con los derechos humanos: "No estamos aquí para sermonear… no estamos aquí para decirles a los demás cómo vivir, qué hacer, cómo ser…".
Resultó que ese discurso sería la luz verde para las salvajes aventuras del príncipe heredero saudí Mohamed bin Salmán, comenzando con un bloqueo ilegal a Qatar dos semanas más tarde. Bajo su creciente control, la política estadounidense de no intervención ha continuado pese a la pesadilla humanitaria que se vive en Yemen, la aparente extorsión multimillonaria de algunos oligarcas saudíes y, si se han creer las afirmaciones de las autoridades turcas, el asesinato y desmembramiento de un prominente escritor saudí dentro del consulado saudí en Estambul.
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La misteriosa desaparición de Jamal Khashoggi, colaborador del diario estadounidense The Washington Post, suscita grandes dudas, no solo sobre la naturaleza del régimen saudí sino sobre la aceptación sin críticas del príncipe heredero de 33 años en el gobierno de Trump, una alianza orquestada por Jared Kushner, quien se hizo cargo de los asuntos de Medio Oriente en la transición presidencial.
Durante su campaña, Trump denunció repetidamente el tratado nuclear que el gobierno de Obama negoció con Irán y lo consideró "el peor trato de la historia". Esta postura coincidía en gran medida con la de los países del golfo, encabezados por los saudíes, quienes pensaban que Obama estaba dándole poder a Irán a sus expensas.
Al igual que el resto del mundo, los saudíes no esperaban que Trump ganara las elecciones presidenciales. Cuando lo hizo, hasta sus aliados más cercanos, los emiratíes, tuvieron que apresurarse a tender puentes con el equipo del estadounidense.
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A través de intermediarios como el empresario multimillonario Thomas Barrack, amigo cercano de Trump que ha trabajado en el mundo árabe desde hace décadas, así como Yusif al Otaiba, el veterano embajador de los Emiratos Árabes Unidos en Estados Unidos, Kushner se puso en contacto con Mohamed bin Salmán, según el diario estadounidense The New York Times.
El padre de Mohamed bin Salmán, el rey Salmán, tiene 82 años y es el rey en título, pero está claro que su hijo, a quien se conoce como MBS, es el centro del poder en el reino saudí.
Tanto Kushner como MBS son vástagos de una familia enormemente rica y poderosa, son casi de la misma edad y entablaron una relación con base en la creencia de que podían transformar a Medio Oriente. A veces se comunicaban a través de la aplicación de mensajería segura WhatsApp que usan los miembros de la corte saudí, de acuerdo con una fuente saudí cercana a la familia real.
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La familia real saudí pensó que podían hacer negocios con la familia Trump y viceversa, y los saudíes creyeron que Kushner hablaba en nombre de Trump.
Por otro lado, Kushner creyó que MBS podía ayudar a encontrar una solución mediada por Estados Unidos al conflicto entre Israel y Palestina y que con su relación personal podrían lograr lo que no se había logrado tras décadas de diplomacia profesional.
A Trump, quien durante la campaña prometió que impediría a los inmigrantes musulmanes entraran a Estados Unidos, le sería útil tener aliados árabes. Además de que el gobierno de Trump y los Estados del golfo Pérsico sospechaban del régimen iraní casi con la misma intensidad.
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El 14 de marzo de 2017, casi al comienzo de la presidencia de Trump y cuando era tan solo el segundo en la línea de sucesión, MBS almorzó con Donald Trump y sus altos asesores de seguridad nacional en la Casa Blanca, honor inusual para alguien que no es un jefe de Estado y ni siquiera el primero en la línea de sucesión, que en ese entonces era su primo, Mohamed bin Nayef.
Ese almuerzo en la Casa Blanca ayudó a sentar las bases de la primera gira de Trump en el exterior, a Arabia Saudita. Tradicionalmente los presidentes de Estados Unidos hacen su primer viaje al exterior a algún país democrático aliado como Canadá, pero optaron por honrar a los saudíes.
Los saudíes bloquean a Qatar
Dos semanas después del viaje de Trump a Riad, los saudíes encabezaron un bloqueo árabe a Qatar, país rico en gas. Cerraron todos los cruces fronterizos y cancelaron todos los viajes aéreos y marítimos.
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Este era el objetivo a largo plazo de los saudíes, quienes desde hacía mucho estaban molestos con su vecino pequeño pero enormemente rico porque es la sede de la televisora Al Jazeera, que suele criticar a otros países árabes, y porque simpatiza con movimientos islamistas como la Hermandad Musulmana.
Trump aplaudió el bloqueo y tuiteó: "Qué bueno que la visita a Arabia Saudita con el rey y otros 50 países ya está dando frutos. Dijeron que adoptarían una postura firme respecto al financiamiento… del terrorismo y todas las referencias apuntaban a Qatar. ¡Tal vez este sea el principio del fin del horror del terrorismo!".
Esta fue la luz verde que los saudíes necesitaban para mantener el bloqueo hasta el día de hoy. En derecho internacional, un bloqueo es un acto de guerra.
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Cuando Trump escribió su tuit celebratorio del bloqueo, al parecer no tenía idea de la mayor base militar estadounidense en Medio Oriente está en Qatar y también que era la base más importante para el combate al Estado Islámico, base que los cataríes pagaban casi totalmente, según una fuente en el cuerpo diplomático estadounidense.
Los dos miembros del gabinete de Trump que tenían tratos considerables con los cataríes se opusieron al bloqueo. James Mattis, secretario de Defensa, entendía la importancia de la base de Qatar en el combate al Estado Islámico, mientras que el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, tenía mucha experiencia tratando con los cataríes por su trabajo como CEO de Exxon. Qatar tiene las terceras reservas más grandes de gas natural en el mundo.
Al entender tardíamente la importancia de Qatar en el combate al Estado Islámico, Trump trató de presionar a los Estados árabes para que levantaran el bloqueo, pero sin éxito.
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MBS hace sentir su poder
Un mes después del viaje de Trump a Riad, MBS dio un golpe palaciego y obligó a su primo Mohamed bin Nayaf a dimitir como príncipe heredero. La CIA consideraba que Nayef era un aliado seguro gracias a sus esfuerzos agresivos por erradicar a al Qaeda del reino cuando era ministro del Interior.
Tras quitar a su primo de la línea de sucesión y volverse el heredero evidente, MBS también se dispuso a eliminar los demás obstáculos a su poder a través de estrategias estalinistas, solo que sin los gulags.
En noviembre, encerró a unos 200 empresarios y príncipes ricos en el Ritz Carlton de Riad (en donde seis meses antes había recibido a Trump y a Kushner) y los liberó cuando les quitó varios miles de millones de dólares que supuestamente habían adquirido a través de actos de corrupción.
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Es raro acusar a alguien de corrupción en Arabia Saudita, país en el que la separación entre la familia reinante y los recursos del Estado es poca y que es el único del mundo que lleva el nombre de la familia real; por otro lado, MBS no escatima en regalos para sí, como el yate de 500 millones de dólares. MBS también ha encarcelado a varios clérigos y activistas sociales, quienes podrían ser sentenciados a muerte.
En febrero, MBS despidió a gran parte de la dirigencia de las fuerzas armadas saudíes y los reemplazó con gente de su confianza.
Las aventuras saudíes en el extranjero
Antes, el invariablemente anciano monarca saudí presidía una política exterior conservadora caracterizada por su poca injerencia en el extranjero. En contraste, MBS está interviniendo en todo Medio Oriente, no solo encabezando el bloqueo a Qatar, sino desatando una guerra en Yemen. En 2015, MBS emprendió una campaña en Yemen que ha servido para precipitar lo que la ONU describió hace unos meses como la peor crisis humanitaria en el mundo.
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El gobierno de Trump ha hecho la vista gorda ante la forma en la que los saudíes llevan su guerra en Yemen pese a que este esfuerzo bélico depende, en parte, de la inteligencia estadounidense y del reabastecimiento de combustible de los aviones saudíes de combate con aviones cisterna estadounidenses.
En septiembre pasado el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, certificó ante el Congreso estadounidense que los saudíes estaban tratando de reducir las bajas civiles en Yemen, medida cuya intención es evitar cualquier medida legislativa para impedir que los estadounidenses apoyen a los saudíes en Yemen. No obstante, a principios de octubre, la ONU acusó a la coalición encabezada por los saudíes de matar a 1,300 niños en ataques aéreos en Yemen a lo largo de los pasados tres años.
En noviembre de 2017, MBS obligó al primer ministro de Líbano, Saad Hariri (quien tiene doble ciudadanía libanesa y saudí) a anunciar su renuncia en una vista a Arabia Saudita. MBS creyó que Hariri estaba en la bolsa de Hezbolá, grupo que cuenta con el respaldo de Irán y que es una importante fuerza política en Líbano. Más tarde, Hariri regresó a Líbano como primer ministro y el tiro le salió por la culata a MBS porque tanto Hezbolá como Hariri surgieron aún más fuertes de este episodio extraño.
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Además de su respaldo a la guerra en Yemen, el gobierno de Trump ayudó a cumplir otro de los objetivos clave en política exterior de los saudíes el 8 de mayo, cuando Trump anunció que retiraría a Estados Unidos del tratado nuclear con Irán, medida que los saudíes aplaudieron.
Su celebración duro poco porque una semana después, Estados Unidos mudó su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.
La familia real saudí se considera "guardiana de los sitios sagrados". El tercer sitio sagrado del islam es el Domo de la Roca en Jerusalén, en donde se supone que el profeta Mahoma ascendió a los cielos. Al mudar la embajada estadounidense a Jerusalén, el gobierno de Trump indicó que estaba listo para ignorar el sentir de los musulmanes respecto a la situación especial de Jerusalén. Con esa maniobra, todas las esperanzas de Kushner de que MBS le ayudara a negociar la paz entre israelíes y palestinos seguramente se vinieron abajo.
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¿Valió la pena haberle apostado a MBS?
El domingo 14 de octubre, en el programa 60 Minutes de la televisora estadounidense CBS, Trump prometió que "se castigaría severamente" a los saudíes si se demuestra que asesinaron a Jamal Khashoggi como han afirmado fuentes turcas anónimas a las organizaciones noticiosas. No obstante, Trump dijo que "nos estaríamos castigando a nosotros mismos" si se cancelara la venta de armas estadounidenses a los saudíes, negocio que Trump afirma frecuentemente que vale 110 mil millones de dólares.
Este es un muy buen ejemplo de los peligros de creer en tu propia propaganda porque en realidad, como se reveló el Washington Post tras una revisión detallada de esta afirmación, el Departamento de Estado de Estados Unidos ha aprobado hasta ahora la venta de solamente 4,000 millones de dólares de armas a los saudíes desde que Trump viajó a Riad en 2017. Aún está por verse si se aprobará la venta de más armas, pero por ahora, las ventas son considerablemente menores a lo que Trump anunció en Riad hace más de un año.
El gobierno estadounidense podría sancionar a saudíes específicos involucrados en el asesinato de Khashoggi si se demuestra que lo asesinaron y ciertamente el Congreso lo presionaría para hacerlo; sin embargo, es poco probable que Trump haga mucho más dado que a los saudíes les interesa obstaculizar las ambiciones iraníes en la región, interés que comparten con el gobierno de Trump.
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Lo último que Washington querría es ver que los saudíes se acerquen al presidente de Rusia, Vladimir Putin. MBS visitó Moscú recientemente durante el Mundial. Uno de los argumentos con los que Trump defiende la venta de armas a los saudíes es que si Estados Unidos no hace negocios con los saudíes, alguien más —como Rusia— lo hará.
Los saudíes deben sentirse muy satisfechos de lo que le sacaron al gobierno de Trump: la libertad para librar una guerra en Yemen con apoyo de Estados Unidos; el aislamiento de Irán, su archienemigo; consentimiento para su bloqueo sobre Qatar, y una cálida recepción de parte de Trump.
A cambio, el gobierno de Trump garantizó unos negocios relativamente pequeños de compra de armas y lo más seguro es que Kushner salga con las manos vacías de su plan de paz tan cacareado y largamente postergado.
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