Con la mira puesta en un segundo mandato, Trump deberá probar, en un momento político distinto, que puede recuperar el hechizo político que desafió a los expertos y a las probabilidades y resultó en una de las victorias electorales más impactantes de la historia.
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Esta vez, no solo deberá competir contra el otro bando y un centro político podrido. Deberá defender el récord presidencial más controvertido en décadas frente a un Partido Demócrata que puede ser ideológicamente convulso, pero que está unido en un solo objetivo: sacarlo de la Oficina Oval.
Constantes crisis en el extranjero, escándalos interminables, disputas personales, la adulación de tiranos por parte del presidente, conversaciones sobre un juicio político y una presidencia imposible de ignorar que ha irrumpido en la vida de todos los estadounidenses en un agotador período de dos años y medio complicará la narrativa de Trump en esta ocasión.
La candidata demócrata Hillary Clinton dijo en repetidas ocasiones que Trump era incapaz para la presidencia por su temperamento, su intelecto y su personalidad. Ahora los demócratas creen que tienen la evidencia para demostrarlo.
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Pero el presidente, quien en repetidas ocasiones afirmó y demostró en 2016 que él era su mejor estratega, mantiene la fe en su viejo libro de jugadas.
“Sólo te digo que lo haré de la misma manera que lo hice la primera vez”, dijo Trump a ABC News en una entrevista reciente.
Eso probablemente significa campañas contra la inmigración más polarizantes, un regreso a la guerra cultural que avivó la ira entre sus partidarios en 2016 y más intentos de devaluar la verdad, de la que los votantes dependen para tomar una decisión informada.