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La furia se extiende por América Latina... y la causa es la desigualdad

La distribución poco equitativa de la riqueza, así como el deterioro de la calidad de vida, han hecho que miles de personas hayan tomado las calles, dicen especialistas.
mar 03 diciembre 2019 11:04 PM
Chile, el ejemplo perfecto
Chile, que hasta antes de las protestas de octubre era visto como un oasis regional, es el ejemplo perfecto de las manifestaciones por desigualdad.

Algo pasa en América Latina y el mundo se ha dado cuenta de ello. Las escenas se repiten independientemente de si son en La Paz, Puerto Príncipe, Santiago, Quito o San Juan: miles de personas toman las principales plazas públicas de sus países para exigir mayor justicia social. Las razones tienen un común denominador: el descontento con las políticas implementadas por los gobiernos en turno.

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En Ecuador, gobernado por el centrista Lenín Moreno, fue el anuncio de la eliminación del subsidio a los combustibles. Tras 12 días de protestas , Moreno desistió del paquete de medidas, que iban en línea por lo ordenado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y comenzó un proceso de negociación con grupos indígenas, los principales opositores a la medida.

En Puerto Rico las protestas comenzaron tras la filtración de conversaciones del gobernador Ricardo Roselló y su equipo cúpula que contenían indicios de actos de corrupción. Menos de dos semanas del inicio de las manifestaciones en su contra, encabezadas por cantantes como Bad Bunny y Ricky Martin, el gobernador renunció a su cargo .

El aumento del precio del metro fue el detonador en Chile. Tras semanas de masivas protestas, algunas de más de un millón de personas, el gobierno chileno aceptó iniciar un proceso para redactar una nueva constitución . El país, que aún hoy vive fuertes protestas, canceló la organización de la COP25 y de la cumbre de la APEC.

Las presuntas irregularidades durante las elecciones del 20 de octubre en Bolivia, desencadenaran fuertes protestas tanto a favor como en contra del entonces presidente, Evo Morales. Tres semanas después, Morales renunció al cargo, presionado por las Fuerzas Armadas. El gobierno mexicano le ofreció refugio. Mientras una senadora opositora ocupó el poder de manera provisional, las protestas continuaron.

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En Honduras y Haití se han llevado a cabo también manifestaciones antigubernamentales desde hace varios meses.

El último país latinoamericano en unirse a la lista fue Colombia. El 21 de noviembre, miles de colombianos salieron a las principales plazas de Bogotá, Medellín, Calí y otras ciudades para manifestar su rechazo a las políticas económicas del presidente Iván Duque.

Especialistas consultados por Expansión coincidieron en que las protestas del último año son alimentadas por el fuerte descontento social, generado a su vez por la desigualdad económica que reina en la región.

“Sí hay una relación que muchos analistas trazan entre el movimiento social y las movilizaciones y la desigualdad económica, y no tanto la pobreza. Chile es el ejemplo perfecto de que es la desigualdad y no la pobreza. Tiene el PIB per cápita más alto de América Latina (cerca de 15,000 dólares), pero al mismo tiempo, tiene una tasa de desigualdad muy alta ”, dice el economista Máximo Ernesto Jaramillo Molina.

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El índice Gini, un coeficiente usado para medir la desigualdad de ingresos, muestra que América Latina es una de las regiones con mayores problemas de este tipo en el mundo. La mayoría de los países donde se han registrado manifestaciones tienen un índice mayor a 0.4, cuando el promedio de la OCDE es 0.29, de acuerdo con cifras del Banco Mundial.

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Cuando un país tiene un índice Gini de 1 significa que el nivel de concentración de ingresos es muy alto, situación totalmente contraria cuando el resultado se va acercando a cero.

“Estamos hablando de una desigualdad muy grande, (Chile) está entre las 10 economías más desiguales del planeta, pero también está entre las 15 economías más pujantes”, aseguró el politólogo Benjamín Arditi, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

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El también doctor en Filosofía por la Universidad de Essex, explicó que las manifestaciones de 2019 en América Latina tienen dos principales antecedentes históricos. El primero es el ‘Caracazo’ de 1989.

“Fue un momento en que el gobierno recién electo de Carlos Andrés Pérez aplicó una política de ajustes de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y subió el precio de la gasolina. La gente salió a las calles. Hubo represión policial y militar", recuerda el especialista.

El otro antecedente son las manifestaciones de 2011, tras la última gran recesión global. Entre estos se encuentran las manifestaciones de los indignados en España, los Occupy Wall Street en Estados Unidos, el movimiento estudiantil en Chile, la Primavera Árabe en Túnez, Libia y Egipto y el movimiento #YoSoy132 en México.

“Creo que la gente en todos los países de América Latina donde vemos las movilizaciones está diciendo 'Ya basta'. Es la frustración extraordinaria. Lo que vemos son los daños colaterales del neoliberalismo”, indicó el académico de la UNAM.

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Arditi cita el artículo "El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia" , escrito por el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. En este texto, Stiglitz afirma que "la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos".

"Estamos llegando a una desigualdad tal que la gente le ha perdido el miedo y tampoco se mete el dedo en la boca, no se tragan las promesas de que el futuro van a estar mejor las cosas", enfatiza el investigador.

América Latina no es la única región que arde. En Hong Kong , Líbano e Irak , los jóvenes se manifiestan por razones similares: desigualdad de ingresos y un modelo económico que no les permite vivir con dignidad.

Aunque afirma que las manifestaciones son necesarias, el politólogo advierte que existe el riesgo que estas protestas puedan ser aprovechadas por grupos antidemocráticos.

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"Lo que más me preocupa es que esto lleve a una deslegitimación de la democracia y abre las puertas a cualquiera que prometa una mejor situación económica. Sin embargo, para la gente que ya lo ha perdido tanto y que no tiene expectativas de mejorar, la explosión no es más que algo legítimo", apuntó el especialista de la UNAM.

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