Pon en práctica el arte de ir a trabajar en bicicleta
Nota del editor: Este ensayo forma parte de una columna llamada The Wisdom Project de David Allan, director editorial de CNN Health and Wellness. La serie trata de aplicar a la vida la sabiduría y la filosofía que se encuentran en todas partes, desde los textos antiguos hasta la cultura pop.
(CNN) - Ninguna posesión de mi infancia me dispensó más libertad que mi bicicleta.
La circunferencia de mi vida se multiplicó por diez cuando cambié el bipedismo por los pedales. Entre semana recorría seis kilómetros de ida y vuelta a la escuela en Baltimore en mi querida bicicleta Team Murray BMX color naranja. Los fines de semana era mi caballo de batalla junto con una tribu de amigos al estilo Goonies, éramos dueños del vecindario con nuestras ruedas e imaginación colectiva. Ocasionalmente me levantaba antes del amanecer y daba largos y emocionantes paseos solitarios por las calles casi vacías de la ciudad que olían a pan recién hecho y a libertad.
Cuando mi esposa y yo nos mudamos a Nueva York iba al trabajo en una bicicleta plegable Dahon Boardwalk D8 que cabía debajo de nuestra mesa en nuestro pequeño estudio de East Village. Pedaleaba por la angosta cintura de la isla de Manhattan, a través de Greenwich Village y a lo largo del río Hudson, y la estacionaba debajo del escritorio de mi cubículo en Random House.
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Quince años después comencé de nuevo a trabajar en dos ruedas por las calles de Atlanta cada vez más amigables con el ciclista, pero esta vez en una Bianchi Strada. Era la combinación de diversión y ejercicio que esperaba hasta que me chocó una camioneta pick-up. Quedé arañado y magullado, aunque intacto.
He tenido otras bicis en los últimos años. Una de tres velocidades y sillín tipo banana. Otra de 10 velocidades y manubrios con los extremos curvos hacia abajo, que me hacían sentir como un personaje de la película "Breaking Away". Todavía tengo una Specialized Hardrock que compré en la universidad, ha subido las cuestas de San Francisco, ha levantado el polvo de los senderos del desierto en Arizona y ha completado varios recorridos de 40 millas en los cinco distritos de Nueva York.
No me veo como un ciclista. No soy delgado, fuerte, ni ‘cool’. No uso ropa ceñida para ciclista, no uso bolso bandolero y ni siquiera voy muy rápido. Nunca he tenido una bicicleta que cueste más de 800 dólares. No sé mucho sobre la historia, la marca o la mecánica de las bicicletas. Mis habilidades de reparación se limitan a ajustar mi asiento, colocar una cadena y arreglar el pinchazo ocasional; sin embargo, mi amor por estas maravillas mecánicas es profundo.
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Me encanta que en una bicicleta seas pasajero y motor a la vez. Me encanta que sea cinco veces más eficiente que caminar cuando comparas la energía consumida al viajar cada milla. Es buena, limpia y divertida, vinculada a la tierra, el aire y el clima.
Me encanta que la bicicleta sea buena para mi cuerpo y para el medio ambiente. Los automóviles no solo contribuyen al calentamiento global (75% de la contaminación por monóxido de carbono en Estados Unidos, según la EPA y 27% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según el Fondo de Defensa Ambiental), también son malos para nuestra salud personal. La investigación ha relacionado el conducir al trabajo con niveles más altos de estrés, ansiedad, depresión, dolor de cuello y espalda y ataques cardíacos. Y ya sea que te desplaces en automóvil, tren o autobús, conocemos los efectos dañinos de pasar demasiado tiempo sentado y no hacer suficiente ejercicio cardiovascular (como, por ejemplo, andar en bicicleta).
Te animo a ir al trabajo en bicicleta. Pide prestado o renta la bici, el casco, las luces y el candado, son las únicas cosas que necesitas. Luego traza una ruta y ve cuánto tardas y cómo te sientes al circular junto a los autos. Yo tengo tres rutas distintas, por darle variedad, y evolucionaron en los primeros meses para maximizar la velocidad y la seguridad. Mi trayecto de 11 kilómetros toma aproximadamente 45 minutos en cada sentido, aunque me estoy volviendo cada vez más rápido conforme mis piernas se ponen en forma. Irme en el metro tomaba unos 35 minutos, en auto eran unos 30 minutos pero podía aumentar según el tráfico. Aproximadamente el 50% de mi trayecto diario es en ciclovía o un camino protegido.
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Cuantos más de nosotros usemos la bici para ir al trabajo, más calles amigables se construirán en nuestras ciudades. Tener un gimnasio en el trabajo donde puedo dejar la ropa sudada es una gran ventaja en el verano, pero no dejes que un simple problema como ese impida que te unas a la revolución, camarada bicicletero.
Si vives demasiado lejos de tu trabajo, tal vez puedas usar la bicicleta una parte del trayecto para luego conectar con el transporte público. O andar en bicicleta antes del trabajo o hacer una nueva rutina de paseos matutinos el fin de semana. ¿Hay mandados o sitios a los que tienes que ir los fines de semana que se pueden hacer en dos ruedas en lugar de cuatro? No hay ninguna razón para negarte este modo de transporte divertido, saludable, ecológico y de bajo costo.
Santas ruedas
Otro beneficio secundario de mi diario trayecto es que montar la bici me obliga a estar atento y consciente de mi entorno, e incluso en contacto con los significados más profundos de la vida.
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"La bici nos enseña a ser conscientes de cuándo estamos navegando cómodamente o agotándonos, cuando todo lo que tenemos que hacer es aplicar un poco más de esfuerzo y cuándo es el momento de hacer un cambio", escribió Nick Moore en “Mindful Thoughts for Cyclists: Finding Balance on Two Wheels” (Reflexiones para ciclistas: Encontrar el equilibrio en dos ruedas), un libro de bolsillo profundo y delicioso que fomenta una aceptación tipo Zen de los retos del ciclismo. "Las marchas de la bici también nos recuerdan que el simple hecho de tener más no hace necesariamente las cosas más fáciles. Al igual que con tantas cosas en la vida, lo importante no es lo que tienes, sino cómo lo usas".
La rueda no es solo uno de los grandes (y literalmente) puntos de inflexión en la evolución humana, sino una metáfora que nos une a todos. Nuestra vida es un círculo que comienza y termina con nuestra existencia. Cada año es un ciclo de temporadas en clima, agricultura y deportes. Los relojes, los planetas, las lavadoras, la violencia y los negocios funcionan en ciclos. La historia se repite. Incluso la fortuna gira sobre una rueda.
Pedalear, por divertido que sea, también exige un mayor nivel de conciencia, presencia y vivencia en los momentos que complementan una práctica budista. "Al igual que en el yoga, mantener una mirada fija y concentrada ayuda a la concentración", escribe Moore. "Fija tus ojos en un punto en la carretera a una distancia de la longitud de una bicicleta, y lo que yace más allá deja de existir, o importar".
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¿Muy cansado?
Si hay dos cosas de las que eres muy consciente mientras pedaleas, son las colinas y el mal tiempo. La mayoría de los que viajan en bicicleta no les tienen mucho aprecio, incluso si son oportunidades para aumentar el ejercicio , la perseverancia y la consciencia meditativa.
"La consciencia requiere que sintonicemos una cosa, por lo general nuestra respiración", escribió Moore. "Afortunadamente, esta es también la clave para pedalear cuesta arriba, por lo que cada subida puede convertirse en una verdadera meditación".
Cuanto más grande es la pendiente, mayor es la ganancia. En primer lugar tu cuerpo trabaja duro mientras intenta expandir tu horizonte y luego el esfuerzo es doblemente recompensado con una nueva vista, o perspectiva, desde la cima.
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Ir cuesta abajo requiere aún más consciencia a medida que recuperas el miedo y la diversión de tomar un riesgo calculado. "Descender conscientemente es cruzar el mágico umbral de simplemente andar el camino a leerlo", comentó Moore. Ir rápido requiere todo tu ingenio, incluso ser capaz de predecir lo que está por suceder.
Hay práctica Zen en aceptar lo que sea que venga en tu viaje: pendientes, viento ("pendientes invisibles"), lluvia, frío, calor, una llanta ponchada.
Pedalear en mal tiempo requiere una mayor concentración y seguridad, pero también una alegría específica que recuerda los veranos infantiles. Cuando saludo a camaradas bicicleteros durante un aguacero los dos solemos sonreír.
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Las temperaturas cálidas y frías no son motivo para evitar la bicicleta, solo hay que prepararnos. "No existe el mal tiempo, solo ropa inapropiada", dijo el pionero de las guías Alfred Wainwright.
Incluso las llantas ponchadas, ese flagelo de los trayectos urbanos, son oportunidades para convertir conscientemente la frustración de ese momento en una aceptación. También es una lección para resolver problemas, ya sea una reparación o simplemente llegar a casa.
Si te caes 7 veces, levántate ocho
Cuando era niño me caí de la bici tantas veces que no guardo memoria de todas. Una vez me fui de boca cuando me topé con una cadena que no vi en la noche. En otra ocasión me despeñé directamente de un barranquito de tres metros en un parque de la ciudad, mi pecho golpeó contra el manubrio y me sacó el aliento lo suficiente como para ver la visión del túnel cuando uno está por desmayarse.
En la universidad una vez caí sobre una mancha de grava que me dejó una herida de 30 centímetros en el brazo. En la última caída mis ruedas se descontrolaron sobre una zona de semillas de sicómoro y aterricé sobre mis costillas, que tardaron semanas en dejar de doler.
Cuando era niño dos veces me dieron coches mientras andaba en mi amada BMX, sin consecuencias serias. Treinta y tres años después otro vehículo me dio cuando iba en mi Bianchi y me pegó una camioneta como ya relaté. El conductor no quiso aceptar la culpa o pagar por mis reparaciones, me dijo que lo tomara como "una lección de vida" para ser más cuidadoso.
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En mi opinión, se equivocó con respecto a la culpa pero tenía razón sobre la lección de vida. Necesito prestar más atención al compartir la calle con los automóviles, muchos conducidos por personas que no están prestando toda su atención, no avisan cuando van a dar vuelta o se distraen con los teléfonos en lugar de ver a los ciclistas.
"Prestar atención es uno de los sentimientos subyacentes de la consciencia", escribe Moore. "Centrarse en el momento presente, el aquí y ahora, es el gancho en el que la práctica finalmente se cuelga. Y nunca es más crítico que cuando estás en el tráfico... ojos, oídos e instintos despiertos".
La bicicleta es la invención más noble
Cuando manejo un automóvil generalmente me muevo más rápido que en mi bicicleta, pero también estoy desconectado del mundo, desconectado de mi entorno. En una ciudad "hay tanta, tanta vida que no se puede sentir a través de un parabrisas", escribió Daniel Behrman en "The Man Who Loved Bicycles" (El hombre que amaba a las bicicletas).
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El transporte público tiene sus comodidades, pero también retrasos en el servicio y, a menudo, el mal humor de los demás pasajeros. En mi bicicleta nunca maldigo el tráfico malo, nunca pierdo un tren, nunca tengo que parar para poner gasolina o preocuparme por el estacionamiento. "Otras formas de transporte son cada vez más una pesadilla. Solo la bicicleta permanece pura de corazón", escribió la novelista y filósofa Iris Murdoch mucho antes de los masivos atascos de tráfico de hoy en las ciudades.
Mientras pedaleo estoy solo con mis pensamientos (o con un podcast o audiolibro), pero también estoy en contacto con la temperatura, la topografía y las personas que me rodean. Los trayectos al principio y al final de mi jornada laboral son una pausa del correo electrónico y de la mayoría de las otras preocupaciones. Mi viaje diario es una conexión de 45 minutos con los árboles, el sol, el aire fresco y mis propios pensamientos, dos veces al día.
Todo este ciclismo me está ayudando a ser una mejor persona. "El ciclismo entrena la mente, así como el cuerpo, haciéndolo más fuerte y resistente", escribió Moore. "Superar las pendientes, el mal clima, los problemas mecánicos, los encuentros cercanos con automóviles, todo ello requiere que echemos mano de nuestras reservas de fortaleza, paciencia, resistencia y valor. Del mismo modo que exceder la capacidad de nuestros músculos los fortalece, asimismo al ejercitar nuestros recursos mentales éstos crecen en tamaño y poder, un entrenamiento que nos prepara para la vida misma".
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Y lo que más me gusta de ir en bicicleta al trabajo es lo divertido que puede ser esta clase de ejercicio y la lección de sabiduría que deja. El éxtasis de un camino recto o pasar por una franja de bosque es lo más parecido que tenemos a volar, o incluso flotar, ya que solo unos pocos milímetros cuadrados de rueda tocan el suelo.
"Trascendente" es como Moore describió ir cuesta abajo. "El puro deleite de toda esa velocidad libre y sin esfuerzo solo se compara con la deliciosa emoción de estar al borde del control y el sentido común, lo que nos cautivó en la infancia y nunca nos abandona".